Economía

Los salarios se pulverizan de aumento en aumento

El cuarto aumento del salario mínimo decretado este año es ese tipo de noticias buenas que duran un suspiro. Es como cuando un niño logra levantar un papagayo y poco después aparece un ventarrón que se lleva todo por delante y manda ese pájaro de papel “a la isla”.

Publicidad

A partir del 1 de noviembre ese salario mínimo y con él la escala salarial al menos de quienes trabajan para el gobierno, subirá 30%. Pero esta tormenta inflacionaria que ya ha convertido en sal y agua los aumentos anteriores volverá a atacar con más saña, para recordarnos que si uno no arregla bien las goteras del techo de nada vale estar poniendo papel tapiz en las paredes, ni cambiando las poncheras para recoger el agua.

Es como si uno tuviera un conuquito en el patio, donde cultiva tomates, ajíes y pimentones para contraatacar los altos precios de la frutería de la esquina. Si noche tras noche los bachacos nos comen las plantas, de nada vale seguir sembrando nuevas matas. Hay que acabar primero con los bachacos, porque de lo contrario estaremos trabajando en vano y con ilusiones ya perdidas.

En un año ya van cuatro aumentos: 15% al cierre de 2014; otro 15% en febrero y un 20% en mayo; 10% en julio y ahora este 30% en noviembre con alza del ticket alimentación hasta 1,5%. De esta forma el salario mínimo llega a B 9.640 y el integral (con los bonos de alimentación) a Bs 16.399.

¿Esto es mucho o es poco? La respuesta la tiene más clara cualquier madre o padre de familia que sale todos los días a intentar hacer mercado en sólo cuatro sitios, padece las eternas colas o tiene que comprar a revendedores porque no tiene tiempo que perder al sol esperando que aparezcan los productos a precios regulados.

Un kilo de queso blanco duro, que con un poco de margarina es el “salao” por excelencia en las arepas de la mañana para la vasta mayoría de personas humildes, vale unos Bs 1.000 el kilo. De modo pues, que ese aumento en Bs 2.227 alcanza para comprar otros dos kilos de queso, y con suerte una docena de huevos.

Por día, son Bs 74 más, que servirán para tres pasajes mínimos; un café pequeño en la panadería (Bs 60), un pan campesino (Bs 70); una malta de 295 ml (Bs 70); dos panes dulces (Bs 60), o tres paquetes de chicle Bolibomba, tal como recopila el portal Elestimulo.com

El salario mínimo, según estudios de especialistas, como los del Proyecto Pobreza de la Universidad Católica Andrés Bello, es percibido por al menos 40% de la población asalariada. Su valor apenas alcanza para hacer un mercadito media gallina, sobre todo si no se tiene acceso a bienes regulados. Inclusive los productos de precios controlados ya han aumentado 300% en promedio en un año, de acuerdo a cálculos del economista Asdrúbal Oliveros.

Un pasito para adelante y dos para atrás

“El aumento acumulado del ingreso mínimo legal es del 137%, muy por encima de la inflación inducida y especulativa” proclamó el presidente Nicolás Maduro en Twitter.

En realidad nadie sabe cual es la inflación admitida por el gobierno, porque por orden de Maduro desde hace un año el Banco Central dejó de publicar la cifra oficial. Eso nos recuerda el chiste del tipo al que le dijeron que su novia le ponía los cuernos, se acostaba con el vecino en el sofá…entonces el hombre vende el sofá y problema resuelto.

La ausencia de cifras no significa que la gente común deje de percibir el alza continua y salvaje de los precios. Ya más bien al gobierno le convendría divulgar sus datos, pues seguramente van a ser inferiores a lo que las personas calculan en sus calvarios del día a día por llevar pan a la casa.

Volviendo al tema de los bachacos que nos comen el conuco, si no se atacan las causas reales, estructurales de una inflación que no se puede despachar como simple “especulación”, estaremos condenados a tener que esperar constantes aumentos del salario mínimo por decreto, para más o menos parapetear las cuentas de la casa. Pero nunca tendremos un país con un ingreso real decente, que –tal como establece la Constitución vigente- satisfaga las necesidades mínimas de la población asalariada.

Después hay otros problemas: al aumentar el mínimo hay que elevar también la escala salarial para que haya un justo reconocimiento a los trabajadores mejor preparados. El gobierno no tiene problemas para cumplir con este requisito, porque tiene una fábrica de billetes inflacionarios, en la Casa de la Moneda de Maracay.

Pero, ¿cómo quedan los privados?, especialmente los pequeños comercios y pequeñas empresas, emprendedores, colegios privados (que no pueden subir las matriculas en la misma proporción).

Este sector privado sufre la peor parte de la recesión de una economía que este año retrocederá 10% según cálculos de especialistas (cuando en vez de producirse más riqueza se produce menos, 10 por ciento menos y con más necesidades que atender). También sufre por la escasez de dólares, materia prima, repuestos y maquinarias para seguir operando, por los constantes apagones, fiscalizaciones muchas veces injustas, decomisos, demandas del gobierno, robos, asaltos.

Pero después está otro sector que sufre, y mucho, el de los desempleados, pues en este ambiente la tienen cada vez más difícil para conseguir buenos trabajos con sueldos fijos. Aunque el gobierno dice que ese no es un problema en Venezuela porque la tasa es de solo 6,6% en agosto y la más baja desde 1999, hay poco más de un millón de personas absolutamente sin ningún ingreso ni trabajo.

Después están los trabajadores por cuenta propia o informales, que según el Instituto Nacional de Estadísticas comprende a quienes laboran en empresas con menos de cinco personas empleadas (incluido el patrono), servicio doméstico, trabajadores por cuenta propia no profesionales (vendedores, artesanos, conductores, pintores, carpinteros, buhoneros) y ayudantes o auxiliares que no son remunerados y que trabajan 15 horas o más semanalmente”.

En enero pasado –ultima cifra divulgada- en ese sector informal agrupaba a 5,394 millones de personas (41,2% del total de la fuerza laboral).

Si bien ellos pueden llegar a ganar más del salario mínimo, son las más perjudicadas por la inestabilidad y la parálisis de la economía porque no tienen un seguro médico, sus ingresos varían mucho, tienen que invertir más tiempo y esfuerzo para conseguir la plata, no tienen horarios establecidos y son más golpeados por la escasez y la inflación galopante: desde un caucho espichado hasta la falta de un repuesto o de pintura en la ferretería.

De modo pues, que en vez de tener que aumentar 30 veces los salarios mínimos, como celebra el gobierno, lo lógico seria que los precios permanezcan estables y haya una oferta abundante de bienes y servicios sin necesidad de hacer colas. Lo ideal es que las remuneraciones suban en términos reales, muy por encima de una inflación que debería estar controlada hace tiempo en vez de seguir siendo la más alta del mundo. De esta forma los trabajadores podrían saber que pueden mejorar en sus condiciones de vida, aspirar a pagarse los estudios, a comprar un carrito, un casa, viajar, tener una alimentación sana.

Es necesario que quienes reparten las barajas en esta ruleta de la economía entiendan hace falta reactivar el aparato productivo nacional: que las empresas tengan las condiciones para trabajar a plena máquina; que se combata la criminalidad y la violencia callejera para que los comercios puedan abrir sus puertas hasta más tarde y las fábricas trabajar más turnos; que haya divisas para importar las materias primas y maquinarias para incentivar la producción “Hecho en Venezuela”, y no apoyar la importación de neveras chinas, caraotas nicaragüenses y el queso de Uruguay; que se controle la impresión desmedida de billetes incapaces de comprar nada; que se deje de criminalizar a la inversión privada; que se invierta en un educación de calidad y competitiva a todos los niveles, exigente, de acuerdo a las referencias internacionales.

En fin, son mucha las tejas de esta economía que hay que reparar, inclusive cambiar el techo, para que pueda haber un ambiente propicio a la prosperidad económica del país y de las familias…es un camino más largo que los aumentos salariales por decreto, pero mucho más duradero.

Publicidad
Publicidad