Medio Ambiente

¿Qué más espera Venezuela para invertir en energías alternativas?

Anclados en la dependencia del petróleo y confiados en las cuantiosas reservas, el país prácticamente no se ha ocupado de desarrollar energía limpia y prepararse para un futuro que está más cerca de lo que pensamos

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Es un hecho que Venezuela cuenta con un importante sistema de aprovechamiento de fuentes renovables en lo que respecta a la producción de electricidad, pues la energía hidráulica enclavada fundamentalmente en la cuenca del Caroní es la principal garante de los grandes flujos de corriente que alimentan al país. Pero es un hecho también que el panorama general de las energías –en el amplio sentido del término– nos posiciona como un país rezagado en esa materia, dado que nuestro principal activo energético siguen siendo los hidrocarburos. Uno de los principales retos, pues, para alcanzar la sostenibilidad energética generalizada pasa por integrar nuevas fuentes que hoy están lejos de figurar entre las principales, como la energía solar y la eólica.

Es robusta la discusión en torno a la crisis climática que atraviesa el planeta. Las cumbres anuales de los organismos internacionales a favor de un mundo más sostenible son cada vez más frecuentes, y las resoluciones que de ellas derivan se han incluido en numerosos planes de país. Las recomendaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) han alcanzado buena difusión y están en boga en toda discusión que haya alrededor del tema del desarrollo sostenible.

Si nos regimos exclusivamente por lo que ocurre en esas cumbres institucionales, en el marco legal internacional, en las nuevas corrientes de la investigación científica y en las redes sociales, habría lugar para el optimismo en cuanto a lo que se proyecta como el idilio de sociedades más amigables con sus ecosistemas y labradoras de futuros ambientalmente sanos. Pero la realidad dista mucho de ese futuro prometedor.

Hoy sigue privando un modelo energético fundamentado en la explotación de combustibles fósiles e hidrocarburos que, pese a tener inviabilidad comprobada, es por el que se rigen los modelos económicos de las potencias mundiales.

Países como China, Rusia y Estados Unidos se enarbolan como los polos geopolíticos y económicos más influyentes, y son ellos quienes definen la dinámica de los patrones de producción en el planeta, fundamentados en la demanda masiva de energía. Esa energía proviene principalmente de fuentes no renovables, cuyo grado de contaminación inherente a sus procesos de extracción, transformación y consumo ha exacerbado la crisis climática y ambiental de nuestros días.

La mayoría de los sistemas productivos funcionan con energía proveniente de fuentes fósiles y los países en los que abunda este recurso no van a lograr agotar sus reservas, aunque las exploten de forma indiscriminada. Pero es una realidad que el paradigma energético mundial tomó un nuevo rumbo hacia fuentes alternativas menos contaminantes.

Venezuela no es ajena a esa realidad y desentenderse de la búsqueda de alternativas energéticas limpias nos traerá una crisis en el futuro.

Los casi 300.000 millones de barriles de petróleo en el subsuelo nacional nos posicionan como el país con las mayores reservas de crudo. Nuestra economía depende del recurso, pero es un hecho que la mayor parte de esas reservas no serán aprovechadas debido a que el mundo se encamina hacia derroteros más sostenibles. Entonces, hay que encontrar alternativas que le garanticen a las generaciones futuras la existencia de un modelo económico y productivo cuya funcionalidad no descanse exclusivamente en el aparato petrolero y que logre autoabastecerse antes de que su funcionalidad quede descontinuada.

Fallos de energía

Cuando se habla de energía en Venezuela, en el sentido amplio del término, es preciso referirse a dos frentes: el de los combustibles y el de la electricidad. Aunque son transversales y complementarios, el aprovechamiento que se le da al primero se enfoca principalmente en la movilidad de personas y mercancías, mientras que el segundo en la carga y alimentación de estructuras fijas y sistemas diversificados. Ambos frentes hoy atraviesan una crisis aguda, cuyas caras institucionales son Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y la Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec).

A pesar del desfalco sostenido que embarga a ambas instituciones, éstas se conjugan en una suerte de monopolio Estatal que es el máximo oferente y encargado de cubrir la totalidad de la demanda energética. Esto se traduce en la mayor escasez de combustible que ha atravesado el país en su historia, así como en una depauperación sin precedentes del servicio eléctrico, con apagones nacionales en 2019 y 2024.

Según la propia Corpoelec, el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) cuenta con una capacidad instalada para generar casi 30.000 megavatios (MW) de electricidad, de los cuales entre el 70 y 80% provienen del parque de centrales hidroeléctricas distribuidas en el estado Bolívar, es decir, los sistemas Francisco de Miranda-Caruachi (capacidad instalada de 2.080 MW), Antonio José de Sucre-Macagua (2.400 MW), Manuel Piar-Tocoma (que aún no ha sido terminada pero que, según datos oficiales, tiene una capacidad de producción de 2.160 MW) y la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar-Guri, históricamente conocida como Central Hidroeléctrica Raúl Leoni, que aprovecha el potencial hídrico del río Caroní y cuenta con una capacidad de producción de 10.200 megavatios (MW), lo que la posiciona como la más importante de todas.

Represa de Macagua, que acoge a la Central Hidroeléctrica Antonio José de Sucre, Ciudad Guayana, estado Bolívar. Fotografía: Reybert Carrillo

Otras fuentes de producción distintas a las centrales hidráulicas de la cuenca del Caroní son las plantas termoeléctricas que transforman gas natural y otros derivados del petróleo en energía, entre las que destacan el sistema Planta Centro (1.520 MW), en el estado Carabobo, la Planta de Termofluido de Barquisimeto (800 MW) y el Complejo Petroquímico José Antonio Anzoátegui, con una producción aproximada de 2.000 MW y una contribución permanente de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que puede apreciarse entre Puerto Píritu y Barcelona desde un primer plano ensordecedor de chimeneas que operan de forma ininterrumpida.

Otras fuentes como el viento y el sol apenas asoman una muy modesta presencia en el panorama energético nacional.

El Informe de Energías Renovables en América Latina y el Caribe, de la International Renewable Energy Agency (IRENA), coincide a su vez con un informe del Banco Mundial en estimar que en Venezuela se producen poco menos de 100 MW de energía eléctrica provenientes de fuentes solares y eólicas. Esta cifra representa apenas un 0,3% de la oferta nacional. Aunque la producción de  electricidad en Venezuela proviene principalmente de una fuente renovable como es la fuerza hídrica de la cuenca del Caroní, las demás alternativas limpias quedan muy rezagadas.

Por su parte, el combustible como factor energético motriz también está sujeto a un panorama complejo. Pdvsa dejó de ser la empresa próspera de otrora para convertirse en un esqueleto institucional parasitado por la corrupción y el oportunismo. Para bosquejar en cifras la producción petrolera en el país, El Estímulo consultó al experto en petróleo Francisco Monaldi, profesor de Energía y Recursos Naturales de la Universidad de Rice, en Houston, Texas.

“En Venezuela hoy se producen entre 880.000 y 900.000 barriles diarios de petróleo, de los que Pdvsa produce un poco menos de la mitad, entre 400.000 y 420.000; el resto lo producen las empresas mixtas, siendo Chevron el principal socio, con una producción de 220.000 barriles diarios”, explica Monaldi.

Pese a que la producción de 3,4 millones de barriles diarios de petróleo previa a la llegada de Hugo Chávez al poder o los 2,8 millones que se producían cuando Nicolás Maduro alcanzó la presidencia quedaron atrás, Monaldi considera que la economía venezolana sigue fundamentada en la producción petrolera para la generación de divisas, pues los ingresos por concepto de minería, remesas y exportaciones camaroneras y de cacao son pequeñas en relación a la producción de hidrocarburos. Es decir, Venezuela continúa siendo un país dependiente del petróleo.

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Imagen satelital que muestra el derrame petrolero el pasado mes de agosto producido en la refinería El Palito, estado Carabobo. Fuente: Eduardo Klein

Alternativas de energía limpia en Venezuela

Normalmente los términos “energías renovables” y “energías limpias” suelen entenderse como sinónimos, sin embargo, no todas las fuentes renovables son limpias y viceversa.

La electricidad en Venezuela proviene, en su mayoría, de una fuente limpia, renovable, libre de emisiones y autóctona: la energía hidráulica creada en las cuencas de algunos ríos, principalmente en las represas del Caroní en el estado Bolívar. Pero es muy pobre el aprovechamiento de otras fuentes renovables como el viento y el sol.

De los casi 30.000 MW de capacidad instalada, la energía proveniente de fuentes solares y eólicas no es significativa, pues la infraestructura es limitada y recae en iniciativas locales.

Una de las voces dentro del incipiente mundo de la producción de electricidad a partir de fuentes solares en Venezuela es la de Mahley Márquez, fundadora de la empresa Araf C.A., iniciativa local con base en el estado Mérida y que distribuye tecnología de fabricantes holandeses (Victron Energy) y estadounidenses (Morningstar).

Mahley le dice a El Estímulo: “Trabajo desde el año 2006 con energía solar. Empecé con Fundelec, un proyecto del Estado que logró llevar luz con tecnología de paneles solares al páramo merideño a través del programa gubernamental ‘Sembrando Luz’. Allí vi de cerca cómo funciona el Sistema Eléctrico Nacional y entendí lo complejo del problema energético que vivimos”.

Para Márquez resulta cuesta arriba labrar el camino de la energía solar como alternativa que ayude a liberar cargas a las centrales hidroeléctricas del estado Bolívar porque no hay siquiera un marco legal definido para delimitar los permisos y restricciones en torno a la introducción de nuevas tecnologías para la creación de electricidad a partir de fuentes solares.

“Si usted tiene dinero y el deseo de invertir en tecnología solar en Venezuela lo puede hacer sin ningún tipo de permiso, pues seguramente el gobierno lo ve como un pequeño aporte para resolver el problema energético que ellos no son capaces de solventar. Las fuentes de energía solar que hay en Venezuela se limitan a proyectos de granjas solares para abastecer a grupos pequeños de hogares, fundos agrícolas y, a lo sumo, pequeñas comunidades. Todos esos proyectos están aislados y no regularizados”, explica Márquez.

“En países que sí cuentan con marco legal sobre energías renovables se cuida mucho qué tipo de tecnologías se introducen en el sistema eléctrico, pues siempre se procura mantenerlo en óptimas condiciones. Lamentablemente, a Venezuela entra cualquier cosa; tecnologías sin certificar que pueden ser buenas, malas y malísimas, más que todo. Todos esos equipos se conectan en el SEN sin control alguno, el cual ya viene depauperado desde hace años por la falta de mantenimiento a la infraestructura”, agrega.

La pasada campaña presidencial previa a las elecciones del 28 de julio trajo a la palestra nuevamente la búsqueda de energías alternativas, pero la realidad es que el proyecto de ley de energías renovables sigue sin ser discutido en el parlamento,

El programa en el que Márquez participó en el año 2014 para llevarle electricidad a las comunidades en el altiandino merideño es un ejemplo de sostenibilidad ambiental. En Las González, una de las comunidades beneficiadas por el programa Sembrando Luz, ubicada en el páramo de Los Conejos, el suministro de energía eléctrica se ha mantenido ininterrumpido a pesar de las graves falencias del SEN durante los últimos años. El hecho de ser una comunidad enquistada en una región tan remota le da un doble valor a este modo de autoabastecimiento energético, pues las dificultades de acceso complicarían el panorama si esta comunidad dependiera exclusivamente del SEN y del servicio de Corpoelec.

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Paneles solares de Araf Energy en el páramo merideño. Fuente: Araf Energy

Pero el Estado venezolano se ha mantenido al margen no solo de la inversión en infraestructura tradicional para el funcionamiento del SEN, sino que tampoco ha invertido en tecnología solar y eólica para diversificar la oferta. Igualmente, a nivel de aduana son frecuentes las trabas impuestas a los inversionistas privados que apuestan por introducir este tipo de tecnologías de forma regularizada.

“A veces se implementan cambios de aduana sin avisos previos, como cobros de costos por habilitación o impuestos sorpresa. El Estado debería dar facilidades a los privados que ofrecemos soluciones al problema energético que ellos mismos crearon. Sería muy positiva la exoneración de algunos impuestos por concepto de paneles y controladores solares”, señala Mahley Márquez.

El principal flujo de intercambio tecnológico internacional proviene de los convenios comerciales que tiene Venezuela con China, pero la mayoría de esos equipos son de bajo costo y no hay protección al consumidor. El cliente no sabe qué le están vendiendo y termina comprando al precio más bajo desconociendo la calidad del producto. Esta situación le imprime aún más incertidumbre a la inversión en fuentes energéticas alternativas.

El desarrollo de tecnologías que aprovechen la energía solar para hacer electricidad es limitado, pero las inversiones en materia de energía eólica lo son todavía más. Hay pocos casos focalizados de suministro de electricidad por redes principalmente híbridas, que combinan paneles solares con aerogeneradores.

Estas redes se han instalado en lugares como La Macolla (municipio Falcón, estado Falcón), la comunidad indígena Macuirrapa, ubicada en la Alta Guajira del estado Zulia, Las González, también en el páramo de Los Conejos en Mérida, y un puñado más.

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Red rural híbrida de paneles solares y aerogeneradores que combina el aprovechamiento de energía solar y eólica en La Macolla, estado Falcón. Fuente: Alejandro López González

Los proyectos más ambiciosos prometidos e inconclusos por parte del Estado venezolano en este tópico son los parques eólicos de Paraguaná (municipio Los Taques del estado Falcón) y La Guajira. Ambos tendrían la capacidad de generar 100 y 10.000 MW de electricidad respectivamente, pero las obras piloto quedaron inconclusas y, a la fecha, no se tiene una estrategia de continuidad del proyecto.

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Aerogeneradores del parque eólico en La Guajira, estado Zulia. Fuente: Observatorio de Ecología Política de Venezuela / Alejandro López González

“El mundo está moviéndose hacia energías descarbonizadas, y aunque la sustitución energética todavía va a tomar tiempo, Venezuela debe desarrollar a la larga energías como la solar y la eólica, especialmente por el potencial que tenemos en las penínsulas de Paraguaná y La Guajira, pero para que podamos apuntar a eso primero debe haber una fuerte inversión en la transmisión y mantenimiento del sistema eléctrico actual, que está tan deteriorado”, señala Francisco Monaldi.

Ante la inminencia del nuevo paradigma global en materia energética, el valor de las reservas de combustibles fósiles de las que goza Venezuela podría verse menguado, por lo que la ventana de tiempo con la que contamos antes de que la demanda de este recurso disminuya debe incluir una inversión significativa de los ingresos obtenidos por exportación petrolera en el desarrollo de tecnologías para el aprovechamiento de energías limpias. Y eso es ya.

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