Unos 400 surcoreanos cruzaron este martes la frontera con Corea del Norte para reunirse con parientes que no habían visto en más de 60 años. Los surcoreanos, ancianos, cruzaron la frontera, fuertemente militarizada, a bordo de unos autocares precedidos de cuatro coches de la Cruz Roja.
Tras franquear el puesto fronterizo, el convoy continuó hacia el Monte Kumgang, para este encuentro de tres días. Las dos ambulancias que acompañaban al convoy eran una señal de la frágil salud de muchos de los participantes. Más de veinte pasajeros iban en silla de ruedas, y una mujer viajaba incluso con una botella de oxígeno.
Kim Ok-Ja, de 72 años, en cambio, ya no puede hablar, aunque aun así irá a ver a su hermano mayor, enrolado a la fuerza en el ejército norcoreano en 1951, según explica su marido, que viaja con ella. El encuentro entre familias, que es apenas el segundo en cinco años, fue decidido a fines de agosto como parte de un acuerdo que permitió atajar una escalada de tensión entre el Norte y el Sur.
Durante la guerra de Corea, millones de personas se vieron desplazadas, y en el caos del conflicto, familias enteras -padres e hijos, maridos y mujeres, hermanos y hermanas- fueron separados. Ahora, más de 65.000 surcoreanos están en la lista de espera, con la esperanza de poder viajar algún día al Norte.
La gran mayoría de miembros de la generación de la guerra ha muerto sin volver a tener el más mínimo contacto con sus parientes del Norte comunista. Y es que las comunicaciones fronterizas directas, ya sea en forma de cartas o de llamadas telefónicas, están prohibidas.
Encuentros ansiados pero breves
El programa de reencuentros familiares comenzó tras una cumbre bilateral histórica en el año 2000. La idea original era organizar un encuentro por año, pero con las tensiones regulares entre ambos estados, muchas se anularon, y en ocasiones las autoridades norcoreanas no dudaron en anularlas en el último minuto.
Después de décadas de espera, las reuniones serán de una brevedad desgarradora. Durante tres días, los surcoreanos verán a sus parientes del Norte en seis ocasiones, en privado y en público.
Cada encuentro durará sólo dos horas, lo que significa que dispondrán en total de 12 horas después de más de 60 años de separación.
Y para muchos de los participantes, octogenarios o incluso nonagenarios, la separación del jueves tendrá el gusto amargo de una separación definitiva. Ilustrando el abismo económico existente entre las dos Coreas.