«La gente siempre me pide el de colita, ese es el que más piden», asegura uno de los vendedores de cepillados.
Generalmente el pedido viene acompañado de un «con bastante leche condensada por favor», ruega un cliente.
Los precios varían desde 600 hasta 1200 bolívares de acuerdo al tamaño. Las concentraciones tienden a replicarse desde tempranas horas y la mayoría de las veces sucede con abundante sol; uno que pica en la piel y advierte reacciones sedientas.
Por estos días (y calles), el negocio en este rubro no descansa. Juan (que no quiso ser identificado) dice que no se pierde por nada del mundo la venta de raspaditos en las concentraciones y marchas. El problema es cuando la represión se hace presente y los que pagan los platos rotos son los vendedores ambulantes. Sin embargo, es una oportunidad que vale la pena aprovechar.
«Un raspadito es lo que me provoca», dice una muchacha que se acercaba con sus amigos hacia el carrito. «A mi me gusta es el de parchita, pero la gente tiene sus gustos pues», cuenta otro señor que vende cepillados.
Por lo general vienen varios en cambote, y son miedosos con todo este tema de ser reconocidos en los periódicos: «si quieres toma fotos del carrito pero a mi no», dice uno de los vendedores, quien después de 10 minutos decide comerse uno de parchita para refrescarse un rato. «Antes de que comience el meollo«, eso sí, sin leche condensada.
Más que helados, donas e incluso gorras, en los puntos de concentración y marchas, lo que abundan son los cepillados. Contra todo pronóstico, el de tamarindo no es tan popular como muchos creíamos en la redacción de Bienmesabe, aunque tiene unos cuantos fans gracias a su indiscutible frescura y acidez. Sucede igual con el de parchita, el que muchos aseguraron es el «clásico» después del de colita. El de coco, uva, mandarina, mango, guayaba, naranja o limón quedan en segundo plano y la mayoría ni siquiera están disponibles.
Y tú, ¿Qué raspadito pides cuando estás sediento?