Curiosidades

Cherry Núñez y el presidente Leoni, hijos de los barcos

El año de 1968 fue tan convulso como elegante. Mayo sería el mes que la historia universal recordaría por las humaredas de pólvora y los gritos de libertad que se levantaron en Francia en contra de la ultra derecha gala, el consumismo salvaje y las malas decisiones del cada vez más vituperado presidente De Gaulle. En Venezuela las balas de la guerrilla urbana estremecían al gobierno de Raúl Leoni mientras que el certamen del Miss Venezuela se debatía entre dos beldades: una morena y una rubia. Peggy Koop y Cherry Núñez, respectivamente, son las misses que dan cuenta del mestizaje que esculpió la belleza nacional

Composición fotográfica: Eduardo Puyana
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En 1968 se produjo en Venezuela una polarización de las preferencias colectivas. Nada violento. Fue una tensión ingenua, podría decirse. Un enfrentamiento entre afectos. Pero, como en toda ubicación en direcciones contrapuestas, subyacían los viejos conflictos de una sociedad incapaz de resolverlos por las vías institucionales. No hay que ponerse solemnes, pero el caso es que un concurso de belleza hizo reflotar, entre bromas, veras y silbidos de admiración, la vieja inquina racial que cada cierto tiempo se manifiesta con mayores o menores consecuencias.

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Ese año el concurso de Miss Venezuela tuvo dos candidatas que concentraron la atención de los medios de comunicación por su belleza excepcional y porque una era trigueña y la otra, rubia auténtica con los ojos del color de una piscina.

Es preciso ponerse en contexto, el país venía de experimentar la tragedia que supuso el terremoto de Caracas, probablemente, la primera catástrofe natural registrada por la televisión en Venezuela, lo que aumentó la visibilidad del drama y difundió los testimonios de las víctimas y los testigos. El 29 de julio de 1967, a las 8:05 de la noche, la ciudad fue sacudida por un sismo de 6.7 grados de intensidad en la escala Richter, que duró 35 segundos. Tuvo su epicentro en el mar Caribe, a unos 70 km de las costas. Caraballeda sufrió serios daños y, a través de la llamada Falla de Humboldt, sus ondas afectaron el este de Caracas, dejando un balance funesto de 236 muertos, 2.000 heridos y daños materiales estimados en 450 millones de bolívares.

El desastre vino a congelar la sonrisa de los caraqueños entregados, ese año, a la celebración de los 400 años de la fundación de su ciudad. De hecho, cuatro días antes del terremoto había tenido lugar la elección de la Reina del Cuatricentenario, que resultó ser Elsy Manzano Oquendo, paradójicamente proveniente de una familia zuliana, quien se convirtió inmediatamente en un personaje popular. La “primera princesa” fue Griselda Quintero. Y la segunda, una liceísta de 16 años, llamada Cherry Núñez Rodríguez, la catira que un año después se haría famosa en la XV edición del Miss Venezuela.

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En ese momento, María Dolores, que es su nombre de pila, estudiaba Teatro en el Ateneo de Caracas y era alumna destacada de Horacio Peterson. Dado que muchas instituciones culturales se habían sumado a las festividades por el cumpleaños de Caracas, María Teresa Castillo y Josefina Juliac, directoras en ese entonces del Ateneo, decidieron que éste también tendría su candidata. Y cuál mejor que aquella criatura de belleza portentosa y refinados modales.

Cherry Núñez había nacido en Maracay porque su abuelo paterno, el coronel Rafael Núñez Mirabal, se había residenciado en esa ciudad en la época de Gómez, de quien era compadre y vino a ser vecino. El padre de Cherry, Luis Núñez García, mejor conocido como El Suizo Núñez, era, pues, ahijado de Gómez. Por el lado materno, su abuelo era Antonio Rodríguez Ramos, de Cartaya, Huelva, Andalucía, quien emigró a Venezuela en el año 29. Como era técnico de alimentos graduado en Nueva York, trabajó muchos años en el Ministerio de Agricultura y Cría, al tiempo que asesoraba en la creación de las primeras fábricas de salsa de tomate y enlatadoras de atún. Con esta experiencia se determinó a montar su propia industria, cosa que hizo en 1950, cuando fundó Sardinas La Gaviota, en sociedad con José Cabino y otros inversionistas de Cumaná, ciudad donde se instaló con su esposa, Blanca Móttola Carujo y sus hijos.

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El padre de Blanca Móttola Carujo, abuela materna de Cherry, es un personaje muy conocido y querido en el oriente de Venezuela. Se trata de don Ángel Mottola Martucci, nacido el 24 de diciembre de 1881 en Santa Lucía de Serini, Provincia de Avellino, Italia. Llegó a Venezuela en 1897 a la edad de 16 años. Tocó el puerto de La Guaira e inmediatamente se trasladó a Barcelona, donde transcurriría la mayor parte de su fructífera vida artística, abocada a la creación y conducción de bandas musicales, así como a la formación de generaciones de músicos. En 1909, se convocó un concurso para escoger la música del himno del estado Anzoátegui, cuya letra había sido escrita por el poeta barcelonés Enrique Pérez Valencia. El ganador, elegido de manera unánime, fue Angel Móttola, autor también del himno del Club de Leones de Barcelona, de Maturín y del Club de Leones de Maracay, lo que le mereció ser declarado socio internacional de dicho Club. Murió en 1966, un año antes de que su nieta floreciera como una belleza mítica.

Ángel Móttola se casó con Mercedes Carujo Lusinchi, prima segunda de María Angélica Lusinchi, madre de Jaime Lusinchi, presidente de Venezuela durante el período constitucional 1984-1989. Y sobrina-nieta de Pedro Carujo, militar y periodista del siglo XIX, nacido en Barcelona, estado Anzoátegui, en 1801; y fallecido en Valencia, Carabobo, en 1836. Este militar de la independencia era hijo del canario José Carujo, oficial realista y de Juana Hernández, venezolana. Este dilema lo resolvió limpiamente uniéndose al movimiento emancipador donde se anotó importantes éxitos. Había recibido una esmerada educación; de hecho, era de los pocos venezolanos de su época que dominaban con total solvencia el inglés y el francés. Herido en combate en 1823, fue a convalecer a Bogotá, donde estudió matemáticas y geometría analítica, y se integró a los círculos intelectuales agrupados en diversas sociedades literario-filosóficas de la capital neogranadina. Esto lo condujo a la senda de la masonería donde alcanzó el grado 18. Pedro Carujo no suele ser bien recordado porque, a pesar de que en 1828 el Libertador lo seleccionó para presidir la Escuela Militar que se fundó en Bogotá, se unió a los partidarios de Francisco de Paula Santander, grupito malquerido por estos lados ya que fueron quienes perpetraron el atentado del 25 de septiembre de 1828 que por poco le cuesta la vida a Bolívar. Y, ciertamente, no fue un lance que demostrara mucha gallardía que digamos.

Cherry fue a inscribirse en el concurso de Miss Venezuela dos meses y medio antes de la justa final. Quería defender la banda del Distrito Federal porque había vivido toda la vida en Caracas… pero ya esa representación había sido asignada a Peggy Kopp Arenas, la morena que se convertiría en su gran rival. Pidió entonces los colores de Aragua, su lar nativo, pero ya se le había adjudicado a Jovann Navas Ravelo. Y lo mismo ocurrió con Sucre, tierra adoptiva de su madre, que ya tenía en Elena Correa su candidata. Con gran gusto de su parte aceptó ser Miss Miranda, que es la otra mitad de Caracas, y donde, por cierto, en el futuro iba a cumplir funciones políticas en la escala municipal.

Esas seis semanas de puja fueron documentadas por la prensa nacional como nunca antes se había hecho. El resto de las abanderadas constituyó casi un telón de fondo donde destacaban Peggy Kopp y Cherry Núñez, la morena y la rubia. Los fotógrafos cumplían con captar imágenes de las demás concursantes para correr luego a pedir una instantánea de las dos máximas beldades juntas. Concentraban el favoritismo y se sabía que una de las dos sería la ganadora. Y ellas cumplían con todo aquello como algo divertido. Era la época en que las reinas de belleza no tenían la presión de someterse a operaciones quirúrgicas para acentuar sus gracias. Baste considerar, por ejemplo, que para concurrir a la prueba en traje de baño frente al jurado reunido en la piscina del Club Hípico de Caracas, las aspirantes de 1968 debieron lavarse la cara y presentarse completamente sin maquillaje. “Ni base ni rímel ni polvos”, recuerda Cherry.

Las actividades previas a la noche final incluyeron viajes por el interior de República, que las jóvenes hacían bajo la mirada feroz de su chaperona Margot Domínguez. Naturalmente, iban a las redacciones de periódicos y otros medios. Y se acostumbraba dispensar una visita al Presidente de la República. En 1968, esta atención se cumplió en La Casona, cuyo inquilino era Raúl Leoni Otero, nacido en El Manteco, estado Bolívar, en 1905 —iba a morir en Nueva York, el 5 de julio de 1972— primer mandatario de Venezuela entre los años 1964 y 1969.

Las candidatas a Miss Venezuela visitaron al jefe del Estado un mediodía en la residencial oficial. No era la primera vez que lo veían. Ya antes habían coincidido con él en la ensambladora de Ford en Valencia, donde se encontraba el Presidente y la primera dama, doña Menca, quien había tenido afectuosas deferencias con las jovencitas. El siguiente encuentro fue un almuerzo en La Casona donde se tomaron las fotografías que ilustran esta nota. Las candidatas hicieron un recorrido por la casa, originalmente una hacienda colonial de caña de azúcar, que había sido adquirida en 1964, precisamente cuando se iniciaba el mandato de Leoni, para servir de residencia y lugar de trabajo de los presidentes de Venezuela, función que cumplió durante 7 periodos constitucionales, en un ambiente de tranquilidad y seguridad que se vio interrumpido durante los golpes de estado de 1992.

Cuando el Estado le compró la propiedad a la familia Brandt, La Carlota, zona de Caracas donde se encuentra, no estaba urbanizada. Y la casa misma no se encontraba en condiciones de recibir la mudanza del Ejecutivo y su familia. De manera que fue restaurada y ampliada por el arquitecto Andrés Enrique Betancourt, quien la convirtió en una mansión en equilibrio con la naturaleza circundante. El personal de protocolo que recibió a las aspirantes de Miss Venezuela 1968, les explicó que en la refacción se habían mantenido las columnas originales, los patios, las rejas ornamentales y las fuentes.

Para ese compromiso, Cherry se puso un traje de minifalda amarillo con cinturón marrón, que muy probablemente habría pertenecido a Antonieta Scannone, puesto que ésa era la época en que las dos amigas se intercambiaban las tenidas. Iba tocada con un sombrero de fieltro marrón que su novio de entonces le había comprado en la Sombrerería Tudela, en el centro de Caracas. Y llevaba mocasines marrones de gamuza.

El instante en que el presidente Leoni coquetea en forma inocente con Miss Miranda 68, está ocurriendo una coincidencia de las muchas sangres que avenaron en la conformación de la Venezuela moderna. Dejemos que sea Miguel Otero Silva, en una nota periodística publicada en El Nacional, el 10 de marzo de 1969, quien precise el origen del entrevistado: “Clemente Leoni nació en Muratto, Cantón de Bastias, al norte de la isla de Córcega. Un tío suyo que era gerente de las minas del Callao, en la jungla de una remota e ignorada Venezuela, le propuso que cruzara el Atlántico y viniera a probar fortuna en Guayana, Clemente Leoni se leyó El soberbio Orinoco, de Julio Verne; y le tentó la aventura. Desembarcó en tierras venezolanas en 1895. Primero trabajó con el tío en las minas de oro, luego montó tienda por su cuenta y riesgo, un almacén que abastecía a los purgüeros antes de perderse éstos en la selva en misión de sangrar los altaneros árboles de caucho”.

“Clemente Leoni conoció a Carmen Otero Fernández, hija de don Ramón Otero Vigas, de Cumaná. Una muchacha alta y delgada, con unos extraños color de la hoja del tabaco, a quien sus amigas llamaban La Quita. El joven francés, entusiasta y palabrero, se enamoró de la guayanesa severa y pensativa. Se casaron al despuntar el siglo XX. El primogénito se bautizó Clemente, como el padre. Luego nacieron Raúl y Tancredo”, sigue exponiendo Miguel Otero Silva.

El matrimonio de Raúl y Menca tenía fama de ser idílico, pero no falta quien asegure que el líder adeco era susceptible a la gracia y a la inteligencia femeninas; y que con frecuencia corría a los brazos de una destacada periodista de la época. Ese mediodía debe haberse quedado hechizado por Cherry Núñez, quien no solo era tan bella como se echa de ver en la foto, sino que era una muchacha de su tiempo, informada, contestataria, inteligente. No por nada Ricardo Tirado dijo de ella que había sido una adelantada a su época. “La modelo y reina de belleza más completa que ha pasado por una pasarela en Venezuela”, afirmó.

En la otra fotografía puede verse al Presidente con Miss Zulia, Gloria Barboza; y una desenfadada Miss Táchira fumadora, la bonita Maritza Loyola. No era la única, por cierto. Casi todas las participantes de ese año fumaban.

La competencia llegó a su fin el martes 25 de junio de 1968, en el antiguo Teatro Altamira. Peggy Kopp fue coronada por la primera finalista del año anterior, Irene Bottger González, porque Mariela Pérez Branger, Miss Venezuela 1967, vivía en los Estados Unidos y, según se dijo entonces, no asistió al evento porque los organizadores no satisficieron sus exigencias económicas para venir al país a entregar la corona.

Cherry Núñez fue la primera finalista. Le tocaría ir a Londres a  participar en el Miss Mundo. Aquella asistió a una fiesta en su honor, en la discoteca la Morocota, que quedaba en los bajos del cine Altamira, edificio Altamira. Bailó hasta la 5 de la mañana. Regresó a su casa. Se quitó la banda, el traje de gala y el maquillaje. Se recogió el pelo en una cola de caballo. Se puso el uniforme del colegio Agustín Codazzi, donde hacía el quinto año después de estudiar toda la vida en el San José de Tarbes, y se fue a presentar un examen para graduarse bachiller.

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