Economía

En las zonas populares “el que no trabaja no come”

Estén a favor o no de la convocatoria hecha por la MUD, los habitantes de Catia, El Cementerio, La Vega y la Cota 905 salieron a trabajar. No por una cosa de principios, sino por practicidad. Hay que llevar la comida a la mesa. Los únicos que se ausentaron por completo de esos sectores fueron los transportistas

Fotografías: Antonio Hernández
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A La Vega llegaron los vendedores de yuca y ocumo; de plátano y de maíz. Todos montaron sus tarantines en la vereda de la calle San José. Lo hicieron temprano, a las 8:00 am, igual que todos los días. Para los comerciantes de esa parroquia caraqueña el 20 de julio era un jueves como cualquier otro, allí no valió el llamado de la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que convocó a un “paro cívico activo” traducido en que nadie trabaja, nadie hace diligencias, y todos a trancar sus calles.
Ni barricadas, ni atisbos de protestas. Al menos no de las que incluyen marchas,  trancas y consignas. El asunto en La Vega, así como en otros sectores de la ciudad como Catia, El Cementerio, Petare y la Cota 905, responde a la practicidad. Aplica la sabiduría popular: “Aquí el que no trabaja no come”. Así que comerciantes formales e informales hicieron lo suyo.
“¡Queremos trabajar, no guarimbear!”, exclamó Freddy Evaristo sentado frente a su puesto de chucherías. “Un paro es malo. Cómo van a llamar a un paro. Necesitamos que el país salga adelante y parados cómo lo vamos a hacer. Lo que pasa es que si los políticos no trabajan, igual viven del pueblo. Eso es una sirvengüenzura”. Su queja la replicó Yelitza Acevedo, también desde su puestico callejero: “Transporte no hay, pero los comerciantes estamos en la calle. En este campo no hay ningún problema, un paro lo que hace es empeorar la crisis. Aquí ha habido algunas protestas en las noches, pero han sido controladas”.
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Cita-5-paro-civicoLo único que discordaba con el ajetreo eran las santamarías cerradas del centro comercial Colonial. Allí nadie trabajó, y ningún transeúnte los extrañó pues afuera estaba disponible cualquier insumo que pudieran necesitar. No abrieron, quizás, previendo violencia. A principios de junio de 2016, varias de las tiendas de ese inmueble sufrieron saqueos. “No es que uno esté de acuerdo o en desacuerdo. El paro no es obligatorio y hay que trabajar”, alegó el dueño de una tienda de ropa. Jefferson Ponte, empleado de una charcutería, dijo que allí fueron más cautos. No empezaron a vender a las 7:00 am, como acostumbran, sino que esperaron hasta las 9:00 am: “Hicimos tiempo, hasta que vimos que los demás también abrieron y que todo estaba normal”.
Otros de los que se ausentaron de La Vega fueron los conductores del transporte público, en paro desde el 19 de julio reclamando ajuste de tarifas. Su desaparición era evidente en la calle sin tráfico, pero no en los bolsillos de los mototaxistas. “No hemos tenido mucho movimiento, porque el paro lo anunciaron con tiempo, y ya no hay clases. La gente no salió. Si yo trabajara en una empresa privada no iba. Igual, el paro no soluciona nada. Yo no soy ni de un bando, ni del otro, pero creo que la oposición ya quemó sus cartuchos. ¿Hace cuánto tiempo están protestando y no han logrado nada? Ellos mismos se están quemando porque no tienen a una gente que dé la cara. ¿Si tumban a Maduro, quién se va a montar?”, se preguntó Jonathan Villaveces.
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Cita-4-paro-civicoPoco tráfico y muchas colas
La avenida Sucre de Catia es un territorio hostil para el peatón. Un motorizado en contravía se ha llevado a más de uno por delante. El conductor abusador de un carro hace vueltas en U inesperadas. La policía, si la hay, no hace nada o hace lo mismo y, de paso, se estaciona encima del paso de cebra. La mañana del jueves 20 de julio, el número de infractores descendió. El paro de transporte se sintió en esa zona del oeste de Caracas.
En la vía principal de esa comunidad, a las 8:00 am, daba la impresión de que la convocatoria de la MUD se acataría. A la altura de Los Flores el escenario era gris porque la mayoría de las santamarías estaban cerradas, solo funcionaba el negocio de “los chinos” y un Centro de Diagnóstico Integral (CDI). Quienes salieron en Catia lo hicieron para hacer colas: por comida o por la pensión.
Mirtha Fernández lo resume: “Catia es Narnia. Aquí nunca pasa nada”, apelando a la ahora tan manida ilustración del cuento fantástico. Trabaja en una tienda de El Cementerio, en la que se abstuvieron de trabajar durante la jornada, así que Mirtha aprovechó para intentar hacer algunas compras. En la fila del pan no tuvo éxito. La gorra tricolor que cubría su cabeza la delataba como seguidora de la oposición, pues no tenía el logo del 4F. Por ello, no le permitieron adquirir el producto. “Aquí todo lo manejan los colectivos”, denunció desde otra fila, ahora por hortalizas y todavía con la cachucha tricolor puesta: “Este llamado a paro es excelente. Este país no puede ir para peor. Ya estamos suficientemente mal”. Sin embargo, auguraba que los negocios que a esa hora estaban cerrados, seguramente ya para las 10:00 am tendrían las puertas abiertas. Otra vecina de Catia, María Molina, no fue a trabajar, pero no porque creyera en el paro, sino porque temía por su seguridad: “Trabajo en el Nuevo Circo y me dio miedo ir, pero un paro empeora la crisis, si no trabajamos no producimos”.

Cita-3-paro-civicoOtras de las filas que se dejaron ver en las zonas populares fueron la de los pensionados. Pese a estar de acuerdo con el llamado de la oposición, Alida de Flores bajó de la Cota 905 a pie hasta la agencia del Banco de Venezuela ubicada en el centro comercial Telares Los Andes, de El Cementerio, y se quejó porque nada más le permitieron retirar la mitad del dinero: “Es horrible lo que vivimos y lo que viene, así que yo confío en que esa constituyente no se va a aprobar. Uno sale y anda de cola en cola. Soy costurera, tenía un taller con cinco mujeres y por la situación tuve que cerrarlo. Ahora trabajo sola, vendo en La Hormiga, hoy abrieron pero eso está solo. Es un peladero de chivo porque no vinieron a comprar los viajeros, la gente de Maracay, Maracaibo, Ciudad Bolívar, Barquisimeto”.
En el Bulevar del Cementerio César Rengifo no abrió ni Telares Los Andes, ni muchos de los comercios regentados por árabes. Eso molestó a Anastasio Claro y a Modesta Brito. “¡Queremos trabajar!”, gritó ella desde la cola de los pensionados y más de un viejito la secundó. “Venezuela debe ser un país libre, en el que nadie te diga ‘tú no vas a salir hoy de tu casa’. No podemos estar encerrados porque los demás quieren”, argumentó la señora que trabaja cuidando niños. Anastasio, a sus 70 años, nunca he dejado de laborar y no ve por qué ahora tendría que hacerlo: “El paro es una sirvengüenzura. Lo que hace es dañar el país, perjudicarnos”.
Yusmery Rodríguez tiene un puesto en el Mercado del Cemeterio II, y asistió como todos los días: “El paro lo hace el que tiene los millones”. Muchos comercios allí permanecían cerrados, pero Rodríguez confiaba en que sus compañeros estaban por llegar. La mañana transcurrió en soledad.
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Cita-2-paro-civicoBuhoneros sí, clientes no
Quienes están de paro desde hace tiempo en la Cota 905 son los trabajadores del aseo urbano, a cargo de la Alcaldía del Municipio Libertador. Allí la basura se desborda en distintos tramos del cerro. Los otros que pararon fueron los transportistas. Apenas una unidad de Metrobús se dejó ver, atestada, recorriendo la vía. Las caucheras, chiveras, abastos y peluquerías ubicadas al ras del camino sí prestaron servicio con normalidad.
A eso de las 10:00 am, Julio Bejarano, técnico en redes, se estaba devolviendo para allá. Trabaja en el CCCT, pero no había carro que lo llevara y un mototaxi le cobraba 12.000 bolívares, solo por la ida. No llegó más temprano a casa porque le advirtieron que por ahí andaban los funcionarios policiales a cargo de la OLP (Operación de Liberación del Pueblo). “Para mí el paro sí se está cumpliendo. En El Cementerio había bastantes negocios cerrados, aunque la policía pasaba amedrentando a la gente, pistola en mano. Me tuve que quedar un rato ahí porque, para ellos, en la Cota 905 todo el mundo es escoria, golpean a los señores y a los niños y a las mujeres les dicen que son alcahuetas de los malandros. Así que yo espero que el llamado a paro sí ayude, porque aquí a todo el mundo lo quieren amenazar a costa de una caja del CLAP”.
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Cita-1-paro-civicoAl otro lado de la ciudad, la Redoma de Petare mostró una cara distinta. Le faltaba el característico bululú habitual. Sus aceras, más despejadas, mostraban sus colores. Extrañamente se podía caminar por ellas, aunque los buhoneros igual las tenían tomadas. Ellos no faltaron a trabajar, pero sí faltó quien les fuese a comprar. “La venta está mala”, concluyó un vendedor de verduras al que le tocó tomar un mototaxi desde José Félix porque por allá tampoco había transporte.
Las ventas en Petare corrían por cuenta de los informales, porque la mayoría de los negocios estaban cerrados. “Casi nadie abrió y no todos los buhoneros llegaron. Yo vine porque ayer con la lluvia no pude vender y quedarme en la casa es pérdida. Eso sí me voy temprano, porque voy para San Blas y no hay carros. Estoy de acuerdo con el paro porque hay que dar la oportunidad a otros de gobernar. Si el Gobierno dice que quiere paz, por qué no deja que las marchas lleguen a su destino. La guerra la arman ellos”, afirma Karina Castillo, vendedora de ajo en la redoma y de pasta de dientes bachaqueada, en 12.000.
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Resistencia activa
Hacia el pueblo de Baruta el panorama era por demás contrastante. En la Autopista del Este se agolparon todas las barricadas que no hubo en La Vega, Petare o Catia. Hechas con ramas, con alcantarillas, con tubos, cajas y hasta con basura. Una galería.
En la zona céntrica del poblado baruteño nada estaba abierto. Todos, en cambio, estaban activos ante una supuesta llegada de la Guardia Nacional Bolivariana, molotov incluidas. “La avenida San Sebastián está cerrada desde las 5:30 am, y la vía de El Peñón está cerrada desde anoche. Aquí debe participar todo el mundo, todo el tiempo para que esta dictadura caiga”, subrayó la secretaria Betty Rodríguez.
En la zona vieja de Manzanares también abundaban las barricadas y el transporte continuó paralizado, desde el lunes. Algunos vecinos mostraron su molestia, mientras otros argumentaron que “el paro debe continuar”. María Rodríguez es una fiel creyente de que hay que seguir. “No veo otra manera. Ya no creo en las marchas, porque siempre terminan con la noticia de uno o dos muchachos muertos”. También lo cree por su hija, una adolescente de 13 años, a quien hace dos años le diagnosticaron una afección cardiaca llamada Síndrome del QT, por lo que depende de una pastilla que no consigue y su escasez en las farmacias puede matarla. Parar de trabajar, como protesta, es una respuesta a la penuria diaria. “A mi también me operaron del corazón cuando era una niña. En el Hospital Universitario. Vivíamos en La Palomera, y mi papá no tuvo que poner un medio. Ahora a mi hija la mandaron al Cardiológico Infantil, un centro con una infraestructura del primer mundo, pero sin especialistas. El día que llevé a mi hija quería ponerme a llorar, había una doctora y siete técnicos, y parecía que ninguno de ellos entendía lo que la doctora decía. No le puedo dar a mis hijas la atención que yo recibí». Rodríguez prefiere la protesta, la tranca, el paro a la entrega. «Somos mayoría y no todos nos podemos ir”.
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