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Stephen Hawking: La teoría de todo buen comer

La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que padece el científico Stephen Hawking le impide muchas cosas, pero no todas, entre ellas su brillantez intelectual y gusto por la buena mesa

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Llega a Venezuela La teoría del todo, película dirigida por James Marsh, protagonizada por Eddie Redmayne y Felicity Jones. Ya obtuvo un Globo de Oro y un Premio de la Asociación de Actores. Tiene cinco nominaciones al Oscar: Mejor película; Mejor actor (Eddie Redmayne); Mejor Actriz (Felicity Jones); Mejor guión adaptado y Mejor banda sonora (Jóhann Jóhannsson).

Su sinopsis no es misterio. Revisa una etapa de la vida de Stephen Hawking, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico. La película está basada en el libro Hacia el infinito. Mi vida con Stephen Hawking (Lumen, 2008), escrito por Jane Wilde, la primera y admirable esposa del estudioso de los agujeros negros.

Desde sus primeras apariciones públicas se sabe que Hawking padece de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), enfermedad neurodegenerativa que ataca despiadadamente las neuronas motoras encargadas de controlar los músculos voluntarios. La dolencia no afecta los órganos sexuales ni los sentidos. Si bien para Hawking comer no es tarea fácil —ni le está permitido todo—, sus allegados aseguran que es uno de sus grandes placeres, amén de que fuera ante una mesa donde recibió las grandes enseñanzas de sus padres. Cuentan que los Hawking tenían por costumbre sentarse a comer en la mesa leyendo un libro cada uno.

Entre las muchas entrevistas que ofreció Jane Wilde cuando presentó sus memorias en España, confesó a ABC.es sobre su ex esposo: “Tenía que prepararle por la mañana, llevarle a su despacho, que estaba muy cerca de nuestra casa, prepararle la comida, luego la cena… Stephen necesitaba tres grandes comidas al día”.

Lucy Hawking —la primogénita, narradora y periodista— escribió junto a su padre una trilogía de ciencia ficción juvenil que lleva miles de ejemplares vendidos: “Hicimos la mayor parte del trabajo durante las cenas. A mi padre le encanta comer. Lo hace con abundante mantequilla y grasas, que él necesita…, ¡Pero yo no!”, explicó Lucy al diario La Tercera.

Un viajero curioso

En octubre del año pasado Hawking desembarcó en el puerto español de Vigo en la penúltima escala del trasatlántico “Independence of the seas”, de la naviera Royal Caribean. Había estado en Tenerife ofreciendo una conferencia en el Festival Starmus que organiza el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y tomó el crucero para regresar a su casa en Southampton.

El científico de 73 años causó revuelo en la ciudad gallega. Turistas y paisanos dieron cuenta de su paseo por la calle de las Ostras y su almuerzo en el restaurante “La Espuela”, donde probó ostras, mejillones, jamón, y un rape cocinado con setas, acompañado por un zumo de piña. “Su médico nos dijo que quedó muy contento, que estaba todo exquisito”, presumió ante la prensa el dueño del restaurante, Víctor Cuña, según reseñó el diario Faro de Vigo.
En la última escala del crucero, en Lisboa, Hawking no se privó de saborear un Pastel de Belém, que no había comido en treinta años. Lo acompañó con café, aseguró un mesonero de la Pastelería de Belém, donde se vende el tradicional dulce de nata desde 1837.

Stephen Hawking es un hombre admirable por su obra y su capacidad de sostenerse desde una enfermedad que ha obrado en él una milagrosa supervivencia. De ahí que sus palabras, más que las de cualquier conferencista motivacional, infundan tanto aliento: “Elijo no pensar en mi estado ni lamentarme por las cosas que me impide hacer, que no son tantas (…) La vida es una cosa maravillosa y hay tantas cosas por hacer”.

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