Política

Arrodillarse o no por el carnet de la patria

Humillados, sumisos, derrotados. Así se sienten los opositores que se vieron obligados a sacarse el carnet de la patria, luego de que el Gobierno pusiera a los venezolanos en tres y dos: sobrevivir al comunismo o conservar la dignidad. El plástico rojo rojito dejó de ser un objeto que adornaba las carteras de los seguidores del chavismo y ahora lo tienen cientos de ciudadanos que ni en sus peores pesadillas imaginaron tenerlo en sus manos

FOTOGRAFÍAs: DANIEL HERNÁNDEZ
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“¿Qué hago yo aquí?”, se preguntaba Carmela Rossi* mientras miraba a su alrededor y esperaba su turno en la cola, aunque con pocas esperanzas de que ese momento llegara pronto. Si de algo estaba segura, era que no quería estar allí. Pero ese día despertó temprano y estuvo en la fila desde las 8 de la mañana para sacarse lo que había dicho en innumerables ocasiones que no tendría ni en broma: el carnet de la patria.

carnetcita7Carmela no es chavista. Jamás apoyó al difunto ni a su sucesor y, de no haber sido porque nunca se nacionalizó, a pesar de haber llegado de Europa hace más de 40 años, habría votado en contra todas las veces que fueron convocadas elecciones en el país. Sin importar los comentarios o sugerencias, estaba negada a tener ese pedazo de plástico en su cartera junto a sus documentos de identidad. Tampoco le interesaban los bonos ni el dinero que el Gobierno reparte a borbotones a sus portadores.

El dilema tocó a su puerta cuando escuchó que la pensión sería pagada a través de la billetera digital del sistema del carnet de la patria. “Yo trabajé 21 años como costurera. Tengo los papeles para respaldar mi cotizaciones, pero quienes están mandando aquí son ellos y hacen lo que les da la gana”, expresa la sexagenaria. Así, dejó su orgullo a un lado y fue a una de las jornadas de carnetización de su zona, en el centro de Caracas.

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Para su sorpresa, estaba rodeada de opositores. Las quejas por la crisis, los altos precios de los productos, la reconversión monetaria bullían. El descontento con el gobierno se palpaba. Cuando llevaba más de dos horas de cola sin que hubiesen iniciado el operativo, porque “el sistema estaba lento”, uno de los encargados anunció: “Señores, se pueden ir a sus casas porque el sistema se cayó”. La gente, cuenta Carmela, se alborotó porque las versiones no concordaban. “Las personas tienen años sacándose el carnet de la patria, pero ustedes vinieron a última hora. Ahora se quedan tranquilitos y esperan, se calan su cola”, soltó una militante del chavismo, empoderada. La trifulca empeoró y ni la amenaza de llamar a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) calmó los reclamos.

Eso no es obligado
¿Ah, no? ¡Yo trabajo en la Cantv y a mí me obligan a sacarme el carnet de la patria!

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No hubo reclamo o disgusto que acelerara el proceso. “Se dieron su postín. Yo solo quería que me dieran esa mierda pa’ irme pal coño”. Carmela salió del sitio pasadas las 3 de la tarde y sin carnet; se lo entregaron al día siguiente casi al finalizar la jornada. La mujer se sintió derrotada, en ese momento y después de pasados unos cuantos días. “Ahí éramos todos opositores hablando pestes del gobierno, pero nos arrodillaron y caímos arrodillados por un carnet”. Se lamenta, sobre todo, ser parte del problema. “Siempre me voy a arrepentir de habérmelo sacado. Yo lo que quiero es que se vayan estas lacras y así estoy colaborando a que se queden en el poder”.

No era la única con un desazón en el cuerpo. Raquel Smil estuvo desde las 4 de la mañana en la avenida Panteón. La mujer de 68 años de edad estaba deshidratada por pasar más de cinco horas bajo el sol esperando que comenzaran el operativo. “No ha llegado el material”, era la razón de la demora y la fila no dejaba de crecer. Estaba ahí “por obligación”, porque no le quedó otro remedio. “Yo soy de la oposición y lo que más deseo es ver a Maduro encarcelado pagando todo lo que le ha hecho a este país”, dice.

Fueron los más de 55 años de labores como secretaria en empresas privadas lo que empujaron a defender su pensión y no dejar de obtener su beneficio. Eso y el cuchicheo en las redes sociales. “Hay tantos rumores, que si lo vas a necesitar para salir del país, para la gasolina, para medicinas. A mí ni me va ni me viene. Si hay elecciones, igual no voy a votar por ellos”. Smil es la primera de su núcleo familiar en portar el carnet.

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No era vocación, ni ideología, ni amor lo que movió a César Torres fuera de su casa esa mañana para obtener el documento. Fueron las necesidades familiares, asegurar su futura pensión y agilizar un requisito que, está convencido, se convertirá en la norma. “Con el gobierno sabes que piensas mal y aciertas al 100%. Dentro de pronto estaremos en la calle y nos dirán ‘péguese contra la pared, dame el carnet de la patria’. Ya nos esán poniendo sobre aviso”. El diseñador gráfico de profesión estaba renuente, pero cedió. “Me siento miserable, asqueado, tener que hacer algo contra mi voluntad. Yo no soy de los que pueda decir que mañana me voy del país”.

Si Anny Gómez no se sacaba el carnet de la patria, se quedaba sin empleo. Trabaja en una venta de hortalizas en Plaza Venezuela y su jefe le dijo que si quería dejar de cobrar seis millones de bolívares para pasar a recibir el nuevo sueldo mínimo de 1.800 bolívares soberanos debía tenerlo. Refutó la orden, pero no había opción. “Estoy obligada”, comenta la joven de 24 años. “Yo no hago ni cola para comprar pan, ni para sacarme el pasaporte y lo necesito. Esto va contra todos mis ideales”. Se tuvo que tragar todas sus palabras.

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Máximo Sánchez es miembro de la dirección nacional del partido político Primero Justicia, secretario de gobierno del municipio Chacao y portador del carnet de la patria. Las fotos de la tarjeta electrónica con sus datos y de su presencia en la jornada de carnetización corrieron rabiosamente por las redes sociales y fueron aprovechadas incluso por medios del Estado. En Twitter lo acusaron de “hipócrita”, “ladrón” y “cómplice de la dictadura”.

«Mi papá sufre de glaucoma y tensión alta, enfermedades tratables en un país normal, que aquí en nuestro país, son casi una sentencia de muerte. ¿Cómo consigo los medicamentos que necesita mi papá? No los consigo, es una lucha diaria”. Sánchez también se defendió en Twitter con su versión por medio de ocho mensajes explicando que se vio obligado a someterse al «criminal» control del chavismo. “¿Estoy de acuerdo? No. Claro que no, pero tampoco puedo dejar morir a mi papá sin hacer nada más”.

Clímax intentó comunicarse con el también presidente del Cabildo Metropolitano de Caracas. Luego de un primer contacto telefónico, la entrevista no se concretó.

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Otra raya

El carnet de la patria parece no tener límites. El Gobierno ha utilizado este objeto como instrumento de control social y su alcance es cada vez más amplio. En diciembre de 2016, cuando fue anunciado, Maduro explicó que serviría para regular las labores en la entrega de bolsas o cajas de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), así como mejorar los registros de las misiones sociales. En 2017, el mandatario prometió que “de ahora en adelante todo se hará a partir de este carnet”.

Casi dos años después, el mismo plástico es un requisito casi obligatorio para obtener comida, viviendas, medicinas, bonos, para el censo de vehículos y hasta para comprar gasolina subsidiada en las estaciones de servicio. Luego de informar sobre las nuevas medidas económicas, con un gigantesco aumento de sueldo mínimo, el sistema Patria también funcionará para que las empresas se registren y accedan al subsidio de la nómina que el Estado prometió que pagaría.

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Para Maduro, “el carnet de la patria es una creación milagrosa de la revolución bolivariana, que nos ha permitido llevar la protección social directamente a nuestro pueblo y sin intermediarios”. Y no tardó en escupir números: más de 18 millones de personas se han registrado en el sistema.

Félix Seijas, director de la encuestadora Delphos, no tiene adjetivos positivos para ese plástico. Explica que el Gobierno ha ido avanzando en la política de control social que se ha planteado a través de este instrumento, además de ser una herramienta para conocer datos de la población. “En un país con un desorden tremendo en registros administrativos, viene a servir de registro de todos. Te registra, te centraliza, te humilla en diversas formas, y ayuda a convencerte de que son más fuertes de lo que tú podrías llegar a ser, por lo que vas rindiendo las posibilidades de lucha. Y castiga a los rebeldes. Si te resistes, queda excluido. Así que es un instrumento de exclusión”, afirmó a El Estímulo.

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En las redes sociales nació el debate, la eterna búsqueda estéril de quién tiene la razón. Las opiniones eran variadas: quienes señalaban a aquellos que decidieron entrar en la base de datos del chavismo; quienes comprendían las razones que llevaron a muchos a sacarse el carnet; quienes aseguraban que tener la tarjeta electrónica era un acto de resistencia y quienes simplemente se negaban a tenerlo.

Una derrota moral y profundizar las líneas de división social podrían ser algunos de los objetivos del chavismo con el carnet, dice el politólogo John Magdaleno. Señala como algo comprensible que las personas encuentren en este sistema una alternativa para sobrevivir. “Yo nunca me lo sacaré, pero no critico a los que lo hacen porque sé que tienen como imperativo sobrevivir. Es una cuestión práctica, literalmente de vida o muerte”.

Además, menciona como una equivocación el juzgar a aquellos que han hecho el trámite para obtener el documento. “Se genera un debate que contribuye, a la postre, a una mayor fragmentación, ya no solo del liderazgo sino también de la base opositora. Permitirle una nueva línea de división a un autoritarismo hegemónico con rasgos totalitarios es, en mi opinión, un gravísimo error».

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No, no y no

Luis Trincado tiene lo que se necesita para ser un pensionado: la edad y, sobre todo, sus cotizaciones completas. Así que se fue con una carpeta llena de documentos hasta Los Teques para presentar los papeles que lo certificarían. Al llegar le dijeron que no hacía falta “tanto papeleo”, solo era necesario presentar el carnet de la patria. Se indignó y reclamó, pero no le recibieron la carpeta. En Twitter afirmó que demandaría al Estado por incumplimiento si lo obligaban a sacarse el carnet. “Yo estoy pidiendo que se respete un derecho que la Constitución me otorga. El planteamiento de carnetizarme para cobrar mi pensión es tiránico y dictatorial”, menciona.

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Militante de La Causa R, comenta que los anuncios iniciales que hicieron representantes del chavismo no fueron claros. “No se sabe el alcance de la exigencia del carnet. Al parecer, ese requisito no iba a ser solicitado a los que ya estaban cobrando, pero no sé sabe cómo va a hacer de aquí en adelante”. Y él se queda en sus trece. “Yo no lo haré jamás, como ciudadano en plena conciencia de mis derechos, no voy a permitir que se me chantajee. Eso es control del Estado, un proyecto totalitario absolutamente abusivo”.

Explica que respeta a quienes deciden pedir el carnet, pero “no me pueden pedir es que yo aplauda eso o decir que es un acto de resistencia o heroismo. Eso no es heroismo cuando sabes perfectamente que estamos ante una dictadura”. Para Trincado, el instrumento le sugiere otro problema: “Ellos nos dicen que tenemos que sacarnos el carnet y salimos corriendo a engrosar la base de datos. Calcule usted cuánto será la cantidad de votos que van a sacar y todas las trampas electorales que pueden hacer”.

Su convicción lo llevó a él y a un gran grupo de pensionados a reunirse el 29 de agosto en la plaza La Moneda a protestar en la sede del Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS) y a pedir respuestas para calmar la incertidumbre. “¡Pensión sin condición!”, exclamaron las personas de la tercera edad. Trancaron algunas las vías en el centro de la ciudad y se mantuvieron firmes por más de tres horas.

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Lesbia Odett tiene 72 años y para ella la cédula de identidad es el único documento que debe presentar para cobrar su la magra recompensa por años de duro trabajo. “Nos están obligando a sacar el carnet y ningún gobierno jamás ha exigido nada aparte de la cédula. Cuando él (Maduro) presente su partida de nacimiento, hablamos”, mencionó la mujer.

“A este Gobierno no le duelen los viejos. Nosotros hemos trabajado desde muchachos y mira cómo nos tratan. Esta es nuestra pensión que nos garantizaba nuestra vejez y nuestro derecho constitucional. Ellos nos tienen que dar una explicación”, expresó Ivonne Machado.

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Ese mismo día, el ministro Jorge Rodríguez aclaró que el cobro de las pensiones, que se haría de forma progresiva hasta el 15 de septiembre, seguiría siendo por medio de las cuentas bancarias. “La información llegó muy tarde. Eso fue adrede, ellos no dan puntada sin dedal, algún interés tienen, deben tener en mente otra cosa”, manifestó Carmela Rossi con resignación. Para ella y para muchos, el daño ya estaba hecho.

*Nombre cambiado a petición de la fuente

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