Sociedad

Mi vida con el CLAP: La ruleta rusa de los productos

Comer subsidiado se ha convertido en un asunto de azar. Así como con la ruleta rusa, con las bolsas CLAP nunca sabes con qué te encontrarás. Algunos son afortunados y consiguen los productos prometidos, pero no todos corren con la misma suerte. Clímax presenta una serie dedicada a la cotidianidad impuesta a través de la entrega de comida de los CLAP ¿Y las caraotas? ¿Y la lata de atún? ¿Y la leche en polvo? Nada de eso llegó en la bolsa CLAP del mes pasado. Traía lo de siempre, lo común: harina, arroz, pasta. ¿Pero lo demás qué? ¿A quién le pregunta uno? No hay a quién reclamarle o pedirle una explicación. En cualquier país normal, uno se quejaría, ¿no? Con la gente del CLAP esa regla no existe.

ILUSTRACIÓN: DANIEL HERNÁNDEZ
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La última vez fue el colmo de los colmos. Pegado en la puerta de la casa a la que hay que ir a buscar los productos CLAP, había una lista de todo lo que contenía la bolsa. Qué y cuántas cosas. Antes de pagar te decían con mala actitud: «Revisen su bolsa, después no hay quejas». Coño e’ tu madre. ¿Cómo carrizo abres esa bolsa ahí, que pesa un montón, para revisarla? De bromita y la puedo cargar hasta mi casa. Con ellos todo es así: paga tu vaina, llévatela y te la calas. No tienes de otra.

Mi producto favorito es el atún. El día que llega la bolsa, es ley: hacemos arepas. Una cena especial porque hace meses que no compro una lata en el supermercado. No sé cuáles marcas hay, ni siquiera en cuánto salen. Por ahí me dijeron que ya va por 9 millones una latica. Cuando entro en el dilema de ir a buscar la bolsa o no porque me da mucho fastidio, pienso en el atún y se me pasa la flojera. Si no llega, como esta vez, me da arrechera. Digo un «Qué bolas». Y ya.

Mi mamá lo lleva a otro nivel. Su producto favorito es, sin lugar a dudas, el aceite. No sé cuál es su emoción, pero si por ella fuera, cambiaría todas las harinas y las pastas por ese líquido amarillo. Se estresa cuando queda solo una botella en las gavetas de la cocina. Y es capaz de pagar lo que sea por un litro para freir. Y si es Mazeite, creo que pagaría en dólares, si los tuviera. No los tiene.

El problema comienza cuando no llega el aceite. A esa señora se le olvida que los tipos son chavistas, colectivos y malandros (¿no es todo sinónimo?) y reclama su litro de aceite.

Mira, vale, ¿y el aceite?- le preguntó con tono malandro a los tipos.
No vino- dijeron sin más.
¿No vino o se lo agarraron para revenderlos en Catia?

Agarró su vaina y se fue. Ellos hacen lo que quieren. Saber qué va a llegar en la bolsa CLAP es una ruleta rusa. Hay cosas básicas, obvio. Pero en líneas generales, pueden quitar lo que les dé la gana.

Siento que va a llegar al día en que va a venir una harina, una pasta y un arroz. Después de ese arrebato de mi mamá, creo que ni siquiera nos van a entregar la bolsa.

Chao, atún.

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