El gobierno y la gente del CLAP siempre salen con sorpresas. Cuando crees que ya nada puede ser peor, vienen y se superan a sí mismos. En eso son expertos.
Hace más de dos meses —cuando todavía no había llegado la reconversión monetaria—, después de esperar varios días por la bolsa y que cambiaran la fecha de entrega como tres veces, la vocera de mi edificio se acercó a decirnos: «Tienen que regresarme la bolsa». Mi cara de WTF tuvo que haber sido muy obvia porque hasta ella se cortó.
—¿La bolsa? ¿Tenemos que regresarte la bolsa?
—Sí. Llegan a sus casas, sacan los productos y la regresan.
Eso no fue suficiente. Como dije, se superan a sí mismos.
—Si no, les cobramos 50 mil bolívares (ahora 0,50 soberanos).
Todo mal. Recuerdo que la bolsa CLAP costaba, en ese momento, 30 mil bolívares (0,30 soberanos). Es decir, por no regresar la bolsa (sola, vacía) nos iban a cobrar más que por todo lo que viene en ella. ¿Tiene sentido?
Un familiar nos comentó que en su zona reciclan las cajas y el dinero reunido lo utilizan para comprar bombillos, bolsas de basura o cualquier cosa para el edificio. En mi sector, en el oeste de Caracas, no es así. Las bolsas se regresan a los representantes del CLAP. Si las reciclan para otra entrega o las venden, es problema de ellos. No lo aclaran, tampoco.
Incluso, alguien en mi trabajo que también recibe CLAP me dijo que si no entrega la caja, ni siquiera se la cobran.
Cada quien usa la ley a su antojo. La ley del más vivo. De eso se trata todo.