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"Jaula": final explicado de la película española disponible en Netflix

La película española, que significa el debut del director Ignacio Tatay, presenta un terror sicológico con una explicación muy terrenal. Aquí abordamos todas las preguntas que deja el cierre de la producción

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Jaula

¡La maternidad! ¿Qué sería del terror sin ella? De «Psycho» a Hereditary», de «Rosemary’s Baby» a «Good night mommy», la relación entre madres e hijos se ha bordado de las mil y un formas en el género. «Jaula», el debut en largo del director español Ignacio Tatay, es una nueva aproximación al tema.

La película llega de la mano de una productora importante: Pokeepsie Films, de Álex de la Iglesia («El día de la bestia», «Las brujas de Zugarrimundi») y Carolina Bang («Balada triste de trompeta»). Además, está protagonizada por Elena Anaya, que en 2012 sorprendió al mundo con su actuación en «La piel que habito». Por eso no es de extrañar que generara cierta expectativa. Pero, ¿de qué va esta cinta?

Paula (Anaya) y su marido (Pablo Molinero) encuentran en la carretera a una solitaria y confundida niña (Eva Tennear), quien aparentemente es muda. Dos semanas más tarde, tras conocerse que nadie la reclama y por los problemas de adaptabilidad en el hospital, la pareja le da cobijo temporal. Esta decisión cambiará para siempre la vida de los tres.

La película es al principio lenta y peca de apostarle todo a una resolución no muy creíble o, digamos, abruptamente manejada. O, como se lee en Decider, «poco coherente». Sin embargo, la producción tiene muchas cosas interesantes, como el uso de la tiza como motor de la trama. Lo que parece ser el inicio de una trama sobrenatural, termina con una inteligente explicación racional.

Precisamente, si ya viste la película, probablemente tendrás varias preguntas pendientes debido a ese cambio radical que Isabel Peña y el propio Tatay exponen en el guion, en el último tramo de la producción. Aquí vamos a responder esas inquietudes, no sin antes prevenir al desprevenido lector de que vienen spoilers.

¿Cómo funcionan los caminos de tiza?

Paula y Simón (Pablo Milonero) intentan que Clara (Eva Tennear) mejore llevándola a la casa. La pequeña, sin embargo, sigue sin hablar y no es capaz de moverse más allá de un pequeño cuadrado trazado en el piso. Entonces, Paula usa la tiza para crear «espacios» imaginarios más amplios o caminos hacia el resto del hogar. De alguna manera (luego sabremos la razón), la niña solo se siente segura siguiendo esas líneas marcadas en el piso.

En este contexto, Paula comienza fijando un espacio pequeño que luego va ampliando para que Clara se sienta cómoda. Como se explica en la película, la niña no es muda, simplemente no entiende el idioma español. Además, le cuesta comunicarse porque ha sufrido un trauma y ese trauma está asociado al secuestro de ella y el asesinato de su madre, a manos del vecino, Eduardo Olivares (Carlos Santos). Esto lo comprenderemos más adelante.

¿Paula sufre de problemas de salud mental?

«Jaula» juega desde el inicio con posibles problemas de Paula asociados a una maternidad frustrada. Por eso se inyecta regularmente, en un intento de quedar embarazada, al mismo tiempo que, una vez que Clara entra a la vida de la pareja, actúa más como una madre que una adulta interesada en que la niña supere su trauma, socialice y vuelva a hablar.

El guion es bastante astuto para que los espectadores crean que en efecto hay un deterioro mental y que Paula se ha obsesionado con Clara, al punto de que no es capaz de aceptar lo aparentemente evidente: que la niña tiene alguna psicopatía que le lleva a poner vidrio en la comida, de manera que una mujer embarazada y la propia Paula, son víctimas de cortadas en boca y garganta.

Sin embargo, mucho después, por medio de un flashback se nos muestra que no fue la niña sino el criminal, Eduardo, quien planificó todo; fue quien mató a la mamá de Clara y le enseñó a la niña a moverse solo en los espacios limitados con tiza. Además, puso el vidrio en la comida.

¿Cómo Paula descubre a Eduardo?

Es precisamente el instinto maternal de Paula el que la empuja a descubrir la verdad. Primero, no cree que Clara sea capaz de poner vidrio en la comida. De hecho, siempre trata de comprender a la pequeña cuando presenta arrebatos de rabia. Es así como, buscando una explicación racional a todo lo que ha sucedido, se lleva un expediente policíaco a casa.

Entre otras cosas, Paula descubre que años atrás una joven había sido agredida física y sexualmente. Entre los objetos de la investigación encontrados en la escena del crimen, habían diseños de papel iguales a los que Clara le regala y que parecían angelitos. Entiende la protagonista que debe existir algún tipo de relación entre esta agresión y la pequeña así que entrevista a la doctora que había realizado la autopsia de la joven. La galena le informa que la víctima tenía un ojo vago, lo que significa que un ojo era más débil que el otro.

Paula sigue revisando los casos del expediente que se robó y encuentra que una joven alemana, con un parche en un ojo, había sido secuestrada en una playa de Málaga hace unos diez años y seguía desaparecida. Con esta información, regresa a casa y ve el dibujo que Clara le había mostrado varias veces y solo en ese momento entiende que el dibujo coincide con el punto de vista de la ventana que da hacia la casa de Eduardo. De hecho, el propio asesino la saluda en ese instante. Es allí donde todo calza perfectamente: la pequeña le había estado advirtiendo todo este tiempo a Paula sobre el «Bogeyman», como se denomina a la leyenda urbana del Hombre del Saco y como por extensión se le dice a los secuestradores de niños.

¿Qué había hecho Eduardo y por qué dejó a Clara en la carretera?

Según se lee en los expedientes robados por Paula, una niña alemana había desaparecido en 2012, pero en realidad fue secuestrada por Eduardo, quien la había agredido sexualmente y eventualmente embarazado. Una vez que da a luz, la joven es asesinada en 2017. La chiquilla que nació no es otra que Clara.

Ahora bien, hay algo que puede confundir a la audiencia. En una escena se ve que Eduardo deja a Clara en la carretera y le dice que siga la línea de tiza, que realmente es la señalización que divide el camino. ¿Por qué el criminal hace eso? Pues sencillamente porque había una alcabala policial. Es probable que el criminal creyera que más adelante podría encontrarla, pero es allí cuando entran en escena Paula y Simón, escena que vimos al inicio de la cinta.

¿Cómo recupera Eduardo a Clara?

Como en «Sospechosos habituales», Isabel Peña e Ignacio Tatay tienen guardada una sorpresa en el guion: el asesino siempre ha estado a la vista, pues forma parte del grupo de amigos de Paula. Es por eso que durante una comida, vemos como el raptor mete vidrios en la mermelada y otros alimentos que presumiblemente eran parte de la dieta de Clara. Es probable que el psicópata se jugara, a la desesperada, la opción de que la niña pudiera morir al ingerir los trozos cortantes.

Pero Eduardo ya había intentado raptar a Clara de la casa de Paula y Simon. En otro flashback lo muestran. Falló en el primero pero tuvo éxito en el segundo. La pista que deja la niña con su dibujo es lo que le permite a la protagonista concluir que su vecino es el secuestrador y por lo tanto le informa a la policía sobre tal sospecha.

¿Cómo la policía descubre que Eduardo miente?

Una de las fallas que tiene la película es que al apostar por un final impactante, todo se resuelve de manera muy apresurada y algunos detalles importantes se solapan. Por ejemplo: ¿la esposa de Eduardo era cómplice? ¿Cómo escapa Clara? ¿Cómo concluye la policía que Eduardo es culpable del secuestro de Clara? Vamos a responder todas esas preguntas con calma.

Primero, Paula, sin mucho instinto de protección, por querer rescatar a Clara a toda costa, se dirige a casa de Eduardo. Allí es reducida y enclaustrada en el sótano donde también está la pequeña. Dos oficiales, advertidos por la llamada de la protagonista antes de estos eventos, llegan a la residencia. En apariencia, descartan el caso luego de las explicaciones del asesino.

Sin embargo, Eduardo debe salir para hacerse con el expediente que Paul había robado y que debe desaparecer para que no queden pruebas de sus crímenes. Durante su ausencia, la aspirante a madre le lanza unas tizas a la niña, que convenientemente lleva consigo, e invita a Clara a que deje su espacio seguro y trace su propio camino hasta salir del sótano.

Cuando Eduardo regresa, baja al sótano y busca a Clara. Nos damos cuenta entonces de que la estrategia de Paula dio resultado y la niña logra escapar al encerrar al criminal, cerrando la puerta desde afuera. La chiquilla sale de la casa y ve que Simón está hablando por teléfono, pero el adulto no la escucha. En ese momento, aparece Maite (Eva Llorach), que silencia a la infante y la lleva de vuelta a su secuestrador.

¿Por qué Maite no le cuenta todo a Simón? Parece que al comprender al instante la situación, le mueve la opción de usar estos eventos para viajar y volver a ver a sus hijos. Es obvio que le teme a Eduardo y por eso encuentra una ventaja para, al menos, escapar de su supervisión. Sin embargo, estos planes rápidamente son frustrados porque las fuerzas especiales irrumpen para recuperar a Clara y Paula.

Si los agentes se habían ido, convencidos por Eduardo, ¿por qué aparecen estos agentes de repente? La explicación es que Simón había advertido que su esposa y la niña habían desaparecido e insistió en una nueva búsqueda. Al mismo tiempo, Maite no notó que al arrastrar a Clara, la niña había dejado huellas de tiza en la puerta principal, una pista que cualquier autoridad habría seguido. De esta forma se cierra el ciclo: la herramienta que el psicópata había usado para mantener a raya a la niña, terminó jugándole en contra.

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