Literatura

"Los inmateriales", un homenaje a París y a la amistad

La obra de Oscar Marcano aborda el mundo de quienes creando (escribiendo, pintando) no quieren ni buscan ser reconocidos, sino que buscan en realidad y a fin de cuentas ser inmateriales

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Por encima de cualquier otra cosa he sido lector. Pero poco he escrito sobre libros, mi fuerte no es la reseña o la crítica literaria. Con estas líneas hago una excepción para reconocer una obra del venezolano Oscar Marcano, “Los inmateriales”, que he terminado de leer recientemente.

Debo confesar que me intimidan los libros voluminosos. Tomé en mis manos un ejemplar de “Los inmateriales”, hace tal vez un año, en la oficina de mi maestro y mentor Marcelino Bisbal, director y motor de ABEdiciones, el sello editorial de la Universidad Católica Andrés Bello. Las más de 500 páginas de esta novela me generaron, de entrada, cierta resistencia. Marcelo me sacó de dudas, léelo Andrés en verdad es una tremenda novela.

Efectivamente, “Los inmateriales” es una historia estupenda, profundamente humana, sobre la búsqueda, la búsqueda infatigable, y sobre los arquetipos que marcan la vida de muchos jóvenes. Es un gran libro sobre París, sobre la capital francesa con identidad pre-globalización, y sobre todo es una oda a la amistad.

Comienza el voluminoso volumen con una estampa de una amistad fallida, de dos jóvenes venezolanos que con poca plata salen a conocer Europa, y concluye con una poderosa imagen sobre la amistad que se mantiene a través del tiempo, de la amistad que se sostiene también con los silencios y sobre todo la capacidad de conectarse y comunicarse, con claves cinematográficas y de citas literarias, que teje el protagonista y su gran amigo francés.

Decidí rastrear, tras leer el libro, y percatarme como el protagonista de la novela lo señala, que en su búsqueda de referencias sobre la exposición “Los inmateriales” en París, se topó con que mucha gente la había visitado o sabía de su realización, pero casi nadie sabía explicarle qué había sido aquello realmente. En muchos momentos de lectura pensé que “Los inmateriales” no había existido y que era un recurso de ficción de Marcano.

Apelé al archivo de El País de España para leer más sobre esta exposición. Se efectuó desde mediados de mayo de 1985 por un lapso de dos meses y fue una iniciativa del filósofo Jean François Lyotard en el Centro Georges Pompidou, de París. El joven venezolano, estudiante de arquitectura, que protagoniza la novela llegó a la capital francesa cuando ya había concluido esta muestra. Según la reseña que leí, “Los inmateriales” marcó un punto de inflexión, no sólo por abordar y problematizar el fin de un época, la modernidad, sino porque privó la comunicación sonora sobre la expresión artística.

Decía al inicio que esta novela es también un gran homenaje a París. Al París no turístico, al de bares y restaurantes, al de franceses gruñones pero al mismo tiempo hospitalarios. Y justamente allí, en un bar, se abre una caja de pandora que a mi modo de ver permite conectar el título de la exposición con el fondo de esta novela.

La parte final del libro, cuando el joven regresa a Caracas, no siendo el mismo obviamente y hasta cambiando de carrera universitaria, se sumerge en un terreno inesperado si se le compara con las tres cuartas partes iniciales del libro. Gran parte del texto nos prepara para el acontecimiento central de la historia, pero no está como podría uno suponer en una historia amorosa, aunque está deliciosamente descrito el fetiche que tenían los pies de las mujeres para el protagonista, ni tampoco con la opción de quedarse en París, cosa que parecía un eventual desenlace.

Esa última parte, y con ello cierra magistralmente haciendo una conexión natural con todo lo anterior, aborda el mundo de quienes creando (escribiendo, pintando) no quieren ni buscan ser reconocidos, no sólo quieren que su obra y su vida pasen completamente desapercibida para el público, buscan en realidad y a fin de cuentas ser inmateriales.

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