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¿Camino a un nuevo Pacto?

La única manera de que Venezuela puede comenzar un camino para recuperar su músculo institucional y la eficiencia de su gestión consiste en que, en la sociedad y el estado, se imponga de nuevo la cultura del acuerdo. Del pacto político y social. Que regrese algún tipo de diagrama consensuado en lo básico para cohabitar en el país.

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La terrible crisis económica y social que vivimos se expande vertiginosamente, y amenaza con dinamitar, literalmente, al país completo. Encuentran a un Presidente sin los atributos requeridos para el cargo; preso de un espeso catálogo de dogmas de fe, entre los cuales se cuenta, por supuesto, la renuencia a pactar acuerdos estables, que comprometan el peso moral de la palabra, con fuerzas que les adversen.

No parece nada posible que Maduro, Cabello, Villegas o Cilia Flores terminen comprendiendo al valor civil de la negociación como filamento de la política en las sociedades civilizadas. Ni siquiera si la vida en Venezuela alcance los niveles actuales de Sierra Leona. Nadie se equivoca en cabeza ajena. El fracaso hay que vivirlo y sentirlo.

Un pacto político estable, que interprete la realidad actual, que tome nota de sus particularidades y las comprometa a entenderse y competir en el marco constitucional vigente. Ese debe ser el norte de las fuerzas sociales de este país y podría ser un tema de debate el año que entra. Una cosa como esa, tan común en todas partes, tan lejana y cuesta arriba, como realidad, en nuestras circunstancias, sólo sería posible si el chavismo concreta su erosión y se reduce su influencia social entre las masas. Sostengo que ese proceso está, actualmente, en desarrollo,

El oficialismo no comprenderá jamás la matriz de lo que le sucede, aún comprendiéndola. Se trata de un problema religioso. Son las mayorías sociales, el tejido civil del país, las que le podrían terminar de enviar un mensaje fundamental a los factores de poder actual. Para encarar la gravísima crisis de Venezuela, es necesario pactar un plan económico y atender la emergencia fiscal que han ocasionado los chavistas. Tomar decisiones responsables, basadas en criterios científicos; olvidar por una vez las payasadas, los afiches y los aplausos.

Presionada por la emergencia, esa podría ser la agenda inicial de la Asamblea Nacional que se avecina, con bastante probabilidad de mayoría opositora. Si de verdad quieren salvar a Venezuela, en esta hora, que configura la catástrofe actual, los diputados de la Oposición deberían llegar al más importante de los poderes públicos con una agenda restauradora.

Devolver a la Constitución su carácter funcional y expreso; regresarle al país el instrumento de los pactos políticos; del carácter complementario del poder nacional y sus instancias; del perfil federal y descentralizado de la gestión. Tenemos una Constitución que garantiza el pluralismo político y la alternabilidad. También, por supuesto, en torno a la necesidad de una agenda de acuerdos con el sector productivo privado.

El chavismo jamás aprenderá nada. El chavismo lo que tiene que hacer es irse. Quién debería haber aprendido algo en estos años de fracaso, luego de la pela en desarrollo, es el país. Aquí fracasaron las comunas, las estatización, las expropiaciones, las invasiones, la confiscación. La imposición.

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