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La Cumbre Escarlata: La hermosa superficialidad de Guillermo del Toro

Crimson Peak llega a la cartelera venezolana precedida por una división entre los críticos incondicionales del director mexicano y el público, que se siente decepcionado por la ausencia del terror en esta película de casi dos horas de duración. ¿Hay un camino intermedio entre ambos? Veamos.

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Es fácil imaginar a un grupito de chicos con lentes que van de sus ojeras a su frente, proteger el Bluray de Crimson Peak (La Crumbre Escarlata) como si fuera el anillo precioso del Gollum. Hay una mescolanza demasiada atractiva para los fanáticos de “lo raro” en este filme del mexicano Guillermo del Toro; de la literatura de las hermanas Brontë (Charlotte y Emily), H. P. Lovecraft y Edgar Allan Poe al cine de Mario Bava y Alfred Hitchcok. Incluso es palpable la influencia de obras  como Sleepy Hollow (Tim Burtoon), Drácula (Francis Ford Coppola) y The Shining (Stanley Kubrick). Aun así, el producto final está muy lejos de ser una obra maestra.

Crimson Peak es una película que se regodea en las formas antes que en el fondo. El guión es endeble y previsible. Rápidamente, cualquier persona que haya visto una decena de cintas -aunque su género preferido no sea el terror – se adelantará al final. Por otro lado, no hay ni una escena que genere pánico o un grito, ni siquiera una pequeña sudoración de las manos. En ese aspecto, el que se acerque a este filme esperando una buena inyección de adrenalina es probable que se quede dormido a los 15 minutos.

Matthew Robins escribe con Del Toro el guión y se notan las mismas fallas que esta dupla presentó en No tengas miedo a la Oscuridad. Existe un cortocircuito entre lo que ellos creen que puede asustar y lo que realmente asusta. No funcionan ni los ruidos, ni los golpes, ni… los fantasmas. Podríamos discutir si hoy en día, cuando el torture porn (Hostal, El Juego del Miedo) no da espacio para la imaginación, un simple ectoplasma coloreado de rojo es suficiente para generar temor. Como fuera, queda claro que Crimson Peak no es una película de terror, por más que tenga elementos del género. Entonces, ¿qué es?

“Rara avis dentro de un género obsesionado con el metraje encontrado, la osadía de esta película consiste en afirmar, desde el minuto 1, que los fantasmas existen y moran en lo más profundos de nuestros miedos. Es la reivindicación de lo clásico en una época en la que el terror parece haber perdido cualquier atisbo de inocencia”, escribe el crítico Gerard A. Casadó. La cumbre escarlata es igualmente prodigiosa en encuadres, montaje y progresión dramática, con escenas tan contundentes como la del asesinato en las duchas, de veras extraordinaria. El filme es un anclaje radical, y radicalmente poético, de motivos y estilemas del género, abrazados por el amor que por ellos siente un auténtico cineasta de raza”, dicen en La Vanguardia. “Lo hipnótico de esta película no está en su trama, ni en su capacidad de aliar sensibilidad, emoción y miedo, sino en el diseño y visión de un escenario tan impresionante como decadente: un caserón”, reseña el diario ABC.

Una obra en tres actos

En efecto, lo mejor de Crimson Peak sucede cuando la historia se muda, literalmente, a la casa que da el nombre a la obra. Es allí cuando los colores –esa maravillosa combinación entre el amarillo y el rojo que contrasta con la blanquísima nieve- despierta al espectador. Una mansión a mitad de camino entre la majestuosidad y la decadencia debe encerrar muchos secretos. Descubrirlos se convierte en la misión principal de la protagonista, Edith Cushing (Mia Wasikowska).

El lector avispado se dará cuenta de que solo después de seis párrafos hay una referencia hacia uno de los actores. Y no, no es casualidad. Quienes más sufren con el flojo guión son los personajes. El ejercicio de onanismo de Del Toro le impide revisar el maltrato que sufren cada uno de los intérpretes. La peor parte la lleva Charlie Hunnam, quien parece un clon de Brad Pitt en sus inicios. Los mejores librados son Jessica Chastain y Tom Hiddleston. A Waikowska, por su parte, no le favorece ese look a lo Gwyneth Paltrow en Shakespeare Enamorado.

Cada vez que aparece Chastain la cinta consigue un pico. Suele suceder en las películas de Del Toro, donde los monstruos tienen más peso que los humanos. Y no es que el personaje de Jessica sea un fantasma. Sino que el director muestra una marcada predilección por tratar de entender el amor prohibido que mueve toda la trama de Crimson Peak.

Decíamos que el segundo acto –cuando se mudan a la mansión donde se desarrollará el conflicto- despierta el interés del espectador, algo adormilado por un inicio lento y demasiado explicativo. El tercero, el del cierre, se convierte en un final alargado, con un duelo tan previsible como precioso. Con una cámara que se mueve a las mil maravillas en una coreografía que no le debe ni un segundo a cualquier película de acción.

En conclusión, La Cumbre Escarlata es un capricho de Del Toro, que cumple con la misión de contar, de una manera prodigiosa, un cuento de terror gótico. Cuento, que por su misma condición nunca debió superar los 90 minutos. Pero, por otra parte, es una magnífica excusa para apreciar las capacidades artísticas de un director que sabe exactamente cómo se debe ver cada encuadre. Es una lástima que ese mismo esfuerzo no se haya previsto en el desarrollo de la historia.

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