De Interés

Nuestras utopías

Los mundos posibles que han imaginado e imaginan las utopías están muchas veces sintonizados con las carencias que experimentan las sociedades, generando respuestas malas y buenas, la mayoría impracticables, a las servidumbres, insuficiencias, decepciones, intolerancias y muchos otros problemas más que marcan los tiempos, históricos, presentes y futuros.

Publicidad
FOTOGRAFÍA: LEO CORREA | AFP

«Meses navegando
Tierra a la vista
Todo volverá a ser como fue
Las luces de la costa
Son faros del pasado
Todo volverá a ser como fue” (Soda Stereo)
La doble etimología de la palabra utopía comprende los significados de “un buen lugar” y “en ningún lugar” reflejando así plenamente el significado implícito y contradictorio de la novela Utopía de Tomas Moro, los buenos lugares, no solo no existen, sino que no están en ningún lugar. Sin embargo, tampoco es que el lugar que imaginó y describió Tomas Moro, la isla de Utopía, fuera un buen lugar en los términos de la evolución del pensamiento social, desde ese entonces hasta ahora.
En estas latitudes una de las utopías más buscadas fue la de El Dorado, “la ciudad imperial de Guayana, que supera en magnificencia y tesoros a cualquier ciudad del mundo”. Los exploradores Ponce de León y el inglés Walter Raleigh la buscaron obsesivamente. Todavía, increíblemente, los latinoamericanos la seguimos buscando, bajo otras concepciones, arropada por otros tamices que la ocultan cada vez que nos jactamos que la estamos palpando.
Gregory Claeys, autor de la obra Utopía, Historia de una Idea, expresa que: “el concepto de utopía es, en todas las épocas, una variación sobre un presente ideal, un pasado ideal y un futuro ideal, y sobre la relación entre los tres”, de esta forma mito, imaginación y realidad se unen para determinar nuestras utopías.
Señala Claeys, que para algunos el presente es lo mejor que la humanidad ha logrado, para muchos otros lo mejor está en el pasado. Los más religiosos ven la trascendencia utópica en el futuro (la promesa de una mejor vida, especialmente, en el mundo espiritual).
Venezuela no ha estado exenta de los clamores utópicos. Para la mayoría de los venezolanos el pasado siempre fue mejor que el presente, inclusive algunos llegan hasta los tiempos en los cuales estábamos en el medio de nuestro estado de naturaleza hobbiano, salvo en breves instantes en los cuales, en el medio de un destello originado por un cortocircuito, algunos reconocían que quizás ese presente, era mejor que todo el pasado. Pero como los cortocircuitos se originan de un fallo, allí mismo todo el mundo entraba en la amnesia colectiva y se buscaban de nuevo las formulas del pasado, para revivir nuestro “Dorado Criollo”.
La gesta libertadora venezolana ciertamente fue heroica y dejó una huella en el futuro republicano de muchas de las naciones del continente, pero no por eso estuvo exenta de males que también conspiraron contra el futuro progreso de los países latinoamericanos. Uno de los mayores males fue atarnos atávicamente al pasado.
Nuestra historia contemporánea ha estado llena de añoranzas por el pasado, muchas de ellas basada en nuestra historia como país petrolero. La renta petrolera era suficiente para derrocharla, regalarla, exprimirla, acabarla groseramente, sin ninguna contraprestación productiva y sobre todo previsiva.

A momentos, nos llenamos de vacuidad en el medio de la abundancia. Inclusive nos sentimos grandes, siendo tan pequeños, porque seguimos siendo como nación joven que somos, un adolescente traumado por su paso acelerado a la adultez.
Como las utopías no necesariamente son imposibles, por imperfectas, porque son ideadas por las mentes de los hombres, y lo perfecto nos desborda porque pertenece a otros reinos, mundos, planos o dimensiones, nos toca pensar a todos, sin excepción, un poco en el futuro.
Como también dice la misma canción, citada al principio del artículo, “quiero descansar de todo ayer”. Nos tocará hacerlo, más pronto que tarde, y concentrarnos en hacer proyecciones reales, viables, para construir nuestro futuro. Pedir lo imposible es rogar y concretar lo frustrante, campo para nuevas utopías, que devienen en distopias sangrientas, de esas que causan mucho dolor y traumas. ¿Estaremos todos conscientes del reto?]]>

Publicidad
Publicidad