De Interés

En busca de un sentido a esta realidad

Viktor Frankl, fue un psiquiatra y neurólogo austriaco (1905-1997), sobreviviente de los campos de concentración nazi (prisionero Nro. 119.104). Fue conocido como el fundador de la logoterapia, psicoterapia que propone la búsqueda de un sentido como motivación primaria del ser humano. Su obra fue amplia, pero en el libro “El hombre en busca de sentido”, resume sus experiencias, y cómo llegó a la génesis de la logoterapia.

Publicidad
FOTOGRAFÍA: MARTÍN MEJÍA | AP

“La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una racionalización secundaria de sus impulsos instintivos.”
En el referido libro, Frankl describe sus experiencias como prisionero de un campo de concentración desde una perspectiva psiquiátrica. Su experiencia fue muy ruda, sufrida, triste, dramática, deshumanizante, aunque en algunos momentos logró vislumbrar algunos destellos o rastros de humanidad, sobre todo entre los compañeros de celda.
Aun en medio de las condiciones más extremas en el campo de concentración, Frankl afirmaba que el individuo podía encontrar una razón para vivir, basada específicamente en su dimensión espiritual, sobre todo cuando su única posesión como prisionero era su desnuda existencia.
Frankl describe muchas etapas en ese transitar por el sufrimiento. Ilusión por el cambio, curiosidad, apatía, sueños, vuelta a las emociones primitivas (ausencia de sentimientos, cuestionamientos políticos, religiosos), irritabilidad, huida al interior, y finalmente la libertad interior. Pero el aderezo de muchas de esas etapas era un vacío existencial, una plenitud de vacuidad, o, mejor dicho, una vacuidad llena a rebosar.
Frank agrega que lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. “Tenemos que aprender por nosotros mismos y después, enseñar a los desesperados que en realidad no importa que no esperamos nada de la vida, sino si la vida espera algo de nosotros.”
En este momento se vive en Venezuela una neurosis colectiva. Todo el mundo está en conflicto con todo el mundo. No voy a referirme a las razones, puesto que todos, o casi todos las conocemos. Cualquier tweet, foto, video, comentario, respiro, genera una interminable discusión o conflicto. Inclusive los venezolanos que permanecen en el país no solo pelean entre ellos, sino con la creciente diáspora venezolana. Un sociólogo tendría mucho trabajo categorizando las razones, y grupos de conflicto que ya no solo abarcan las razones políticas, sino cualquier gesto, comentario o inclusive pensamiento.
En el medio de esta convulsión cualquiera se plantea: ¿Qué sentido tiene todo esto? Sobre todo, porque la razón de ser de cualquier constructo social, entre ellos el del Estado, es justamente construir, no destruir. Y estamos encaminados a la destrucción.
Creo que, sin perder nunca el ideal de sociedad, y todo lo que ella conlleva, no debemos olvidar nunca que, aun siendo miembros de ésta, debemos como individuos transitar nuestra propia senda, nuestro propio dharma, con su karma (valga la expresión), y buscar por nosotros mismos el sentido a la existencia.
Es decir, que sin olvidar que somos miembros de un colectivo, a final de cuentas nacemos y morimos como individuos, y nuestras alegrías y responsabilidad por el mal obrar, son nuestras y de mas nadie.
Tanto sentido tiene que buscarle a la vida el venezolano que se queda en la Venezuela actual, como aquel que le toca vivir un desarraigo, voluntario o forzado en el exterior. También el que está a un lado de la acera, como en el otro.

Igualmente, tiene que buscárselo el que sufre, y también en algún momento el que causa el sufrimiento. Este último, guillotinador, verdugo, agente karmatico, entidad maligna, o como quiera que se le llame, deberá buscarle un sentido al por qué de sus desmanes. A todo el mundo, temprano o tarde, el destino lo alcanza. ¿Alguien se ha logrado escapar de su destino? La respuesta es No.
Víctor Frankl se plantea casi al final de su libro una inquietud: “¿Sobreviviremos a este campo? Pues si no, este sufrimiento no tiene sentido”.
La pregunta que yo me planteaba era algo distinta, agrega: ¿Tienen todo este sufrimiento, todas estas muertes en torno mío, algún sentido? Porque si no, definitivamente, la supervivencia no tiene sentido, pues la vida cuyo significado depende de una casualidad, ya se sobreviva o se escape a ella, en último término, no merece ser vivida.”
Fuimos despertados de nuestro letargo petrolero, de ufanarnos de ser los mejores de América Latina, con la democracia mas sólida, y la economía más próspera. Fuimos despertados de nuestro modo de ser los más “chéveres” y simpáticos del mundo, riéndonos, viviendo y jactándonos de tener el mejor país del mundo, mientras en otras latitudes otros hacían, y silenciosamente se decían a sí mismos: “¡aún falta mucho para estar tranquilos!”
De la noche a la mañana nos tocó enfrentar una realidad: Todo en la vida tiene un costo, o un precio.]]>

Publicidad
Publicidad