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Lápida para un proceso

Ha muerto la etapa de Chita Sanvicente, ha muerto la eliminatoria para Rusia 2018, ha muerto la sensación de que la Vinotinto estaba más allá de los problemas del país. Ni siquiera es seguro que toda muerte traiga después una regeneración

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Tienen la técnica, tienen la tónica, tratan la esfera de forma única”. Solo la Vinotinto parecía sostener la ilusión de un país, incluso con el autogol de semejantes versos de los Caramelos de Cianuro. Este martes ha muerto todo. Ha fallecido el proceso de un seleccionador que nunca encontró soluciones creativas ante un notable bajón generacional. El sueño de clasificar finalmente a un Mundial. El espejismo de que podíamos tener una selección buena más allá de un campeonato local pésimo. Ha muerto la Vinotinto y no necesariamente volverá a nacer. Paz a sus restos.

El espectáculo en las gradas de Cachamay fue todavía más lamentable que el del terreno de juego: música en los altavoces con el segundo tiempo en juego, al parecer para tapar los cánticos contra el gobierno. En la cancha, en los primeros minutos, Rómulo Otero alimentó la fantasía de una revolcada al destino cruel: la típica fábula del Maradonita pequeño, habilidoso y hasta entonces olvidado que hace que su equipo se acuerde de jugar al fútbol.

Pero ni Mandrake reanima una eliminatoria cuando tu defensa concede un 0-2 luego de errores graves en el primer cuarto de partido: un contragolpe de librito, una mala entrega del portero. Avanzando trancos con un par de pases, Ecuador fue un agente 007 demasiado profesional ante tanta ingenuidad. Sacó la licencia para matar. Y empezó el Cristo a padecer: durante las cero puntos que van de eliminatoria, QEPD Sanvicente fue un señor alicaído que se paró a un costado del terreno a transmitir un único mensaje: ¡pobre de mí!

Ni se protege el arco ni se genera suficiente volumen ofensivo. Punto. A Sanvicente le quedó grande el reto de manejar una selección que solo se reúne diez veces al año, no un club con cuyos jugadores puedes trabajar semana tras semana. Jamás pudo imprimir una personalidad y una identidad a los once en juego. Como ser humano probablemente hay muy pocas objeciones que hacerle (¿será eso tan bueno en un seleccionador de fútbol?). Es seguramente una persona ética, trabajadora, frontal, intachable, con sentido del humor, etcétera. Sin duda. Como director técnico, solo fue capaz de producir un único buen partido: la victoria 1-0 ante Colombia para arrancar la Copa América. A aquel equipo lo secuestraron y más nadie ha sabido de él. Se ofrece recompensa.

Cero puntos ante Paraguay, Perú, Bolivia y Ecuador. No se preocupen, todavía faltan Chile, Argentina, Colombia, Uruguay y Perú. Y la segunda vuelta. Gracias a las indecisiones de Chita, a su ausencia de herramientas sicológicas para la alquimia de la convicción, a su falta de osadía para encontrar soluciones a problemas evidentes (la defensa carece de un líder que claramente no es Oswaldo Vizcarrondo; Tomás Rincón domina en el “echalebolámetro” pero carece de un compañero en la contención-organización; los laterales tienen lagunas defensivas y no son persistentes en ataque; Salomón Rondón le hizo aquel gol de cabeza a Colombia y luego ha sido un extra de la serie The Walking Dead), podemos decir con orgullo que muy probablemente tendremos una eliminatoria como la de Ratomir Dujkovic en 1993: 4 goles a favor y 34 en contra.

Si hay un reverdecer, será lento y doloroso. Porque no hay suficientes canchas en el país, porque no hay verdaderos clubes de fútbol, porque tuvimos un presidente de federación como Rafael Esquivel, porque Venezuela está cada vez más aislada en todo sentido del conocimiento, porque incluso ni siquiera está garantizada la alimentación adecuada para un joven que desea practicar un deporte, sea fútbol o una partida de perinola. Porque la nación está rota y ni siquiera ya el deporte hace olvidarlo por un rato. Porque el actual patrocinante principal, PDVSA, ni siquiera es capaz de producir una cuña de TV medianamente motivadora como las de la Polar, no digamos nada de su gerencia como empresa con un barril a 30 dólares. Olvidémonos de Rusia, y seamos realistas, también de Qatar. Ha muerto cerebralmente el proceso Chita, incluso si Sanvicente se mantiene conectado artificialmente al cargo después de hoy.

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