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Cuando "Chita" buscó una mano, consiguió un puño

Algo ha pasado en Venezuela que cambió nuestras relaciones para siempre. En 1996, cuando empecé a cubrir la fuente de fútbol, lo que sucedía en la cancha, ya fuera un partido de liga o selección, amistoso u oficial, le importaba a tres pelagatos. Observar eso me llevó a realizar una tesis de grado para la Universidad Católica Andrés Bello para entender por qué lo que era prioridad en otros países, aquí era anecdótico. En ese tiempo, si no eras periodista de béisbol, estabas destinado al ostracismo (recuerdo, como pasante, por ejemplo, haber recibido a un señor que decía que los extraterrestres iban a aterrizar en el Parque del Este).

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Que no se tomara en serio el fútbol me permitió seguir el deporte comunal y competencias infantiles. Aún así, dentro tanta incredulidad, lograba colar una o dos notas del balompié criollo. Mi papá, que nunca pudo ver que la fuente tomara relevencia y no entendía ni papa de pelota,  me decía una y otra vez: “Hijo, por qué te interesa el fútbol si aquí a nadie lo sigue”. La primera denuncia contra Rafael Esquivel la realicé en 1998. Obviamente, nadie la leyó ni escuchó. Desde entonces, muchas cosas han cambiado. El primer partido de Copa Libertadores del Caracas FC, al que fui como comentarista de campo, no acogió a más de 300 personas, para citar un ejemplo que grafica tal realidad.

Casi 20 años después, el fútbol venezolano es otro. Todo comenzó con Omar Pastoriza, siguió con Richard Páez y continuó con César Farías. La evolución fue notable. Con estilos diferentes, eso sí. Al “Doctor”, como le decimos los periodistas, lo colocó, en efecto, el reclamo popular (incluido el periodismo). Al cumanés no. Fue una sorpresa. Los resultados que consiguió, independientemente de las formas, demostraron que en el fútbol puedes, – favorecido por el contexto, actualidad de jugadores  propios y realidad de los equipos contrarios- ser competidor sin haber logrado ningún título local.

Y fue precisamente con Farías que el producto Vinotinto llegó a su tope. Estratega y familia aprovecharon para colocar jugadores en otros mercados, algo que parecía utópico; comunicadores e influenciadores en Twitter sumaron negocios rentables en base al color de la camiseta. Cualquier persona que supiera vender –venderse- aumentó su cuenta bancaria. Obviamente, la FVF fue la mayor beneficiada.

Lo que no esperaban, después de anotarse a ganador, es que Farías fracasara. Y su “móntense en el autobús” y “cuchillo entre los dientes” quedara para los videos más vistos de Youtube. Fue entonces cuando todo el “Crew” se replegó convenientemente. Quien escribe fue citado a una reunión, cuando todo iba mal, con comunicadores que pedían espacio en Líder para defenderse ante el atropello de Rafael Esquivel y Farías. Era ese tiempo en el que Meridiano y Directv tenían prohibido hablar mal del proceso. Víctimas de ello fueron los periodistas Octavio Sasso e Ignacio Bendetti.

Ahora, tras los terribles resultados de Noel Sanvicente, el reacomodo es visible.

 

La culpa es de Noel Sanvicente

Decía que las redes sociales han cambiado todo. Nunca acepté viajar con la selección y no lo he hecho ahora. Para mí, Sanvicente no es mi amigo como tampoco lo fue  Farías o Esquivel. Mi labor es reseñar lo que se hace bien o mal, opinar siempre en base a lo que creo, no a lo que me imponen. Por ello fui botado por el “Potro” Álvarez y su combo cuando dirigía Líder. Tampoco transmito mensajes de jugadores. Al sol de hoy, no sé si hay futbolistas que le hacen o no «la cama» al estratega. Lo que puedo observar es que Venezuela está en un terrible último lugar. Que en el césped no se ve absolutamente ningún trabajo táctico.

¿De quién es la culpa? Del estratega. Cuando terminó la Copa América, escribimos que estaba obligado a cambiar inmediatamente su entorno, así los resultados no fueran satisfactorios. Lo pueden leer aquí.  Y no se trata de tener la razón, que es lo de menos. Solo dejar por sentado que algo ya se venía arrastrando desde entonces y Sanvicente, por ingenuidad o confianza, creía que podía cambiarlo. El caso Juan Arango, casi compadre de Farías, era emblemático. En este link pueden leer la reflexión al respecto.

Después de las dos derrotas, redactamos en Twitter que Franklin Lucena y César González serían los primeros descartados de este proceso. Mis fuentes me decían que, independientemente de la calidad de ellos (que la tienen), no llevaban al campo lo que el cuerpo técnico expresaba en la teoría. He allí el primer pelón de “Chita”. No importaba cuantas decepciones tuviera, seguía insistiendo en un grupo (o individualidades) que no tenía fe en el proyecto.

 

“No se sabe expresar”

En una reunión que tuvo César Farías con varios amigos en Puerto La Cruz, que, !oh coincidencia!, colocan al proceso anterior como el ideal, se burlaba de la manera como el hoy actual técnico nacional se expresaba. Afirmaba que era imposible que un estratega, que no manejara un idioma extranjero, lograra hacerse respetar en el seno de la Vinotinto y fuera de él. Hoy, aquello que parecía un chiste, se ha cumplido.

“El problema es que Farías inventaba un montón de términos y los jugadores le creían, con “Chita” es diferente. Pide algo directo y todos dudan de eso, porque su lenguaje es otro”, cuenta alguien que ha visto desde el inicio el proceso.

“Sanvincente trata de hacer trabajos individuales, como hace en los equipos, para mejorar aspectos tácticos de algunos jugadores y ellos simplemente no creen en eso”, reseña un comunicador. Otro periodista que ha seguido el proceso añade: “Simplemente, los caballos no creen en “Chita”, y eso hace que los más nuevos también duden”.

 

El cambio que nunca ocurrió

El encuentro contra Bolivia se presentaba como un partido bisagra. Se llama así a los juegos que pueden marcar un antes y un después. Se suponía, en teoría, que trabajar con un grupo no “intoxicado” le permitiría al estratega nacional desarrollar y mostrar lo que ha exhibido en equipos como Caracas y Zamora.  “Creo que con estos nombres se puede ganar porque tienen hambre”, me dijo un representante de uno de los jóvenes que iban a vestirse de Vinotinto.  Alguien que veía los entrenamientos en Margarita alababa el rendimiento físico de dos jugadores, antes de subir a La Paz . “Wilker Ángel y Carabalí están volando”, afirmaba. El resultado, sin embargo, ya ustedes lo saben.

«Don regalón»

Revisemos los goles. Contra Paraguay: minuto 85. Contra Brasil: antes del minuto 1 y 45. Contra Bolivia: 19, 21 y 45. Contra Ecuador: 14 y 22. “Desde mi llegada acá a mi selección parezco el rey de los regalos, todos los goles me los hacen de regalito”, dijo en el escueto monólogo, Sanvicente después del juego contra Ecuador. Es así. No voy a molestarlos enumerando los cambios defensivos, el resultado, con A o con B es el mismo. Al único jugador que se le notó una actitud diferente fue a Sema Velázquez. El tiempo dirá si la lesión de Fernando Amorebieta fue real o no. Decíamos en párrafos anteriores que Lucena, para el cuerpo técnico, era un problema. Y en el campo se observó. Se repite entonces la pregunta: ¿Es una conspiración o una serie de sucesos infortunados?, como aquella preciosa película que dirigía Brad Siberling.

El que busca venganza del proceso Farías, aquellos que escribieron libros sobre una supuesta solidez defensiva, que tuvo un montón de circunstancias (recordemos que los del cuadro de honor de aquella aplaudida Copa América, solo Uruguay consiguió clasificar y vía repechaje), están contentos. Es una reivindicación. Explicar que un torneo corto es muy diferente a un largo (Chile actualmente es un ejemplo), resulta anecdótico. Y, por otro lado, sabemos que no importa lo que escribamos, nada cambiará el preconcepto de quienes no se identifican con el estilo, la personalidad y el trabajo de «Chita».

Preguntar por qué aquella sub-20, que Farías clasificó a un Mundial, aportó tan poco al futuro es sacrilegio. Y si colocamos el ojo en las estadísticas, podríamos desmontar un pasado idealizado, aunque seguiríamos indagando en algo que para el momento actual es irrelevante. Lo único cierto es que Venezuela está última, sin unidades; luce frágil en todas en sus líneas y el técnico no consigue soluciones. Ante eso, no hay discurso objetivo que pueda justificar su presencia y continuidad. Otra cosa es hablar de los problemas económicos que dejó Esquivel al manejar él solo las finanzas, lo que incidió en la ausencia de  viáticos y premios. Eso generó inconformidad en el grupo desde la Copa América. Tampoco nos referiremos el miedo que existe dentro de la FVF por una segunda investigación desde Estados Unidos, que involucraría a varios directivos e incluso un técnico.

Ralph Buche, un diplomático estadounidense que ganó el Premio Nobel de La Paz en 1950, escribió: “Me encuentro solitario cuando busco una mano y encuentro un puño”. El martes, temprano,  sabía que el argentino Edgardo Bauza era una de las posibilidades para tomar el cargo como director técnico si “Chita” no conseguía la victoria ante Ecuador. Lo llamamos y atendió. Cuando el argentino, campeón de Copa Libertadores, supo que le hablábamos de Venezuela solicitó que lo llamáramos dos horas después. Los periodistas sabemos que eso significa que apagará el celular. Y así fue.

Si al menos Bauza se hubiera alarmado o reído cuando nos escuchó, entenderíamos que la cosa iba en chiste. Pero no, ya sea él u otro, es obvio que el futuro de la Vinotinto no está con Sanvicente. Y, por el presente, es totalmente comprensible.

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