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Final del Clausura: La simpleza de Champion y los tormentos de Maldonado

La clave de los zulianos está en no traicionar la herencia de conceptos. 

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Zulia FC
Foto: Www.zuliafc.com.ve

Zulia no deja de golpear. Tantos matracazos ha tirado la banda de “Champion” Marcano que los petroleros llegaron a la final del Clausura con el cartel de equipo peligroso, tanto, que un todopoderoso como Táchira no se veía superior al encumbrado equipo presidido por César Farías. La igualdad rondaba el ambiente y algunos, osados pero acertados, declaraban la superioridad del elenco azul y negro.

El 2-0 del partido de ida en la definición del torneo expresa pocamente en el marcador el gran trabajo desplegado en cancha por un grupo de jugadores que encontraron la formación titular justa en el momento preciso. Desde que ganara merecidamente la Copa Venezuela, Zulia llegó al clímax de su fútbol y nadie ha podido bajarlo de ahí. Un equipo muy sólido en todas sus líneas, con fortalezas por donde se vea, parece infranqueable sin tanta vistosidad y cabalga con buena monta directo a lograr algo más importante que el título copero en el semestre.

La clave de los zulianos está en no traicionar la herencia de conceptos. La idea inculcada por Carlos Horacio Moreno tras su llegada se mantiene latente tras los dos técnicos que han heredado el banquillo, Juan Domingo Tolisano y ahora César Marcano. Misma idea, misma sencillez: solidez defensiva y transiciones rápidas al contragolpe. Con esa premisa, los occidentales se han convertido en el equipo que más goles fabricó durante el semestre y el que más veces ha dejado su valla imbatida en un Clausura donde junto con los Atlético Venezuela, Carabobo y Monagas se atrevieron a levantarle la voz a los grandes.

Zulia no es solo Jefferson Savarino. El goleador y líder de asistencias del torneo se pierde de vista por su innegable talento y sus impresionantes registros, pero solo el Zamora de Soteldo supo sacar renta colectiva de la magia que emana de las botas de un solo jugador. El joven extremo consigue siempre los espacios que los demás le fabrican y también se encarga de enloquecer al contrario para arrastrar marca y liberar a sus compañeros. El sentido del oportunismo en Zulia es máximo, nadie desperdicia nada de lo que con tanto esfuerzo se ha conseguido (solo Luciano Guaycochea pero por el mérito tremendo de José Contreras en detenerle el penal), si no, pregúntele a Sergio Unrein, que sacó millones de una pelota aparentemente inofensiva para vacunar el arco atigrado.

Marcano tiene mucho que ver en el gran momento del equipo. Un team que muestra en el campo la nobleza de su técnico, que refleja lo directo que es su estratega en el mensaje y que exhibe la unión del plantel, aspecto que en estas instancias del campeonato tiene un valor intangible enorme.

Táchira llegó diezmado y terminará igual el Clausura, sea campeón o no. Confeccionado su plantel con poco hambre inversor, este Táchira no es ni la sombra en cuanto a nombres ni poderío de aquel equipo que levantó la última estrella bajo el mando de Daniel Farías, de la mano de los “Maestrico”, Gelmín Rivas, Wilker Ángel y Yohandry Orozco.

El aurinegro guapea en las últimas instancias, como lo hizo antes del recordado 93’10’’ de 2015, a punta de su camiseta y del coraje de un grupo disminuido por permanentes lesiones y suspensiones, al que ahora se añade un inusual manejo de la política administrativa en la que se dejan ver caras de gente de fútbol en los estadios sin que formen parte de la gerencia del club y que solo genera suspicacias acerca del futuro del director técnico y los jugadores.

Con la confección del futuro Táchira sin que se termine el ciclo del actual, que pelea nada menos que por un título y la posibilidad de alcanzar la novena estrella, se entiende que preocupa más lo que viene que lo que se puede lograr ya.

En ese clima de inestabilidad y con un juego caótico en calidad de visitante (Táchira paradójicamente pelea un lauro en una de las peores campañas en la carretera que ha cumplido), al aurinegro no le queda que apelar a la magia de su templo y al resto que les pueda quedar en el combustible a una plantilla cortita para remontar en su estadio y ante su gente.

Argumentos futbolísticos tiene pocos, sobre todo ante lo visto en el Pachencho Romero y el Brígido Iriarte, pero hay un mordiente que puede venir del toque a la dignidad que ha sufrido Carlos Maldonado para que sus muchachos, que algunas veces se muestran flemáticos, se la jueguen todas más por él, que va a muerte con los suyos, que por los colores de una institución que obligadamente debe ser protagonista.

Pueblo Nuevo es muy bueno para lo bueno y muy malo para lo malo. Si Táchira no iguala el nivel del rendimiento del primer tiempo contra Atlético Venezuela en la ida de la Semifinal, el camino se puede antojar más complicado de lo que por sí ya es enfrentar al abombado Zulia y la grada se puede venir encima.

Darle más equilibrio al mediocampo de recuperación, darle mayor protagonismo en la distribución y generación a Carlos Cermeño y activar las conexiones dinámicas del grupo de experimentados en ataque, ahora con la vuelta del chamito Jan Hurtado, será la premisa necesaria para cambiar un panorama, aunque siempre es necesario recordar que todo dependerá de cómo se levanten en lo anímico cada uno de los efectivos que estarán en cancha.

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