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Vinotinto Sub 20: Cuestión de gustos

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Vinotinto Sub 20

Cuando se trabaja en los medios de comunicación, para una persona que no es periodista como yo, el aprendizaje se torna muchas veces como una sorpresa. Hay elementos que sesudamente has considerado para evaluar, como analista, y otros que no, bien sea por tener conceptos y visiones distintas de las realidades o porque sencillamente, has dejado pasar, consciente o inconscientemente. Luego de revisar varias y nutrientes lecturas de opinión, valiosas enormemente por quienes las escriben y lo que aportan, el debate se amplía.

Las emociones de transmitir logros que hasta hace poco eran impensados, en oportunidades, desenfocan la labor real del analista. En el caso del deporte esto puede ser normal, pero no debería serlo. El público que lee, escucha y ve, reclama alegrías, y es deber de los protagonistas (jugadores, equipos, técnicos) dárselas, pero no quienes transmitimos dichos logros. La reciente clasificación mundialista de la Selección Sub 20 ha disparado una serie de evaluaciones tan diversas que es preciso atajarlas y analizarlas. El equilibrio y la mesura deben establecerse en el análisis, reconociendo que el objetivo alcanzado no es simple, sin dejar de lado los aspectos que puedan cuestionar formas.

Decía José Mourinho en el libro “¿Por qué tantas victorias?”, que “lo más importante en un equipo es tener un determinado modelo, determinados principios, conocerlos bien, interpretarlos bien, independientemente de que se utilice éste o aquél jugador. En el fondo es aquello que yo llamo organización del juego”. La Selección Sub 20 expuso claramente cada uno de estos conceptos. Somos capaces de destacar aspectos que no gustaron, pero no debemos ser mezquinos y no reconocer los que resaltaron, como el hecho de que nunca hubo muestras de desorganización en el planteamiento. Ante las ausencias por sanciones, las suplencias cumplieron al mismo nivel, de acuerdo al patrón guía demandado por el cuerpo técnico. Todos sabían qué tenían qué hacer y lo sabían hacer.

En el fútbol, una generación exitosa no siempre debe componerse de rutilantes figuras. La que acaba de acudir a Corea del Sur está compuesta por un grupo de muchachos que a punta de trabajo se han cohesionado para hacerse fuertes. El talento y lo que pueden ofrecer como colectivo se mezcla para lograr resultados (fin último y real de la competencia). El plantel que alcanzó el tercer lugar en Ecuador nunca derrochó virtuosismo, para quienes esperaban de ellos algo más que lo mostrado: un juego simple en el que evitar riesgos es la premisa de la que se partía. Que guste o no es una cosa, pero es válida. Cada uno de sus componentes tiene un significado enorme en la meta lograda, pero salvo Fariñez, Soteldo y Yangel Herrera, ninguno más era un dechado de virtudes o indiscutibles en sus clubes. Cada pieza era vital dentro de un sistema cuyo resultado, el juego, puede o no gustar, pero es igual de válido que cualquier otro. Sí Fariñez fue figura, es porque forma parte de un todo, ese todo sobre el cual tanto sostenemos que debe ser el análisis.

Recuerdo una conversación sostenida en uno de los banquillos de Pueblo Nuevo con Rafael Dudamel en diciembre de 2015, en ocasión de uno de los tantos módulos de trabajo que tuvo el plantel mundialista. Conocedor de cada equipo que heredado de la Sub 17, entendía que la fortaleza física era fundamental para elegir a sus muchachos, en comparación con lo que encontraría en los rivales, tanto como el aspecto mental. Así, el equipo se preparó para las condiciones orográficas tan exigentes y mantuvo la concentración máxima los noventa minutos, incluso, tuvo mejores arrestos finales sobre sus rivales. Preparación encomiable que brindó sus frutos.

Además, en todo ese tiempo de trabajo de preparación, que alcanzó el año y medio, hay otros elementos que se desarrollaron, tan valiosos como un estilo de juego. Uno de ellos, la personalidad del futbolista. A fondo se trabajó con cada uno en exigir mejores comportamientos y, sobre todo, consolidar el compromiso personal. Hacia afuera, se ventilaba ese deber patriótico Vinotinto, pero dentro, el principal compromiso no era con el país, ni con la bandera, ni con la afición, sino de cada quien consigo mismo. Por eso nos causó tanta sorpresa que algunos “anónimos” rayaran a un gran nivel colectivo e individual. Ganaron en confianza en sí mismos, un elemento indispensable para el éxito. Luis Fernando Montoya, técnico campeón de Libertadores con aquel modesto Once Caldas, revelaba un secreto que no partía desde la puesta en escena, para dar con el éxito: “Bastó juntar con chicos con algo de experiencia, mentalidades triunfadoras, técnicamente dotados y deseosos de triunfar”. Tal como la Selección Sub 20.

¿Qué se puede hacer algo mejor? Sí. El propio Dudamel reconoció en su momento que el equipo no mostraba el juego que él quería, pero en el camino hay espacio para poder hacerlo. Se superó la eliminatoria más difícil en el mundo pero lo que viene será más exigente. Habrá que hacer algunas adiciones necesarias al plantel para mejorar aspectos que fallaron, como la contundencia y la definición.

“El cambio es incesante e implacable; por tanto, la mejor estrategia es aceptarlo y evolucionar”. Godin.

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