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El pasado como clave en el presente de Nadal

Hoy es número dos del mundo en una clasificación que, de tenerlo a tono físicamente, lo verá subir a la cima de la ATP

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Foto: EFE

Imagina que eres bueno en lo que haces, que emergiste como una figura destacada y, por qué no, marcas tu época como uno de los mejores en el asunto. 
Ahora, imagina que el físico te impide seguir en la faena. Tus rodillas se desgastan y aquello que practicas a diario se ve detenido. Piensa que esto ocurre un par de veces más en un periodo de cinco años.
Imagina otra situación, por ejemplo, que pasaste de ser alguien con destacada fortaleza mental a ser considerado vulnerable. Todos dan por hecho que tus mejores días quedaron atrás y que, tal vez, despedirte es la opción más sensata.  
Entonces todo cambia y vuelve a ser como al principio.
Lo escrito antes no es más que una historia en su versión micro de lo sucedido con Rafael Nadal en su carrera. Al español lo vimos subir y bajar, celebrar y sufrir, aparecer e irse. Pero lo del domingo en París no fue cualquier cosa. Su título en el Roland Garros ató todos los cabos que se soltaron en algún momento, aquellos que hilaban la fábula del tenista perfecto sobre polvo de ladrillo.
Coronarse 10 veces luce heroico y lograrlo en un mismo torneo (de Grand Slam) era utópico hasta que el manacorí se derrumbó en la Phillippe Chatrier tras derrotar en sets corridos al suizo Stanislas Wawrinka.  
En este último evento, Nadal demostró haber abierto el baúl de los recuerdos. Tal y como lo hizo en 2008 y 2010, la recién finalizada edición la ganó sin ceder parciales. La primera vez, el ibérico ajustó su pegada para que la bola perdiera peso y ganara potencia, un trabajo similar al del US Open 2010, donde también mordió el trofeo.
Hacerlo no solo lo llevó a concretar el sueño, también quedó claro que no existe mejor jugador que pase de la defensa al ataque como él. Espíritu incansable de inicio a fin.  
Restar revoluciones para sumar distancia derivó en el pique de la pelota más cerca de la línea de base, esa profundidad que se hizo esquiva en las últimas campañas. Además, en lugar de tomar altura, la bola pasó a arrastrarse, exigiendo aún más a sus contrarios.
Hoy, Nadal es número dos del mundo en una clasificación que, de tenerlo a tono físicamente, lo verá subir a la cima de la ATP.
Parece que lo mejor ya pasó con la despedida de la gira sobre arcilla, pero a Rafa no se le da por muerto, mucho menos después de saber que su actual versión es tan punzante como la del pasado, pero con la sabiduría de quien ha caído para volver a levantarse.]]>

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