La malaria, o paludismo, se propaga con fuerza cada año en Venezuela y es otra evidencia del colapso del sistema sanitario bajo la llamada revolución bolivariana, según revelan datos de la ONU y alertan expertos mundiales en salud pública.
Este 21 de abril, poco antes del Día Mundial del Paludismo, varios expertos vinculados a la Organización Mundial de la Salud repasan estrategias de combate contra esta enfermedad potencialmente mortal. La malaria es transmitida por el zancudo anofeles, que anda campante por Venezuela tras años de desidia, deterioro de las condiciones sociales y falta de programas oficiales de prevención.
Venezuela tiene unos 400.000 casos reconocidos oficialmente de esta enfermedad, pero los expertos creen que fácilmente superan el millón. Esto ubica al país en los primeros lugares del mundo en número absoluto de casos y en proporción a sus habitantes de riesgo.
De cualquier manera, Venezuela concentra el 53% de los casos totales de malaria o paludismo de toda América y el Caribe. La cifra va en aumento y contrasta con lo que ocurre en las demás naciones y territorios de la región, que emprenden exitosas campañas para disminuir la incidencia de la enfermedad e incluso erradicarla.
Un día para trabajar más
El Día Mundial del Paludismo se celebra anualmente el 25 de abril. Este año la OMS ya lanzó una nueva iniciativa para acabarlo en otros 25 países del mundo para el año 2025.
Los avances son palpables: de los 87 países con paludismo, 46 notificaron menos de 10.000 nuevos casos en 2019, en comparación con 26 países en el 2000.
A finales del año pasado, 24 países habían notificado la interrupción de la transmisión del paludismo durante tres años o más. De ellos, 11 recibieron la certificación de la OMS por haber eliminado la dolencia.
«El éxito está impulsado, en primer lugar, por el compromiso político de un país donde el paludismo es endémico para acabar con la enfermedad», dijo este miércoles el doctor Pedro Alonso, director del Programa Mundial sobre Malaria de la OMS.
«Este compromiso se traduce en una financiación nacional que a menudo se mantiene durante muchos decenios, incluso después de que un país haya eliminado el paludismo», añadió.
En Venezuela no hay evidencias de que se pueda marchar ahora en esa dirección.
Cadena de males
Mientras el régimen chavista de Nicolás Maduro concentra toda la atención y los escasos recursos disponibles para escamotear los datos de covid en Venezuela, se olvidan otros males que hacen estragos entre los empobrecidos venezolanos.
Desde hace años en Venezuela no hay campañas masivas de vacunación entre las poblaciones más vulnerables, especialmente los niños.
Por estos días crecen las presiones sobre el régimen para que emprenda una campaña masiva de vacunación contra el coronavirus que provoca la covid. Nadie sabe el número exacto de casos y muertes por la enfermedad que encontró ya colapsado al sistema de salud pública.
Pero la verdad es que el chavismo está en mora en todo lo que concierne a políticas públicas de salud y campañas de inmunización para enfermedades fácilmente tratables o prevenibles.
El legado no es casualidad
Lo que ocurre con la pandemia de covid y con la de malaria son dos caras de la misma realidad: el fracaso de un modelo socialista de gobierno supuestamente enfocado a la máxima felicidad del pueblo venezolano.
Pero la verdad es que bajo el llamado socialismo del siglo 21 han fracasado o están ausentes las campañas de vacunación en general contra enfermedades fácilmente prevenibles. Mucho menos hay tratamientos o estrategias para otros males mayores.
Datos de la propia OMS, recabados en el informe «Estadísticas Sanitarias Mundiales», muestran cómo en lo que concierne a campañas de vacunación los resultados de Venezuela son comparables, y hasta peores, a los de otros también empobrecidos países americanos y del Caribe, como Haití, Belice o Bolivia.
La tasa de vacunación contra difteria, tétanos y tos ferina es de solo 60% entre los niños menores de un año. La segunda dosis contra el sarampión solo llega a 39% de estos niños.
Y solo 18% de los menores de un año de edad estaban vacunados contra los rotavirus en 2019.
La cobertura de la inmunización con la tercera dosis de vacuna antineumocócica conjugada (PCV3) entre los niños de 1 año es de cero.
Solo 40% de las personas portadoras de HIV recibían tratamiento con anti retrovirales.
Y el total de fondos públicos netos por persona, para la investigación médica y la atención sanitaria básica ya era de 0,3 dólares en 2018… una de las proporciones más bajas del mundo.
El gasto público en salud como porcentaje del gasto público total era de 1,4% en el año 2017, antes de que se agravara toda esta crisis humanitaria generalizada.
El promedio en Africa era de 7,2% ese año, y en América era de 13,2%.
Un pedazo de realidad
El régimen de Nicolás Maduro afirma que la falta de una campaña de vacunación contra la covid-19 se debe a las sanciones de Estados Unidos contra la cúpula del chavismo y contra la quebrada estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa). También afirma que todos los enfermos de covid tienen garantizada la atención médica gratuita, oportuna y eficiente.
Pero, reportes de medios independientes, incluyendo El Estímulo, confirman que los estragos de la pandemia de coronavirus en Venezuela son potenciados por esa quiebra del sistema de salud; por la falta de dotación en hospitales y la falta de condiciones materiales y salariales del personal médico y paramédico.
País paria en paludismo
El «Reporte Mundial de Malaria 2020, 20 años de progreso global y desafíos”, divulgado a finales de 2020 y reflotado esta semana, ubica a Venezuela como el país americano con peores resultados contra la enfermedad.
En la Región de las Américas de la OMS, los casos de malaria se redujeron en un 40% (de 1,5 millones a 0,9 millones) entre los años 2000 y 2019. Y la tasa de mortalidad cayó en 50% (desde 0,8 a 0,4).
Alertan los expertos que el progreso de la región en los últimos años se ha visto afectado por el importante aumento de la malaria en Venezuela, que registró alrededor de 35.500 casos en el año 2000, llegando a más 467.000 en 2019.
Todo indica que en 2020 hubo un fuerte aumento, potenciado por las circunstancias en torno a la pandemia de coronavirus. En Brasil, Colombia y Venezuela se presentan más del 86% de todos los casos de esta región.
Venezuela tiene más de la mitad de todos los 723.025 casos reportados en América, con ese incremento de 7% respecto al año 2010. Comparado con los resultados logrados por sus vecinos, es perceptible el tamaño del problema en este país en ruinas.
Siete de los países donde la malaria es endémica en la región tienen la meta de reducir la incidencia de casos en 40% para 2020. Colombia, Guatemala, Haití, Honduras y Perú redujeron en 40% en el número de muertes, mientras otros nueve países reportan cero (0) casos de malaria.
Muertes silenciosas
“Más de 70% de las muertes por malaria en 2019 en esta región ocurrieron en Venezuela”.
“Se requiere un urgente control de la epidemia en Venezuela para que la región vuelva al curso”, de la reducción en el número de casos de la enfermedad. E inclusive su erradicación, como ha sucedido en otras naciones del hemisferio, agrega el informe.
“Se estima que las muertes por malaria en Venezuela se han duplicado y hay más de 400 casos en el año 2020”.
De los 28, 515 millones de venezolanos que quedan dentro del país tras la diáspora de los últimos años, la población en riesgo para la enfermedad es de 14, 257 millones y la población en alto riesgo en 5,913 millones.
Esta exposición al riesgo depende de donde se viva en Venezuela: en los estados del oriente y sur hay un crecimiento explosivo de los casos, especialmente en los municipios con mayor actividad minera ilegal.
«La crisis económica de Venezuela ha impactado profundamente el sistema de salud en general, un hecho palpable en casi todas partes del país», señalaba la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) en un reporte de 2019.
Varios activistas y científicos alertan que Venezuela exhibe los peores resultados o menos acciones en el combate al paludismo.
Problema global
Seis países representaban más de la mitad de los casos mundiales de esta enfermedad parasitaria de mayor impacto global: Nigeria (24%), República Democrática del Congo (11%), Tanzania (5%), Burkina Faso (4 %), Mozambique y Níger (4% cada uno).
La situación de Nigeria es la más grave del mundo, con 51 millones de casos (90% de la población está expuesta) y 207.000 muertes en 2019. Esto supone cerca de 30% del total de contagios en África.
África registró el 94% de los casos de paludismo.
Inacción oficial
Venezuela está hoy más cerca de ese lamentable club africano que de sus pares americanos.
Pero por aquí hay una casi total ausencia de estrategias de políticas públicas y sanitarias para el combate a la malaria. Un último libro de hace más de 10 años difundido por el ministerio de Salud describía que la enfermedad se manifiesta clínicamente como un síndrome febril agudo o crónico, anemia, y hepatomegalia (crecimiento desmesurado del hígado).
Hay, además, efectos secundarios y concatenados.
«Debido al efecto debilitante ocasionado por las recaídas, afecta notablemente la actividad productiva de la población económicamente activa y el rendimiento escolar, acarreando obstáculos al desarrollo social y económico», señala el texto «Fundamentos, diagnóstico y control de la malaria».
Por cada caso diagnosticado se estima que hay otros tres asintomáticos, señala ese libro del ministerio de Salud.
Mayor paradoja, es tratable
La literatura de la OMS en ocasión de este Día Mundial contra la Malaria, recuerda que es una enfermedad potencialmente mortal causada por parásitos que se transmiten al ser humano por la picadura de mosquitos hembra infectados del género anofeles.
Se trata de una enfermedad prevenible y curable.
El grupo más vulnerable es el de los niños menores de cinco años: en 2019, representaban el 67% (274.000) de todas las muertes por paludismo en el mundo entero.
«Puede resultar difícil reconocer el origen palúdico de los primeros síntomas (fiebre, dolor de cabeza y escalofríos), que pueden ser leves. Si no se trata en las primeras 24 horas, el paludismo por P. falciparum puede agravarse, llevando a menudo a la muerte», explica la OMS.
Sin voluntad, ni fuerza
«Los niños con paludismo grave suelen manifestar uno o más de los siguientes síntomas: anemia grave, sufrimiento respiratorio relacionado con la acidosis metabólica o paludismo cerebral. En el adulto también es frecuente la afectación multiorgánica. En las zonas donde el paludismo es endémico, las personas pueden adquirir una inmunidad parcial, lo que posibilita la aparición de infecciones asintomáticas».
Cuando ataca a mujeres embarazadas ocasiona nacimientos de niños anémicos, desnutridos y con peso por debajo del promedio.
La iniciativa «De gran carga a gran impacto», lanzada en noviembre de 2018, se basa en el principio de que «nadie debe morir de una enfermedad que puede prevenirse y que además es totalmente curable con los tratamientos disponibles».
Esa iniciativa la llevan adelante los 11 países que soportaron el 70% de la carga mundial del paludismo en los últimos dos años, y se han basado en cuatro elementos de respuesta:
− Voluntad política para reducir los estragos causados por el paludismo
− Información estratégica para impulsar el impacto
− Mejora de las directrices, políticas y estrategias
− Respuesta nacional coordinada contra el paludismo.
A la fecha, ninguna de esas condiciones están presentes en Venezuela.