Cultura

Dianora Pérez: “Yo hago monumentos a las víctimas de masacres perpetradas por el Estado”

Con la obra “La carbonera”, ganó el Premio Goethe-Institut Caracas, Artista Emergente, que incluía un viaje por una semana a Berlín

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TEXTO: MILAGROS SOCORRO | FOTOGRAFÍA: CORTESÍA

–Ya va. Qué es esto. Unas tiras de papel carbón que cuelgan de un palito… Las listas de papel negro tienen unas marquitas… Muy raro.

Con comentarios de este tenor se acercaban los espectadores a la obra “La carbonera”, de la artista plástica Dianora Pérez (Caracas, 1981), expuesta en la convocatoria nacional Arte y Sociedad – Jóvenes Creadores Venezolanos, que tuvo lugar en el Centro Cultural BOD Caracas, de septiembre a noviembre de 2018.

“La carbonera” es una instalación confomada por 71 tiras de papel carbón colgadas en una barra. Cada tira mide 3 X 96 cmts., y tiene una inscripción en Braille que dice:

“Quiero darle sepultura a mi hijo”

–Es –explica Dianora Pérez- el clamor de una madre repetido 71 veces. Porque fueron 71 personas las que murieron en el Centro Penitenciario de Carababo, en marzo de este año; 69 perdieron la vida ese día y dos más fallecieron en el centro de salud donde fueron llevadas.

Sobre esa tragedia, el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) acaba de publicar el libro “Quemados detrás de las rejas – Sucesos acaecidos el 28 de marzo de 2018 en los calabozos de la Comandancia de la Policía del estado Carabobo”. Además de editarse en papel, está disponible en versión digitial en la página web de la ONG, donde puede leerse íntegramente. Allí está, narrada con escalofriantes detalles, “la historia”, dice Humberto Prado, coordinador general del OVP, “de una de las masacres más violentas de Venezuela, donde fueron asesinadas 69 personas, 67 presos que estaban bajo la responsabilidad del Estado y dos mujeres, una de ellas embarazada, que pernoctaban en los calabozos de la Policía del estado Carabobo”.

La publicación es resultado de la investigación llevada a cabo por el OVP, con apoyo en los testimonios de 21 familiares de las víctimas . “Aquí no se trata”, dice Humberto Prado, “de que les abrieron la puerta, como en el retén de Catia, sino de que cerraron la puerta para para quemar a 69 personas y, además de quemarlos, dispararles a quemarropa”.

–Es reiterada la declaración –consta en el libro- de que algunos presos fueron víctimas de heridas por armas de fuego, así como que un grupo fue rociado de gasolina, lo cual, sumado al uso de bombas lacrimógenas generó el fuego que quemó a los sujetos; además, según refirieron los familiares, el fuego fue avivado por el uso de “sopletes” para infligir aún más daño y provocar la muerte. Todo ello porque las autoridades querían efectuar requisas exhaustivas y aumentar las tarifas para las visitas.

Esto último alude al hecho de que, como dice Wilcar González, pareja de uno de los asesinados, “para hacer un traslado a un penal hay que pagar y en marzo del 2018 la tarifa para ser llevado a Hombre Nuevo era de 400 mil bolívares, para Tocorón era un millón de bolívares. En esa comandancia policial había tarifa para la visita y para los días que no eran de visita; si uno quería ver su familiar había que pagar, para pernoctar había que pagar, si querías pasar una colchoneta, un ventilador, algo para que tuvieran mejores condiciones de vida, tenías que pagarles a los funcionarios. Y las tarifas dependían de los efectivos que estuvieran de guardia”.

lacarbonera2

Al final del libro, hay un anexo con macabras fotografías de la masacre. Una de esas imágenes le fue enviada en su momento a la artista Dianora Pérez por mano que no quiere identificar. “Eran”, dice Dianora, “decenas de cuerpos tirados, desnudos, aglunos abiertos como si fuese ganado, la condición humana en estado de degradación. Yo recibo, pues, una imagen de la peor magnitud y trato de llevarla a algo que los espectadores se atrevan a ver. La gente está cansada de violencia e imágenes horrorosas”.

Esa foto, de indescriptible crueldad y horror sin límites, fue el germen de la obra de la artista, quien representó aquella matanza con tiras de papel que llevan escrito el clamor de las madres de los masacrados.

–Con esa salida conceptual, usted corre el riesgo de desproveer al hecho del horror y convertirlo en algo inteligente, potable, algo de salón.

–Prefiero hacer una obra que la gente pueda ver y así se entere del hecho, de lo que está ocurriendo en su país. Y no presentar una imagen horrible, que el espectador se niegue a ver y con ello borre el hecho.

–¿Diría que es una sublimación?

–Sí. Para mí es como rezar el rosario: a cada persona le estoy dando su lugar, un lugar digno, un recomocimiento. Lo que no aparece en la obra, pero es parte de mi proceso creativo, es que cuando terminé la pieza, me fui a la iglesia La Candelaria y les mandé a decir una misa a cada uno de los difuntos. Son muertes que necesitan luz.

–¿Por qué papel carbón?

–Porque esas personas murieron quemadas… busco una relación entre el material y el hecho. Además, yo suelo trabajar con papel.
–Ha hecho otros trabajos a partir de la violencia en Venezuela?

–Sí. Todos. En 2017, hice “Las telitas del anexo”, 60 banderas blancas (30 X 60 cada una) con un asta de 80 centímetros, apoyadas en una base y dispuestas a lo largo de una superficie de tres metros. En cada una de ellas dice (en blanco sobre blanco): “Quiero a mi hijo, aunque esté descompuesto”. Alude al caso del Rodeo, de junio de 2011, donde murieron 19 reclusos y 22 fueron heridos. Eran telitas porque el espacio donde murieron estaba dividido con telas y se conocía como El Anexo (del Rodeo), donde los presos decidieron dividir el espacio.
–Usted desprovee de sangre y de violencia unos hechos que están saturados de ellos.

–Ya el horror está en la realidad. Mi trabajo no es reproducir la realidad, sino, por el contrario, alejarme de ella, sobre todo de las violentas, para conectar al espectador con la palabra y que sea él quien configure la imagen. Yo hago monumentos a las víctimas de masacres perpetradas por el Estado venezolano.

DIANORA PEREZ

Lo visible y los invisible

Con la obra “La carbonera”, Dianora Pérez ganó, en septiembre pasado, el Premio Goethe-Institut Caracas, Artista Emergente, que incluía un viaje por una semana a Berlín.

Para el jurado, la propuesta de Pérez “reúne los criterios de originalidad, creatividad y coherencia con el tema abordado, además de ser un valioso aporte a la lectura del arte actual venezolano. Resume plásticamente un sostenido trabajo de investigación y documentación sobre hechos de violencia de repercusión e impacto nacional». Los jueces, que fallaron a favor de esta obra de manera unánime, valoraron también el uso del lenguaje Braille “como instrumento de problematización de lo visible e invisible, por articula, sintetiza y revela sutil pero contundentemente la historia de la violencia local”.

Aficionada al dibujo desde la infancia, Dianora Pérez se formó en Diseño, en el IUTIRLA; hizo pregrado y máster en Artes Plásticas, en el Pedagógico de Caracas, donde se desempeña como docente; y en la actualidad cursa el Doctorado en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe en la misma casa de estudios.

–¿Qué hizo en el viaje de premio a Berlín?

–Era la primera vez que salía del país. Y las primeras vacaciones de mi vida.

Me dieron un pasaje ida y vuelta, hotel y viáticos para siete días. No me quedé ni uno más. Llevaba previsto desde aquí lo que haría en esa semana. Cada día milimétricamente organizado, con rango de tiempo por si me perdía. Pero nunca me perdí. Vi museos, fui a lugares vinculados con el holocausto, masacres, monumentos… Fui a buscar la relación de todo con mi trabajo y la encontré. Encontré un respeto por la memoria. Respeto por el espacio donde sufrieron y murieron muchos. Vi familias llorando. El silencio del monumento es algo que yo trambién procuro en mis obras. Busco la solemnidad del dolor y de la muerte. Desmontar la banalización.

–¿Está demás preguntarle si es creyente?

–Yo quise ser religiosa. También quise estudiar en la Armando Reverón. Y ambas cosas me las negaron en mi casa. Entonces, decidí dar la vuelta larga. Estudié Diseño, estudiar en el Pedagógico…. Y lo religioso sigue conmigo. Entendí que la fe está en las cosas que se hacen con convicción. Y hacer cada obra es como rezar con fe cada cuenta del rosario.

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