Economía

Clientelismo rentista: el camino a la servidumbre

Tanto en el capitalismo rentístico como en el neo-rentismo socialista, el extractivismo petrolero es la fuente de un ingreso que no tiene como contrapartida el desarrollo de las actividades productivas internas. Esta renta no la pagan los factores nacionales sino los países consumidores del petróleo.

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La manera como se distribuye la renta suele dar origen a sistemas de gobierno que alimentan una cultura clientelar y debilitan las instituciones y organizaciones sociales. La manipulación de la renta petrolera permite neutralizar presiones sociales y desactivar conflictos a través de un manejo cada vez más discrecional de la misma.

En lugar de exigir transparencia y rendición de cuentas en el uso de la renta, los diferentes factores económicos, políticos y sociales internos pugnan entre sí para capturar la mayor tajada de la misma. Se va moldeando así una cultura rentista-clientelar, sustentada en la capacidad y habilidad de cada cual para imponer las razones y argumentos que le permitan recibir la mayor renta posible.

Sobrevaluación y «funcionarización» de la fuerza de trabajo

En el período de auge de los precios del petróleo, la sobrevaluación de la tasa de cambio que surge a partir de la abundancia de divisas hace más atractivo y rentable el negocio importador que la producción nacional. En consecuencia, cae la inversión productiva, se desintegra el tejido empresarial, el Estado pasa a ser el principal empleador, se funcionariza la fuerza de trabajo y la gobernabilidad se logra a través de políticas asistencialistas y compensatorias que se financian con la renta.

La sobrevaluación de la tasa de cambio conduce a un proceso de desindustrialización y reprimarización de la economía, fenómeno que se acentúa a raíz de la creciente subordinación de la actividad extractiva al impetuoso crecimiento de la economía china, la cual necesita asegurar proveedores estables y seguros de energía y materias primas.

La destrucción del aparato productivo –evidenciado en una merma de la densidad empresarial por cada mil habitantes-, conduce a la funcionarización de la fuerza de trabajo. Si bien es cierto que el crecimiento del empleo público contribuye a mantener bajo control la tasa de desempleo, se trata de un empleo improductivo que no tiene como contrapartida la producción de bienes para satisfacer las necesidades de la población. El fenómeno de la funcionarización de la población económicamente activa reedita la alienación del trabajo que no emancipa ni libera al trabajador, toda vez que lo condena al círculo vicioso del burocratismo carente de significado y contenido.

El clientelismo rentista

Al igual que en el capitalismo rentístico, en el neo-rentismo socialista el Estado sigue siendo un instrumento de dominación. Como el Estado es el principal perceptor de la renta petrolera, éste la distribuye para crear una red de lealtades, castigar a sus adversarios, cooptar a los indecisos y premiar a los incondicionales.

A través del entramado del Estado, los gobiernos extractivistas utilizan la renta como un instrumento de control de empresarios, gobernadores, alcaldes, funcionarios públicos, trabajadores y de la sociedad en general. Una de las formas más humillante de estos mecanismos de dominación se expresa en el clientelismo político, una práctica generalizada en los gobiernos de la Venezuela rentista desde que apareció el petróleo en la vida nacional.

El clientelismo político es un chantaje, es la enajenación de la conciencia y la compra del voto bajo la manipulación de que si se pierden las elecciones, los resentidos que tomen el poder desatarán su venganza y desmontarán todas las conquistas históricas del pueblo. La manipulación de la decisión política del elector se basa en las expectativas que genera la promesa de un trabajo, una vivienda, una beca, un contrato, un préstamo y otras vías a través de las cuales se reparte la renta.

Quien logre controlar el gobierno y la estructura del Estado controla a su vez el reparto clientelar de la renta. En esencia, el clientelismo rentista es el camino a la servidumbre de una sociedad sometida a un modelo de dominación que gradualmente se va imponiendo, gracias a la extraordinaria capacidad de financiamiento, mediatización y cooptación que permite el uso discrecional, arbitrario y poco transparente del ingreso rentístico.

¿Cómo superar el clientelismo rentista?

Erradicar la manipulación que se hace de la renta petrolera con fines clientelares y electoreros pasa por aislar el impacto no deseado que provoca la inyección del torrente rentístico a la circulación doméstica. En lugar de seguir creando fondos para gastar todo el ingreso que el país recibe en los períodos de auge rentista, se impone un gran acuerdo nacional para crear fondos que permitan ahorrar para los tiempos de escasez.

Con el fin de financiar a largo plazo el desarrollo humano integral de sus ciudadanos, Venezuela tiene que repensar el modo como ha dispuesto de la renta petrolera. En la sociedad rentista la mejora de los indicadores económicos y sociales están prendidos por alfileres. Más allá de las políticas asistencialistas y compensatorias que permiten en el corto plazo aliviar las condiciones de vida de la población más vulnerable, en el largo plazo cada vez que colapsan los precios se desvanece el espejismo de riqueza y prosperidad que obnubila el imaginario nacional. Hasta ahora, son más las distorsiones que la inyección de la renta ha generado que los problemas estructurales que definitivamente resuelve.

El petróleo no es una herencia que recibimos de las generaciones pasadas sino un préstamo que nos hacen las generaciones futuras. En lugar de hipotecar la renta futura contrayendo una creciente deuda a ser pagada con entregas de petróleo, o de crear fondos para gastar las reservas excedentarias y todo el excedente que se reciba por encima de precio presupuestado del barril de petróleo, Venezuela está emplazada a crear fondos para ahorrar dinero que le permitan encarar el comportamiento errático del ingreso petrolero y asegurar el bienestar de las generaciones presentes y futuras.

Es hora de hacer valer el mandato constitucional de activar el Fondo de Estabilización Macroeconómica y ahorrar el mayor porcentaje del ingreso que el Estado recauda a través de impuestos al sector petrolero, regalías por la liquidación de los yacimientos y cobro de dividendos por su participación mayoritaria en las empresas de la Faja Petrolífera del Orinoco y filiales de Pdvsa. @victoralvarezr

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