Economía

Maduro entra en un pantano al decretar refinanciamiento de deuda externa venezolana

En medio del colapso de la industria petrolera y de toda la economía, en medio del peor año de las vacas flacas, el faraón Nicolás Maduro anuncia que renegociará los pagos de una enorme deuda externa engordada en años de petróleo caro. Venezuela está en curso de colisión contra un problema mayor y deberá probar que en medio de la quiebra histórica podrá seguir siendo el mejor pagador del mundo y convencer a los mercados.

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Nicolás Maduro

Desde hace largos meses, analistas financieros alrededor del mundo tenían claro que más temprano que tarde se acabarían las posibilidades del gobierno de Venezuela de seguir pagando religiosamente la deuda externa, una carga que soportó el país de  manero estoica, aún a costa de dejar a millones de venezolanos a la deriva, sin importaciones de productos básicos, medicinas, ni maquinarias o materias primas, semillas ni agroquímicos para la colapsada economía local.
Ahora ese día llegó, el presidente Nicolás Maduro, un especialista en aparentar felicidad aunque por dentro esté llorando, admite que el país con las mayores reservas petroleras del planeta y unas cuantas de las mayores reservas del mundo de otras riquezas minerales, ya no tiene como seguir pagando y deberá emprender un proceso de renegociación de la deuda.
«Decreto un refinanciamiento y una reestructuración de toda la deuda externa de Venezuela», anunció Maduro olvidando que este tipo de asuntos son como el tango: hacen falta dos para bailarlo.
Por principio,cuando alguien no puede ya pagar sus compromisos, tiene que negociar, buscar acuerdos satisfactorios para todos los involucrados. Por eso las palabras del gobernante suenan más a un cese unilateral que a una salida negociada, y esto complicará los escenarios.
En las primeras de cambio saltan a la vista varios detalles de lo que sin duda será un largo y amargo proceso de negociación en el territorio apache de los mercados financieros.
1- El negociador designado es Tareck el Aissami, un abogado, conspicuo representante del ala radical del chavismo. El vicepresidente está en la lista corta de funcionarios de Maduro sancionados por el gobierno de Estados Unidos, que lo acusa de ser narcotraficante. Sería difícil pensar que un negociador que técnicamente no puede pisar territorio norteamericano, pueda sentarse con los tenedores de bonos en el exterior. La idea de su gobierno es que vengan en masa los interesados a negociar en Caracas.
2- Ambigüedad. El presidente Maduro no especificó qué es lo que aspira exactamente. En sus enigmáticas declaraciones, dejo claro que pagarán lo que vence este mes, pero a la vez anunció que entrarán en un proceso de reestructuración.
3- Dudas. En un proceso típico de este tipo, se suelen negociar los vencimientos de capital e intereses de la deuda de un país y se le ofrece a los mercados nuevos títulos de deuda, para refinanciar las acreencias viejas. Es bicicletear el dinero, lo que hace cualquier hijo de vecino cuando usa una tarjeta de crédito para pagar otra. Detalle: el gobierno de Maduro tiene prohibido emitir nueva deuda en el mercado estadounidense, el más importante del mundo. Ello en virtud de las sanciones impuestas por el gobierno de Donald Trump por sus atentados contra la democracia y los opositores políticos.
4- Oscuridad. Nadie sabe exactamente cual es el monto total de la deuda pública externa de Venezuela (de la República, Pdvsa y otras empresas del Estado). El gobierno se especializa en ocultar y maquillar cifras, por lo que ha perdido de entrada un elemento crucial en cualquier negociación: la credibilidad, la confianza pues, basada en información transparente.
Tampoco se conocen los indicadores reales de la economía venezolana ni cual es el tipo de cambio promedio para calcular por ejemplo el tamaño real del Producto Interno Bruto (PIB), la pobreza, los salarios reales ni los números de las empresas del Estado.
5- Basura. Lo papeles de la deuda venezolana se cotizan a valor de bonos basura en los mercados internacionales. Como siempre han tenido una alta posibilidad de impago, suelen ser castigados con las tasas más altas de riesgo país. Este mismo jueves, cuando Maduro lanzaba su anuncio, este riesgo país medido por el banco JP Morgan estaba en 2.989 puntos, y acumula un alza de 37,87% en el año. Ese nivel de castigo –de lejos el más alto del mundo- significa que si Venezuela saliera a emitir nueva deuda tendría que pagar una sobretasa de casi 30% por encima de lo que pagan los bonos del Tesoro de Estados Unidos, considerados de cero riesgo.
6- Dogmatismo. Maduro, fiel heredero de Hugo Chávez y de la influencia de los cubanos hermanos Castro, no da señal alguna de pragmatismo en sus políticas. De hecho, no tiene políticas económicas, su gestión en este terreno se limita a aumentar los salarios mínimos a un ritmo cada vez más acelerado, fabricar nuevos billetes y a vender a las familias más pobres comida importada con dólares subsidiados.
Mientras, el país padece una brutal hiperinflación que ya supera el 1.000% anual en medio de una profunda depresión económica que ha pulverizado casi un tercio del tamaño de la economía en tres años.
Las causas de esta tragedia que abrasa a millones de venezolanos siguen vivas y latentes: entre ellas destaca el empeño de financiar un enorme déficit público, que se estimaba en unos 17 puntos del Producto Interno Bruto hace tres años, mediante la emisión de dinero inorgánico.
En medio de la cada vez más baja oferta de bienes y servicios aumenta exponencialmente la cantidad de circulante en una economía que se achica, de modo que la inflación no tiene freno. El dogmatismo y los negocios turbios que hacen mantener los absurdos e inútiles controles de cambio, de precios y de medios de producción, contribuyen a que Venezuela tenga uno de los tres peores climas de inversión entre 190 países del mundo, según estudios como el Doing Business, del Banco Mundial.
7- Tiempo y dinero. Sin un gobierno que emprenda reformas sostenibles, creíbles, eficientes y duraderas, es técnicamente imposible que Maduro logre la imprescindible asistencia financiera de los agentes económicos occidentales para emprender una reestructuración exitosa.
Y en el vértigo electoral, con elecciones presidenciales en 2018 (al menos así lo contempla la Constitución todavía vigente), es improbable que Maduro decida emprender reformas económicas estucturales.  Mucho menos que deje a un lado las políticas populistas que han sido la marca registrada del chavismo y que se han convertido por paradoja en la única piedra de salvación para millones de familias ahogadas por la hiperinflación.
Con el reparto esporádico de alimentos importados baratos, el chavismo se comporta como el marido abusador que después de moler a golpes a su esposa y enviarla al hospital, pide que le agradezcan por visitarla y llevarle ungüentos y calmantes para el dolor.
Medidas ya impostergables, como la de empezar a cobrar la gasolina (en Venezuela hoy la carga completa de un camión cisterna con 38.000 litros del combustible vale lo mismo que tres docenas de huevos) tendrían que estar en el horizonte inmediato si se quiere recibir ayuda externa.
El gobierno también tendría que subir hasta precios reales las tarifas y servicios como los del Metro de Caracas, la electricidad y el agua.
Con medidas como esta, un presidente, un gobierno y un sistema impopulares se exponen a nuevos estallidos sociales, de los espontáneos, de los nacidos con la rabia de la calle, no diremos a manifestaciones convocadas por políticos oportunistas de una cada vez más fragmentada oposición.
8- Sanciones. El gobierno de Maduro además ha sido sancionado financieramente por Estados Unidos y Canadá, mientras la Unión Europea intenta poner en orden su diplomacia para hacer lo propio.
Considerado un régimen dictatorial, tiene cerrados los caminos financieros convencionales, mientras los ingresos petroleros siguen en picada por la baja de la producción y de los precios y las reservas internacionales se mantiene en niveles históricamente bajos, en torno a $10.000 millones. En estas condiciones es muy difícil convencer a los recelosos mercados de que en el futuro inmediato el país sí tendrá como pagar.
Especialistas como Lee C. Buchheit y G Mitu Gulati, de Cleary Gottlieb Steen & Hamilton (New York) y Duke University Law School, respectivamente, analizaron hace pocos meses la dificultad de reestructurar la deuda venezolana.
«De una manera realística no se le puede pedir a los acreedores externos que difieran o reduzcan sus demandas contra el país sin un programa económico de ajustes creíble, que ataque de raíz las causas de los problemas de Venezuela”, advierten los expertos en un reciente estudio.
“Algunos tenedores podrían aceptar una reestructuración bajo casi cualquier término, si ellos creen que esta es la única forma de evitar un traumático default (impago) de los instrumentos en sus manos. Pero muchos, demasiados en nuestra opinión, no lo harán en ausencia de alguna seguridad de que los defectos estructurales de la economía están siendo atendidos», advierten.
Apostaban a que Venezuela podría intentar alguna forma de reestructuración mixta, por ejemplo, presentada a los mercados como una “gestión de responsabilidad voluntaria”.
La alternativa sería una completa reestructuración a gran escala en la que se esperaría un masiva participación de inversores.
– Los especialistas calculan que la deuda supera los $100.000 millones. Solamente en bonos de deuda venezolana circulan en los mercados $60.000 millones, incluyendo $35.000 millones de la República y $25.000 millones de Pdvsa.
Estos papeles serían el grueso de una negociación en cuya hoja de ruta están claramente marcadas las tormentas de litigios, demandas legales y exigencias compensatorias potencialmente costosas para un país ya quebrado.
El ministerio de Finanzas de Maduro contabilizaba al cierre del primer trimestre de este año una deuda externa total del gobierno central de $46.825 millones, incluyendo $36.000 millones en bonos y préstamos multilaterales,bilaterales y con la banca comercial.
La deuda consolidada de Pdvsa cerró 2016 en $41.000 millones.
El gobierno de Maduro debe otros 99.437 millones de dólares equivalentes que corresponden a deuda interna en bolívares, pero esa es otra historia.
Nadie sabe cual es el tamaño real de la deuda del llamado sector público consolidado, que incluye a todas las empresas del Estado y entes descentralizados.
– Pero el gobierno de Maduro debe además varios millones en deuda comercial por importaciones nunca pagadas, contratos de servicios a la industria petrolera, dividendos nunca repatriados, exportaciones y confiscaciones nunca reconocidas, pasajes de aerolíneas internacionales vendidos en el país y nunca convertidos a divisas y hasta alquileres de legaciones del servicio exterior.
– Además hay una deuda paralela, no cuantificada del todo con China y con Rusia. Se trata en su mayoría de créditos pagados a diario con petróleo y que sirvieron para financiar proyectos nunca acabados o la masiva importación de armas de guerra. El servicio en especies de esa otra deuda reduce la capacidad de pagar en efectivo con las exportaciones del crudo, que es el único producto de exportación con que cuenta el país.
Pero vamos a suponer que la realidad ilumine la neuronas del chavismo y se emprenda un programa de reformas para pagar la deuda y de paso enderezar los entuertos del fracaso económico.
“Un programa de ajustes necesitaría significativos montos de asistencia financiera externa muy rápido. Las necesidades inmediatas serían humanitarias, con alimentos y medicinas en el tope de la lista”, señalan por su parte los investigadores Buchheit y Gulati.
Esto implicaría una visita del Fondo Monetario Internacional (organismo que el chavismo aborrece) con el objetivo de desbloquear asistencia financiera del propio FMI, del Banco Mundial y del Interamericano de Desarrollo (BID).
“El FMI y otros entes oficiales no querrían ver como su asistencia financiera a Venezuela se desangra inmediatamente en servicios de deuda. Esto significa una reestructuración de deuda”, advvierten.
Hay otro detalle en este proceso, que traen a colación estos autores: los nexos comerciales de Venezuela con Estados Unidos son de lejos mucho más extensos que los de cualquier otro país emergente que haya reestructurado su deuda en los últimos 25 años, mucho más extensos por ejemplo que Argentina.]]>

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