Pagar en efectivo en Ureña, de 50.000 habitantes, es sinónimo de pagar con pesos, un fenómeno que se repite en la vecina localidad de San Antonio. El bolívar desapareció.
«Aquí le cobran a uno las naranjas, en pesos; el azúcar, en pesos; los vasos, en pesos. Todo el mundo maneja el peso, más nada», dijo a la AFP Marcos Vega, de 73 años, mientras hacía sus jugos en un puesto callejero en una esquina de Ureña.
A un par de kilómetros está el puente de Tienditas, fronterizo con la ciudad colombiana de Cúcuta, que está bloqueado por militares con contenedores de carga y otros obstáculos.
El gobierno venezolano descarta aceptar la ayuda humanitaria en medicinas y alimentos gestionada por el opositor Juan Guaidó, denunciándola como un pretexto para una intervención militar de Estados Unidos.
El propio Nicolás Maduro califica de «migajas» de «comida podrida» la asistencia.
Guaidó, reconocido como presidente interino de Venezuela por 50 países, pide a los militares dejar pasar los cargamentos enviados por Washington a Cúcuta (Colombia) y otros puntos fronterizos.
Guaidó asegura que entrarán «sí o sí» el sábado, un día después de un concierto con artistas internacionales en Cúcuta con el que se espera recaudar unos 100 millones de dólares.
El chavismo, en paralelo, organizó su propio concierto, con tres días de duración: viernes, sábado y domingo, separado solo por los 280 metros de longitud del puente de Tienditas.
– «No vale nada» –
El bolívar se ha devaluado más de 98% desde que Maduro lanzó en agosto pasado su último programa de reformas económicas.
El plan incluyó el lanzamiento de nuevos billetes que le restaron cinco ceros a la moneda: 100.000 bolívares pasaban a ser 1 bolívar. Era la segunda reconversión en una década, pues el fallecido expresidente Hugo Chávez había ordenado quitarle tres ceros en 2008.
Sin embargo, en apenas meses, las nuevas denominaciones fueron disueltas por la hiperinflación, proyectada en 10.000.000% para 2019 por el FMI.
Marcos, colombiano nacido en Bucaramanga que migró a Venezuela hace 45 años, recuerda los viejos tiempos: «Yo llegué a cambiar 17 pesos por un bolívar». Eso, dice, quedó «muy atrás».
Hoy, el billete de mayor denominación, de 500 bolívares, equivale a apenas 15 centavos de dólar, insuficientes para comprar siquiera un caramelo.
Como consecuencia, el efectivo escasea, pues según especialistas es imposible imprimir billetes al ritmo de la voraz inflación.
«No hay billetes (…). Estamos escasos de efectivo», dijo a la AFP Fernando Simancas, un obrero de 27 años que vive en Ureña y trabaja en Cúcuta.
Además, con el dinero que gana en Cúcuta en un día, Fernando compra comida para una semana. Si trabajara en Venezuela, cuenta, las ganancias de un día no le darían «ni para un paquete de arroz».
La mayoría de las transacciones, incluso pequeñas como comprar una barra de pan, se realizan vía electrónica en Venezuela por la falta de efectivo.
Problemas de telecomunicaciones en la frontera complican las operaciones electrónicas. La gente, entonces, se resguardó con la moneda más estable que tenía a la mano: el peso, con un billete de 100.000 (unos 35 dólares) como máxima denominación.
Decenas de locales cerrados son habituales en la otrora concurrida zona comercial de Ureña.
– Un souvenir –
Paradójicamente es más fácil encontrar bolívares en efectivo en Cúcuta que en poblaciones venezolanas como Ureña y San Antonio.
Cambistas callejeros, con gruesos fajos de billetes de 500 bolívares, ofrecen sus servicios a los transeúntes de los pasos peatonales fronterizos.
Por ello, el gobierno denuncia «mafias» que trafican con papel moneda venezolano para justificar la escasez de efectivo.
Miles de venezolanos cruzan a diario la frontera con Colombia en busca de medicinas y alimentos escasos en su país. La mayoría regresa, pero muchos forman parte del éxodo forzado por la crisis, estimado por la ONU en 2,3 millones de personas desde 2015.
Los bolívares, en muchos casos, acaban convertidos en artesanías que llevan los emigrantes de recuerdo de su país.
«Allá en Venezuela, los billetes no sirven para nada. Acá en Colombia sí nos sirven para hacer bolsos, morrales, mochilas, canastas…», dijo a la AFP Jorge Cordero, artesano venezolano de 19 años que migró en 2017, al tiempo que mostraba en Cúcuta sus creaciones con bolívares.