Sin Categoría

El Venepesimismo

Si algo se ha puesto de moda es no creer en Venezuela. Alejarse de su ámbito, desligarse de su metabolismo. Negarla. Considerarla una pérdida de tiempo. El Venepesimismo.

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Una sensación que camina más allá del “Venezuela está jodida”: conquista la terraza del “Venezuela se jodió”. Carburada con las calamidades cotidianas, alimenta con la mayor frecuencia la decisión de emigrar.

No son necesariamente cosas que tengan que ver con el afecto o la ausencia de este. Si usted tiene un familiar cercano que sólo le ocasiona mortificaciones, es probable que termine por alejarse de él. El Venepesimismo no existe por antojo de nadie; es una realidad cotidiana con un contexto que la está alimentando. Cambiarse de casaca. Elegir otros derroteros. Reconfigurar la identidad. Tratar de estar, en lugar de empeñarse en ser. La más obvia de las sabidurías convencionales. Venezuela no vale la pena. Muchos no lo dicen, pero lo piensan.

Aunque lo comprendo, procuro tomar distancia del Venepesimismo. Eso no me impide contemplar, comprobar y sufrir las miserias del país. No tengo fuelle para ensayar otra identidad. Reconozco que la negación lacrimógena y neurótica de lo venezolano me irrita profundamente. Si no me queda más remedio puedo respetarla, pero es una postura que me cae mal.

Intento colocar la actual decadencia nacional en contexto. Digamos que el Venepesimismo es un estado de la historia, destinado a durar un tiempo y a desaparecer. Puede que sobreviva, incluso, a la salida del chavismo. El Venepesimismo siempre será tan relativo y condicionado como podría estar, también, un escenario optimista. El actual es un episodio oscuro, ciertamente, de la venezolanidad, destinado a tener unas coordenadas y una duración.

Lo que suele ocurrir en estos casos es que, en las sociedades en crisis, se active una suerte de resorte de emergencia que les regrese el espíritu de cuerpo. Que los padecimientos presenten un corto circuito; que la gente se canse de sufrir. Sucedió en Colombia. Sucedió en Perú. También en Chile y Brasil. Son historias distintas. Pero sucedió. Mi esperanza era que el botón de alarma se concretara en las elecciones de 2012. De pronto pareció posible. Nos tocaba a todos sufrir un poco más.

Se está produciendo en el país, de acuerdo a los sondeos, una especie de despertar. Hay desprendimientos y reacomodos notorios en las tortas estadísticas. En Venezuela podría estarse consolidando dentro de muy poco, si no lo hizo ya, un nuevo mapa de simpatías, inédito, con algunas tendencias que lucen irreversibles. Son nuevas oportunidades, con nuevas costas electorales.

¿Venezuela está jodida o Venezuela se jodió? Pienso que todos deberíamos intentar respondernos esto alguna vez. Sobre esa línea divisoria está metido parte del debate nacional del momento.

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