Economía

¡Así no me ayude mi compadre! con ese aumento de salario

Este Primero de Mayo se ha convertido en una escena de suspenso. Como en esas películas de intriga y acción, este domingo es una taima, con los protagonistas jugando pelota, viendo TV, compartiendo un sancochito, yendo a misa o al culto, o haciendo sus colas antes de que venga el desenlace  y todos seamos sacudidos por una revelación: cuál será el nuevo aumento del salario decretado por el gobierno.

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Foto: MIGUEL GUTIERREZ / EFE

“Este es el único país del mundo donde los aumentos salariales en vez de alegrar aterran”, escribía alguien en estos días en el vértigo de las redes sociales. Y la verdad es así. Las cuentas demuestran con la contundencia de las matemáticas que los aumentos salariales al estilo chavista no resuelven nada, sino más bien empeoran todo: la gente cobra más pero en realidad gana menos, más cantidad de plata no significa que podamos comprar más cosas, sino todo lo contrario, porque aceleran la inflación
Por el lado de los trabajadores, todos los que están por encima del mínimo en la actividad formal sufren el impacto inflacionario en cadena del mínimo, pero sus empleadores difícilmente pueden elevar el sueldo en la misma proporción, de modo que se achata la base y por eso hoy día un profesional que invirtió dinero y esfuerzo en años de estudio puede ganar casi lo mismo que un obrero no calificado.
Los trabajadores por cuenta propia y profesionales independientes, que son casi la mitad de la fuerza laboral activa del país, también sufren el impacto, y suben sus tarifas hasta por cambiarte un bombillo, sacarte una muela, pintarte una casa o repararte una nevera.
Pero como estamos en medio de una profunda depresión económica (la producción de riqueza del país se desplomó 18% en 2016 según datos informados por el gobierno al Fondo Monetario) , difícilmente hay mercado para absorber esos aumentos de cosas no absolutamente esenciales.
Para las empresas, especialmente las micro, las medianas y las pequeñas, estos aumentos de sopetón multiplican sus costos operativos y administrativos, nominales y reales, mientras los ingresos no pueden aumentar al mismo ritmo, especialmente si venden productos de precios controlados o supervisados.
Al final todos los agentes económicos –menos el propio gobierno- pierden, porque estos aumentos, de esta forma populista, mal manejados y sin sustento, actúan como el motor de una licuadora que pulveriza el valor real de la moneda.
Generan una especie de torbellino que se lleva por delante todos los precios de las demás cosas y servicios en la economía, disparan más la inflación y contribuyen a alimentar esa guerra de precios en la economía que ya vive condiciones similares a una fuerte tragedia natural, social, o una guerra convencional.
Claro que no son los aumentos salariales los que provocan toda esta inflación que padecemos los venezolanos, pero, como diría Cantiflas, ahí es que está el detalle.
El gobierno, que usurpa hoy todas las funciones del Estado, no tiene mayores problemas para financiar estos aumentos salariales por decreto porque simplemente tiene una máquina de imprimir papel moneda y bonos oficiales que le vende a la banca privada y con los que le transfiere oxígeno a la asfixiada Pdvsa.
Entonces, es como si uno le echara más agua a la sopa cuando llegan los parientes a visitarnos.
El volumen del cruzado en la olla cuartelera va aumentando, pero un plato de esa sopa obviamente no tendrá la misma consistencia, sabor, ni alimentará tanto como la receta original, pensada para menos personas.
Los aumentos salariales son el agua que le echa el gobierno a la sopa de nuestros bolsillos para que creamos que estamos ganando más, pero en realidad se nos está confiscando poder adquisitivo, de modo que cada vez hay que trabajar más y gastar más para comprar menos.
¡Ay mañana!
La principal causa de la inflación en Venezuela es justamente ese empeño del gobierno de pretender financiar sus cuentas y pagarnos con chapitas. Resulta que se la pasa imprimiendo dinero no sólo para pagarle a los trabajadores del Estado, sino lo que es peor, para completar las cuentas de casi todo el funcionamiento del aparato estatal porque se quedó sin un céntimo.
Hoy día, por ejemplo, Pdvsa percibe más vía transferencias de este tipo de dinero sin respaldo que viene del Banco Central en forma de bonos, que de la venta de petróleo, señalan economistas de respeto.
El gobierno usa las emisiones de dinero y bonos para financiar esos constantes anuncios que hace el presidente Nicolás Maduro en sus cadenas de TV, cuando habla de créditos y obras que nadie ha visto desde hace años.
Es como si en una usted gastara cada mes más cantidad de plata prestada por el banco con la tarjeta de crédito que lo que gana en su trabajo.
Así usted estará financiando permanentemente un enorme déficit, un agujero en sus propias cuentas fiscales, que no parará de crecer, porque ya usted está acostumbrado a ese nivel de gasto, aunque sea precario.
Si puesto en ese caso usted decidiera dejar de usar la tarjeta de crédito para pagar la escuela, completar el mercado y echar gasolina, su hijo se pondría bravo porque su educación sufriría un duro golpe, el hogar tendría que comprar mucha menos comida y usted además tendría que dejar de beberse una lata de refrescos para llenar el tanque del carro en el mes.
Seguramente habría una rebelión en la casa, y usted que es un papá chévere y complaciente, perdería puntos y quedaría mal en la foto.
El rey Midas de papel
Entonces el problema grande es ese: tenemos un gobierno que cree haber encontrado la fórmula de la riqueza imprimiendo dinero.
Si ese fuera el camino, la economía nunca hubiera existido como la conocemos hoy. Por una razón muy sencilla, todo lo que abunda demasiado pierde su valor. Eso explica por qué un camión de piedras picadas no vale lo mismo que uno de diamantes.
A estas alturas del partido no sabemos si mañana el gobierno aumentará por decreto sólo el salario mínimo o –como barruntan algunos economistas y empresarios- lo que viene es un aumento general de sueldos y salarios.
Si este fuera el caso, coincide la mayoría, se levantará la tranca que falta para que la hiperinflación inunde a toda la economía como un río crecido. Porque como decía aquella vieja cuña, «hasta ahora usted sólo ha escuchado la mitad del sonido».
Lo peor, es que serán anuncios inútiles. Los nuevo salarios solo servirán para alimentar discursos patrioteros de supuesta justicia social.
Hasta hoy 30 de abril el salario mínimo es de Bs 40.638, más 108.000 del bono de alimentación, genéricamente llamado “cesta ticket” debido a la marca original que llegó al país con este modelo de pagos que no incide en las prestaciones sociales.
Estos son Bs 148.638 al mes. Pero la canasta básica familiar para sustentar a una familia de cinco miembros, calculada en estudios de campo por el Cendas, el Centro de Documentación y Análisis de la Federación Venezolana de Maestros, ya cuesta 1.068.643 bolívares.
Es decir, el aumento del salario mínimo tendría que ser de 700%, siete veces más, solamente para que un trabajador del mínimo pueda adquirir lo básico para que la familia no pase hambre y agarre el autobús.
Pero aún con toda la retórica oficial y los encendidos discursos y con el desenfreno en la impresora de bolívares que llegan en gandolas al Banco Central, sería imposible elevar el salario mínimo en esa magnitud. En las condiciones actuales y en ausencia de otras medidas se provocaría el colapso total de lo que sigue en pie en la economía.
Según cuentas que lleva la economista Anabella Abadí, hasta noviembre pasado, en 2016 hubo cuatro aumentos del salario mínimo, lo que había elevado el salario integral (sumando los bonos cesta ticket) en 454%.
Ya este año serán dos más hasta ahora.
El gobierno dice, en unos datos enviados al Fondo Monetario Internacional, que la inflación fue de solo 274% el año pasado. Si ese fuera el caso, el salario integral, subió en términos reales 180%.
En sus cuatro años de gobierno, Maduro ha aumentado el salario 16 veces, y seis la base de cálculo del cesta ticket, contando lo esperado para mañana.
La gran pregunta cuya respuesta todo el mundo sabe, es si esos aumentos de verdad verdad han servido para que el trabajador pueda al menos mantener su ritmo real de gastos que tenía hace cuatro años. Es decir, ¿vive, estudia, come, se divierte usted y su familia 16 veces mejor que hace cuatro años?]]>

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