Los precios se han recuperado con firmeza desde los mínimos de enero, cuando se derrumbaron a 26 dólares el barril.
Ahora, la gran mayoría de analistas espera que el cártel de 13 países siga bombeando a pleno régimen, sobre todo después de que fracasara la reunión del 17 de abril en Doha con productores no miembros de la OPEP, en la que se pretendía congelar la producción para sostener los precios.
«Después del fiasco de Doha, me parece muy improbable que se acuerden nuevas medidas para controlar la oferta», dijo a la AFP Bill Farren-Price, de la consultora británica Petroleum Policy Intelligence.
Desde finales de 2014, Arabia Saudí, el miembro más influyente de la OPEP, se ha negado a un recorte de producción, prefiriendo defender sus cuotas de mercado frente a los productores estadounidenses de petróleo de esquisto, antes que un determinado nivel de precios.
La persistencia de los precios bajos ha provocado cuantiosos déficits a las monarquías petroleras del Golfo y castigado con dureza la economía venezolana, que obtiene de las exportaciones de crudo el 96% de sus ingresos en divisas.
Sin embargo, el mercado espera ahora que el exceso de oferta se reabsorba en la segunda mitad del año, y tanto la Agencia Internacional de la Energía (AIE) como la OPEP pronostican una menor producción de los países no miembros del cártel.
«De forma general, se cree que el mercado se equilibrará en un momento dado», lo que dará aún menos alicientes a la OPEP para congelar su producción, comenta Alexander Poegl, analista de JBC Energy.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo, que bombea alrededor de 30% del crudo mundial, extrajo 32,44 millones de barriles diarios (mbd) en abril, después de los 32,25 mbd de marzo, según datos del cártel publicados en mayo.
– Nuevo ministro saudí –
El bloqueo de las negociaciones para congelar la producción, opción defendida por Venezuela en estos últimos meses, ha chocado con la rivalidad multiforme entre Arabia Saudí e Irán.
Al calor del acuerdo internacional sobre su programa atómico, Teherán se está esforzando en recuperar los niveles de producción previos a la imposición de sanciones hace una década, y a partir de este verano tiene el objetivo de exportar 2,2 mbd.
Por su lado, Riad ha dejado claro que no consentirá congelar la producción sin que lo haga también Irán. Por iniciativa del vice-heredero del trono Mohamed Ben Salman, el reino anunció recientemente un ambicioso plan de reforma tendente a reducir su dependencia del oro negro. Entre enero y abril, su producción promedió 10,13 mbd, en alza de 3,5% respecto al mismo período de 2015.
Para Helima Croft, que dirige la división de materias primas de RBC Capital Markets, nada apunta a que Arabia Saudí vaya a abandonar en este momento la guerra de desgaste iniciada a finales de 2014. Máxime cuando el príncipe Ben Salman «parece especialmente concentrado en su esfuerzo de reforma económica de gran calado, y no muy afectado por el actual panorama de precios».
En este contexto, «lo más interesante (en la reunión del jueves) es que la delegación saudí será diferente respecto a la última vez», tras el cese en mayo del veterano Ali al Naimi, ministro del Petróleo durante más de 20 años, indica Poegl.
Según algunos, no obstante, esta remodelación no cambiará mucho la política energética saudí, salvo en el plano de la comunicación.
Con el nuevo titular, Jaled al Faleh, la política energética del reino «se ha vuelto más franca que en la época de Al Naimi», quien «siempre fue muy diplomático y muy cuidadoso con las palabras que elegía», explica Poegl.