Venezuela vive el peor colapso económico del que se tenga memoria en la era republicana. El faltante de efectivo y las pocas unidades del sector transporte son ejemplo de ello, lo que a su vez causa trastornos en el normal desempeño de las actividades productivas.
La hiperinflación y la incapacidad del Banco Central de Venezuela de imprimir las cantidades suficientes de billetes y en las denominaciones pertinentes para atender las necesidades de la economía, complican el día a día de la población que mayormente debe movilizarse en transporte público para llegar a sus sitios de trabajo.
Es una realidad que ha empeorado en lo que va que de 2018 y que ha obligado tanto a patronos de los sectores público y privado como a trabajadores a buscar mecanismos que afecten lo menos posible las labores, como permitir entradas o salidas fuera de los horarios habituales.
Sin embargo, algunos ponen en riesgo sus vidas para cumplir con sus deberes laborales, como señala la presidenta de la Comisión de Asuntos Laborales de Conindustria, Maryolga Girán, quien indicó que en enero murieron dos personas al caer de uno de los camiones que se usan para trasladar a usuarios, en la zona industrial de Valencia.
Donde no hay transporte privado es muy difícil que los empleados puedan llegar con normalidad a sus puestos de trabajo, asegura Girán.
En algunas empresas el ausentismo se ha elevado a 7%, precisa.
Hay compañías que han contratado unidades de transporte para el traslado, pero la decisión aumenta los costos asociados a la nómina.
“La perrera” como se ha denominado a los camiones que son utilizados como medio de transporte para que los ciudadanos puedan movilizarse, es cada vez más común en algunos sectores del interior del país.
Los trabajadores mayormente afectados por falta de efectivo o transporte público son los residentes de ciudades satélites como los Valles del Tuy, Guarenas y Guatire.
El sector comercio y servicios, por ser el mayor empleador, reporta el mayor número de afectados.
Girán sostiene que en el caso de quienes trabajan en la Costa Oriental del Lago y viven en Maracaibo, en Zulia, se les dificulta pasar el puente. Igual ocurre en el estado Bolívar para el cruce del puente Orinoquia e ir a Puerto Ordaz. Asegura que Alcasa, la reductora de aluminio de la estatal Corporación Venezolana de Guayana (CVG), está paralizada porque sus trabajadores no tienen cómo llegar hasta el sitio.
“Llegar a Caracas se ha convertido en un suplicio”, dice Edgar, empleado en el área de seguridad que vive en Guarenas (estado Miranda) y trabaja en Los Palos Grandes.
Si tiene la suerte de conseguir una unidad disponible debe pagar entre Bs 12.000 y Bs 14.000 en efectivo para ir a la capital y destinar una cantidad similar para regresar a su hogar.
“El problema está en que varias veces debo ir a Guatire para poder retirar los Bs 10.000 que entregan los bancos por taquilla y sacar también en Guarenas para completar los Bs 20.000 porque no consigo la totalidad en una misma ciudad. Hago lo mismo cuando estoy en Caracas para poderme regresar al día siguiente”, dice a El Estímulo.
Maira vive en Los Teques (estado Miranda), pero ni la cercanía del Metro le asegura llegar temprano a su trabajo, ubicado en Los Dos Caminos.
La mayoría de las veces el sistema subterráneo tiene fuertes retrasos, lo que la lleva a tomar el autobús hasta la capital.
Si en un mismo día debe movilizarse en transporte público, dos veces, termina gastando al menos Bs 24.000 (Bs 12.000 de ida y Bs 12.000 de vuelta). Pero donde la unidad la deja debe tomar un taxi que la lleve hasta su casa si es después de las 8:00 pm y le cobra Bs 30.000.
Hay ocasiones en las que en Plaza Venezuela, donde toma el bus si el Metro presenta fallas, los taxis se aprovechan de la hora y llevan a cuatro pasajeros, cada uno por Bs 120.000. Aceptan transferencias bancarias.
María Carolina Uzcátegui, presidente de Consecomercio, señala que apenas 15% del transporte público de todo el país está circulando. El resto se mantiene parado por falta de repuestos, ya que las tarifas reguladas y los altos costos de las reparaciones y reposición de piezas e insumos, impiden que las unidades se mantengan en la calle.
“Mucha gente camina lo más que puede para llegar a sus sitios de trabajo”, dice. Es una característica de los tiempos más recientes, producto también de la escasez de billetes.
Personal que en horas del mediodía se movilizaba para hacer alguna gestión, ahora se queda en la empresa. “Hay menos tiempo ocioso”, señala la dirigente gremial, quien afirma que los horarios de trabajo han sido modificados o se aceptan faltas o llegadas tarde sin que ello represente alguna sanción al trabajador.
En el sector público la situación es aún más precaria. En algunos organismos públicos se está trabajando hasta la 1:00 pm, precisamente por la falta de transporte público y de efectivo para poder cancelar el traslado.
Cada institución adopta la medida de acuerdo con sus necesidades. Los trabajadores de los ministerios de Transporte y de Vivienda y Hábitat, aplican horarios especiales. En otros organismos, los empleados acuden apenas dos días a la semana porque no disponen del dinero en efectivo para desplazarse a sus trabajos.
A otros sencillamente los ingresos no les alcanzan para ir todos los días cuando la distancia es larga y la prioridad es alimentar a la familia, dijo a El Estímulo un empleado público que optó por resguardar su identidad.
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