Como ya había informado El Estímulo, el HUC cuenta con tres plantas eléctricas, las cuales no funcionaron el sábado. Ninguna operó y no fue por casualidad. Las plantas no tenían ni gasoil ni baterías como reconoció el jefe de seguridad del centro hospitalario. Esto ya lo habían denunciado los trabajadores hace dos meses, sin embargo no hubo oídos que escucharan.
La cifra de muertos por el apagón del sábado sigue siendo un misterio. Las autoridades no hablan. Enfermeras y trabajadores confirman que fueron tres, pero tanto ellos como pacientes y familiares que estaban allí aseguran que son muchos más.
Aunque la situación del suministro de energía se “regularizó”, el estado del hospital es inenarrable.
El sótano en el que se ubican los vestidores de enfermeras, medicina nuclear, oficinas, la morgue y la sala de control donde se encuentran los breakers de todo el HUC, está a oscuras. No por el apagón sino porque desde hace tiempo las lámparas no tienen bombillos y el sistema eléctrico en esa zona está dañado.
Solo un ascensor es el que medianamente funciona y por el que bajan pacientes, fallecidos y basura.
Basura, es lo que más abunda. En pasillos y hasta en zonas de la emergencia. Pozos de agua en el piso, moscas y un hedor a orine en todo el primer piso producto de baños clausurados.
Bajo ese escenario están pacientes como Rafael, quien llegó el pasado martes con una gangrena en la pierna y que le ha producido infecciones en la orina. Desde ese día, está en un pasillo porque no hay camas. Una imagen que se repite en todos los hospitales del país.
Su esposa, Teresa, relata que el sábado vivieron la locura. «Todo estaba oscuro hasta las 5:00am cuando llegó la luz. A mí me permitieron ingresar y quedarme aquí pero a varios familiares no y se tuvieron que quedar afuera», dijo.
Terrible, así Teresa describe la situación del HUC pero alaba el desempeño del personal que “trabaja con las uñas”.
Debido a que el hospital, -el cual fue referencia en alguna época- no cuenta con insumos, los familiares deben conseguir agua, algodones, termómetros y las medicinas necesarias.
Muchas camillas tienen las bolsas de suero pegadas en el techo porque no hay estructuras para colocarlas.
Precisamente en la emergencia el olor a orine es más fuerte. También la presencia de moscas sobre la comida y sobre los pacientes.
El señor Santander Acosta ingresó al hospital desde el 10 de enero por un problema en la sangre. Reconoce que es «triste» ver cómo está el hospital pero no tiene dinero para ir a otro sitio. A duras penas, dice, su familia le consigue los medicamentos y agradeció a Dios porque pudo conseguir sangre para que le transfundieran.
Cada rincón de la emergencia también refleja lo que es prioridad para las autoridades.
Los laboratorios de sangre están en malas condiciones. Las sillas no cuentan con el respaldo para los brazos. La sala de triaje no cuenta con lo necesario. Por si fuera poco, también abundan las moscas y malos olores.
Este lunes, autoridades del ministerio de Salud hicieron acto de presencia en el centro hospitalario. Revisan como si fuese la primera vez que entraban al lugar.
Afuera, enfermeras y trabajadores exigían no sólo la renuncia de Fernando Alvarado, el director, sino también que se le abra una investigación penal por lo ocurrido este 12 de enero.
Los pacientes, en medio de sus dolencias, agradecen la atención de médicos y enfermeras y destacan la vocación de estos profesionales, a pesar de las condiciones de trabajo.
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