Gastronomía

Lutecia Adam: la laboratorista de la vida sigue regalando consejos

Una enfermedad terminal fue la punta de lanza para que Lutecia Adam cambiara radicalmente su forma de vida y escribiera, hace más de 30 años, sus investigaciones acerca del mundo vegetal y la prodigiosa acción sobre la salud que tienen las plantas medicinales y los alimentos naturales, plasmadas en sus libros Laboratorio de la Naturaleza

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Fotos: Cortesía de Lutecia Adam y Henriette Arreaza

Lutecia Adam podría considerarse como una antecesora de lo que ahora conocemos como influencer. En mi época de estudiante universitario, Lutecia aparecía constantemente como personaje público, dictaba charlas en fábricas y comunidades, producía programas de televisión, actuaba como voluntaria en varias instituciones asistenciales, era relacionista innata y se involucraba con persistencia en todo lo que hacía.

Pero una grave enfermedad le hizo cambiar drásticamente de vida y hábitos para dedicarse a investigar la naturaleza, que en pocas palabras le devolvió la vida.

Nació en Irapa, estado Sucre. Vivió hasta los 16 años en Tucupita, cuando esa región se llamaba Territorio Federal Delta Amacuro. Fue educada por las hermanas franciscanas y luego estudió en Estados Unidos. Se casó con Enio Arreaza Arreaza con quien tuvo 4 hijos. Posteriormente se casó con Oscar Yanes, de quien tuvo un hijo. Tiene 13 nietos y 14 bisnietos.

Lutecia Adam
Lutecia Adam, a sus 95 años, «piensa, imagina y teje» según describe ella misma

Siempre ha sido una luchadora por la vida, primero contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez ya que junto a sus hermanos Henriette, Luisa, Félix, Alexis y Frank fueron perseguidos, torturados y encarcelados. Luego, una luchadora por su salud, batalla de la cual salió airosa a pesar de su severa enfermedad.

Con el aire de la montaña

Hoy, a sus cercanos 95 años, Lutecia Adam vive en Agua Caliente de Tabay, Mérida, y sigue con el afán diario de trabajar y estar ocupada para ser útil porque en sus palabras: “No sé vivir sin hacer algo”.

“Pensar, imaginar y tejer son las actividades de esta etapa de mi vida. Escribo para no olvidar algo, pero ya la escritura no me atrapa. A veces me siento inútil y eso no forma parte de mi naturaleza”, cuenta Lutecia.

Durante muchos años escribió la columna Laboratorio de la Naturaleza para la revista Estampas del diario “El Universal”. El éxito de lectoría no se hizo esperar y motivada por la periodista Mariahé Pabón, directora de la revista, se dedicó al proceso editorial junto a sus hijas Henriette y Luisa Beatriz para publicar todo ese invalorable caudal de conocimientos para la salud, tanto física como mental, en dos libros con el mismo nombre y un tercero “El Gran Laboratorio de la Naturaleza”, aventura de la cual ya han pasado más de 32 años y sigue tan vigente.

Libros de cabecera

Aunque parezca exagerado, los dos tomos de Laboratorio de la Naturaleza son un compendio de todo lo que debemos conocer y aplicar sobre lo que nos brinda el planeta Tierra en su mejor expresión a través del mundo vegetal.

Este es el primer tomo de Laboratorio de la Naturaleza, el libro en el que Lutecia plasma los conocimientos que le salvaron la vida. Colección Alberto Veloz

Cualquier dolencia o enfermedad va encontrar algún remedio o sanación en la sabia naturaleza y eso fue lo que hizo Lutecia Adam, plasmar en sus textos todas sus investigaciones y contrastarlas con resultados positivos para la cura del alma y del cuerpo.

Lutecia Adam
Segundo tomo del libro Laboratorio de la Naturaleza

Ansiada y necesaria reedición

Por eso Lutecia está pendiente de la reedición del Laboratorio de la Naturaleza que le están preparando sus nietas, a lo que ella misma comenta:

“Les toca a las nuevas generaciones esta tarea. Mis nietas Ximena, Manuela y Patricia se están ocupando de una edición digital y ojalá otra en físico porque ese libro debe vivir en una cocina o en una mesa de noche, mucho más a la mano que en una computadora. Que se pueda leer con una vela si se va la luz, como ya empieza a ocurrir, no solo aquí, sino en los países desarrollados del planeta. Hay que aprovechar las nuevas tecnologías, son maravillosas y nos abren un mundo de posibilidades, sin desdeñar las antiguas, más cercanas y artesanales y menos dependientes”.

La inmensa obra de recopilación e investigación de Laboratorio de la Naturaleza se pudo llevar a cabo gracias a la colaboración de los Talleres sobre Otras alternativas de Vida y el apoyo invalorable de la Fundación Polar, de las desaparecidas Empresas Mavesa y de la Fundación de Ayuda al Indígena.

El Gran Laboratorio de la Naturaleza (1)

Ojalá este apoyo se pudiera repetir para la reedición del trabajo de Lutecia Adam, que debe ser conocido por todos los venezolanos, tanto para su bienestar físico y mental, como por cultura general del conocimiento de nuestra Madre Naturaleza.

Puesta en práctica del laboratorio

Uno de los espacios donde este laboratorio de la naturaleza se expresó de un modo multicultural fue en el pueblo de Hato Viejo, en el estado Yaracuy.

Un paraje de Hato Viejo, uno de los poblados más antiguos de Yaracuy. Foto cortesía

A lo largo de los años 80, se desarrolló también con el apoyo del Consejo Nacional de la Cultura (Conac) organismo que dirigía la vida cultural del país en aquella época, una experiencia que englobaba el trabajo de recuperación artesanal y artística junto a los Desayunos Silvestres que se celebraban como actividad dominical en ese pueblo.

La sana gastronomía formaba parte de exposiciones de arte y artesanía, de eventos teatrales y musicales, en los que la ceramista Mérida Ochoa y un equipo maravilloso de promotores y cultores invitaban a degustar una comida popular, autóctona y saludable, recuperada de la tradición y reinventada.

Recordando esas actividades dice: “Con la Fundación para el Desarrollo de la Psiconeuroinmunología, conducido por la doctora Marianella Castés, pude poner en práctica muchos de los conocimientos que adquirí”.

Se trataba de un programa interdisciplinario para pacientes de cáncer y otras enfermedades terminales. «A mi cargo estaba el área de nutrición para estos pacientes. Mi reto era hacer de la comida saludable no solo una medicina sino un deleite, un placer. Gocé mucho inventando platos que hicieran de los vegetales codiciadas delicias, lo que llaman comida gourmet”.

Una enfermedad cambió su vida

“Tuve una rectocolitis ulcerosa y un proceso adherencial en el intestino. Estaba demasiado avanzado como para poder intervenir quirúrgicamente. El diagnóstico fue prácticamente una derrota. Me abrieron y me cerraron. No había nada que hacer. Pero yo amo la vida y quería seguir viviendo. Por eso en vez de rendirme, luché, no solo por vivir, sino por hacerlo sanamente. Cambié de rumbo, drásticamente, y en vez de resignarme me ocupé buscando una solución”, sigue la entrevista con entusiasmo.

Lutecia Adam desborda simpatía. Tiene una conversación muy fluida y animada, desde la época cuando la conocí en la Fundación del Niño donde trabajó con ahínco como voluntaria.

En este sentido comenta que lo más simple y lo más natural es lo más asombroso. Sentir el cuerpo, buscar en el bienestar la felicidad, acercarse a una planta, preguntarse cuál será la medicina que necesitamos, es responsabilidad de cada ser humano.

«Así llegué yo al naturismo, de un modo natural. Tenía esa enfermedad y los médicos no podían ayudarme. Entonces busqué en otro medio que no era el de los científicos puros. Busqué otras alternativas para mi salud y así llegué al naturismo. Recorrí nuestro país investigando cómo comían y cómo se curaban los venezolanos de la Venezuela rural”.

Naturaleza y Ciencia

Lutecia Adam, con su convincente modo de expresarse comenta que muchos pueden pensar que es más fácil tomarse una pastilla, combatir una infección con un antibiótico y a veces extirpar un órgano dañado o un tumor a través de la cirugía.

Por eso a la pregunta si escoger la ciencia o el naturismo responde: “Uno tiene que sopesar, por un lado, cuáles pueden ser las secuelas de un método invasivo o agresivo. Por otro lado, puede ser que lo que ofrece la medicina convencional no tenga una respuesta para algunas dolencias. Ese era mi caso. La respuesta que el universo me exigía era un cambio radical. Y así lo hice».

Continúa narrando que «de la vida urbana y muy social pasé a una dimensión más rural y campestre. Dejé las relaciones públicas y comencé a investigar, a escribir y, más tarde, a dar talleres en fábricas y comunidades, sobre las otras alternativas de vida que había encontrado y experimentado”.

Agua y arcilla

Lutecia acudió al doctor Juan Sámano, médico naturista de la Gran Fraternidad Universal que conocía los sistemas ancestrales y naturales para alcanzar la salud.

Dentro de esos sistemas estaba no solo la alimentación y la cura con plantas medicinales. Las terapias de agua, que son legendarias y muy variadas a lo largo de la historia humana, fueron parte de su sanación.

Igualmente, explica Lutecia Adam, la terapia con tierra o arcilla a la que intuitivamente acuden los animales para restablecer su equilibrio. Son cosas tan simples como caminar descalza sobre la grama mojada, o poner una cataplasma de barro en el vientre, así como también otros tratamientos más complejos por lo meticuloso y por la disciplina con la que se debe emprender este tipo de método, fueron parte de las curas a sus males.

Luego se enteró, por una de sus hijas, que en California funcionaba el Hipócrates Health Center, instituto que impartía terapias naturistas similares a las del doctor Juan Sámano y nos narra su experiencia.

“Allí tuve la oportunidad de hospitalizarme para aplicar los tratamientos durante dos meses y aprendí, entre otras terapias, el uso de los germinados como regeneradores celulares, así como la aplicación de la clorofila de los vegetales verdes en la oxigenación de la sangre”.

Por otra parte profundizó en el yoga, como disciplina psicofísica y espiritual. También ahondó en la ciencia de la nutrición, las propiedades curativas de los vegetales, la combinación adecuada de alimentos.

Lutecia en posición de cobra

Vegetariana por convicción y salud

A nuestra pregunta sobre el vegetarianismo, tan de moda pero igualmente tan antiguo, Lutecia explica a profundidad y con conocimiento de causa lo que significa.

“Ser vegetariano no es solo comer vegetales. Es más que eso. Se debe saber combinar y repotenciar lo que ingerimos con una dieta balanceada que no excluya ninguno de los nutrientes esenciales. Hacerme vegetariana fue una decisión de vida o muerte. Yo elegí la vida. Cuando sané, no solo mi salud era otra, mi vida completa había cambiado. Asumir el cambio me salvó. Yo había logrado bailar al son que me proponía el universo”, relata.

Aportes extranjeros y despensa criolla

Resulta obligatorio solicitar a la entrevistada que nos hable sobre la gastronomía, lo autóctono y lo foráneo y cómo siente ella esa simbiosis.

“El venezolano tiene una manera de comer muy especial y esto es fruto de la diversidad de culturas originarias y de su apertura con los que han llegado de otras latitudes. Los italianos, los españoles, los africanos, los portugueses, los árabes, han dejado su huella en la dieta del venezolano. La combinación cultural ha sido muy positiva para la fusión culinaria. La pasta llega con los italianos pero también la ensalada cruda. Ese es un aporte. El pabellón no lleva ensalada”.

“Los dulces, nuestros postres, son básicamente hechos de frutas, es nuestra dulcería criolla. La lechosa, la guayaba, la guanábana, la toronja, son frutas convertibles en conservas, en almíbar, en abrillantados. Usamos las conchas en el caso de la parchita o en el casco de la guayaba. Tenemos influencia de la repostería antillana, de la hindú, con elementos como el jengibre que nos llega de Trinidad, de África con el uso del coco y el plátano en variedad de masas y de postres», refiere Lutecia Adam.

dulces abrillantados
Dulces abrillantados en Mérida. Foto: Raymar Velásquez / @menucallejero

Y continúa: «El majarete, la mazamorra, o platos como el funche y las cachapas nacen del mismo alimento, el maíz, procesado por diferentes culturas”.

Revalorizar la despensa local

Lutecia es enfática cuando se refiere a que no nos hemos alejado de nuestros productos autóctonos, al contrario, las carencias debidas al bloqueo y a los manejos políticos que han afectado la economía nos han obligado a redescubrir y a reelaborar alimentos olvidados o desdeñados.

“Hemos revalorizado lo nuestro: el bledo, la chayota, los tapiramos y otras leguminosas. Estamos produciendo una variedad de harinas sorprendentes: de plátano, de cambur, de yuca, de lentejas. Hojas que nunca habíamos consumido y que morían como malas yerbas en los patios de las casas, la pira agria, la berza, la mostaza, el nabo. En fin, una lista interminable que alimentaron a nuestros abuelos y hoy regresan a nuestras mesas”.

Cortesía www.tanetanae.com

Con su experiencia y visión de futuro, Lutecia Adam se refiere a la migración que actualmente vive Venezuela, que da a conocer y pone a prueba, fuera del país, platos típicos como la arepa, los tequeños, las empanadas y las cachapas, entre otros.

“Yo me pregunto: ¿cuánto habremos crecido culturalmente cuando estos venezolanos migrantes vuelvan a la patria con los aprendizajes de vida que habrán tenido en otras partes del mundo? Esto significará un cambio prodigioso. También habrá cambios interesantes para los países que los recibieron como huéspedes”.

Secretos de longevidad

Mucha agua, ejercicio y buenos pensamientos. La primera porque hidrata y llena de vida el organismo. “Somos agua, como el planeta. Somos agua, tomada, rociada, aplicada, sudada. El contacto de nuestro cuerpo y el agua es esencial”, afirma Lutecia.

Otra recomendación es el yoga y las caminatas. No solo mantienen los músculos, articulaciones y huesos a buen tono, sino que también mueven el intestino, activan el torrente sanguíneo y desintoxican.

“Por si fuera poco, nos serenan, nos ayudan a ver y a pensar con equilibrio y nos hacen ser más amables con nosotros y con los demás. Los buenos pensamientos porque alegran nuestras células y ponen a nuestros neurotransmisores a fabricar las hormonas de la felicidad, el optimismo y el ánimo ante las dificultades”.

Consejos de oro para las nuevas generaciones

“No me gusta dar consejos aunque la vida me ha pedido hacerlo. Yo le diría a los jóvenes que no se conformen con lo que ven y oyen, que busquen el origen de todo lo que nos nutre espiritual y físicamente. La búsqueda de esas respuestas es una responsabilidad y delineará nuestras vidas para darle un sentido acorde con la energía del universo que nos engloba y nos sostiene”.

A esos consejos nuestra entrevistada agrega: “Yo siempre digo que somos lo que sentimos, lo que pensamos, lo que hacemos y lo que comemos. Somos responsables de nuestra vida que es, a su vez, parte de la vida del planeta. Todos respiramos el mismo aire y tomamos la misma agua, somos un mismo organismo”.

Las emociones como alimento

Y aunque no le gusta dar consejos, Lutecia continúa porque la experiencia de su vida es sabiduría y no podemos desperdiciarla en esta conversación.

“Ya lo dijeron los antiguos sabios de muchas culturas: cuerpo y mente son una sola cosa. Las emociones son también alimento y hay que saber manejarlas con criterio de escasez. Mucha emoción turbulenta puede trastornar nuestro cuerpo. Una dulce emoción puede regenerarnos. Si logramos controlar las emociones hemos hecho el 80% del trabajo de nuestras vidas”.

“Si me alimento de alegría, de belleza, de bondad, el cuerpo reflejará esas cualidades. Si ando triste y apesadumbrada andaré cabizbaja y probablemente mis pulmones se deprimirán y no se oxigenarán como deben. Si cultivo miedo mis riñones lo percibirán. Y si vivo con rabia mi hígado no tardará en resentirse”.

La espiritualidad en Lutecia Adam

El tema espiritual no podía escaparse de esta entrevista con Lutecia Adam que venció una terrible enfermedad y que cercana a los 95 años, está más viva y con más claridad de mente que ya muchos desearan.

Lutecia Adam es sociable y de conversación fluida y amena

Se refirió a la espiritualidad, a lo sutil, lo etéreo, lo desconocido como algo muy difícil de definir. “Como un intento, yo diría que la espiritualidad es la comunicación íntima con lo que nos rodea. La única manera posible de vivir en plenitud, en conexión”.

“Es muy fácil ser espiritual en un convento, pero ser espiritual en el mundo es para mí el reto. El universo necesita seres espirituales. La mayoría no piensa en ser sino en tener, entorpeciendo así la verdadera comunicación con lo que llamamos alma”.

“Yo rezo, como una manera de comunicarme con esa energía a la que le hemos dado tantos nombres. No sé si esa es una actividad más espiritual que otras, pero para mí es necesaria. Es mi momento de comunicación con lo que no muere, lo que siempre ha estado allí”.

“Una vida espiritual es una vida cambiante, una vida que gira como gira el universo. Hay muchas maneras de vivir, de acuerdo a lo que el universo va poniendo ante ti. Ante cada cosa, acontecimiento o ser, dar una respuesta creativa. ¿No será eso la espiritualidad?”.

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