Y si gana Lula en Brasil, ¿qué puede pasar con la izquierda en América latina?
Aunque Lula Da Silva logre la presidencia de Brasil por tercera vez, las condiciones económicas y políticas en el mundo han cambiado radicalmente en los últimos 10 años y han fraccionado a los líderes de izquierda. La guerra de Rusia contra Ucrania, los problemas de Irán y la crisis económica que afecta especialmente a los gobiernos populistas son una barrera para el fortalecimiento de las alianzas del Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla y el resurgir de la izquierda latinoamericana
De concretarse el triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta presidencial en Brasil el próximo 30 de octubre Latinoamérica estaría consolidando su segundo ciclo hacia la izquierda, con las principales economías de la región gobernadas por presidentes populistasalineados al Foro de Sao Paulo y Grupo de Puebla.
Brasil se sumaría a esta tendencia y daría un fuerte impulso a la alianza al ser el país que está entre las 10 economías más grandes del mundo y es la tercera más grande de América.
Junto a Brasil estarían Argentina, México, Colombia, Chile, Perú (los países con las economías más fuertes de la región) y Venezuela. Le siguen Nicaragua, Bolivia, Honduras y Cuba como parte de este nuevo foro de izquierda que tiene a su vez vínculos internacionales con las más fuertes autocracias enfrentadas a Estados Unidos y a las democracias occidentales lideradas por Rusia, China e Irán.
Lula gobernó Brasil durante dos períodos entre los años 2003 y 2010 y su sucesora y discípula Dilma Rousseff fue la también dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), quien gobernó desde 2011 hasta 2016, cuando fue destituida por acusaciones de corrupción en el contexto de una fuerte recesión económica y masivas protestas.
En diciembre de 2015 la Cámara de Diputados aprobó la solicitud de impeachment, o juicio político, impulsada por la oposición, quer la acusaba de haber maquillado las cuentas financieras para ocultar el déficit fiscal; lo que produjo la condena política de Rousseff y su destitución.
Mientras eso ocurría, su antecesor y presidente del PT, Lula Da Silva, era arrestado el 4 de marzo de 2016 tras la investigación por corrupción, en el marco de la “Operación Lava Jato” liderada por el juez Sérgio Moro, relacionada con una enorme red trasnacional de sobornos a políticos y empresarios con recursos de la estatal Petrobras. Lula habría recibido ocho millones de dólares entre pagos por conferencias, viajes y regalos.
El 12 de julio de 2017 Lula fue condenado a nueve años y seis meses de prisión. Estuvo año y medio encarcelado e imposibilitado de presentarse a las elecciones presidenciales de 2018, que ganó Jair Bolsonaro.
El 8 de noviembre de 2019 se ordenó su liberación y el 8 de marzo de 2021 uno de los jueces de la Corte Suprema anuló las sentencias dictadas contra Lula, alegando que el juez Moro carecía de competencia para conocer sobre los supuestos delitos. En 2022, presentó su candidatura presidencial para las elecciones que acaban de celebrarse y en la cual obtuvo el primer lugar con una diferencia de apenas cuatro puntos porcentuales frente a Bolsonaro, considerado un radical de extrema derecha.
¿Revive el Foro de Sao Paulo?
Importantes analistas predicen el resurgir del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, como un nuevo renacer de la izquierda latinoamericana, como la que impulsó Hugo Chávez al llegar al poder en Venezuela 1999 y que se consolidó con el ascenso de líderes como Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Michelle Bachelet en Chile, José Mujica en Uruguay, Manuel Zelaya en Honduras y Daniel Ortega en Nicaragua.
Sin embargo, esta nueva etapa trae diferencias sustanciales con el período anterior. Chávez tuvo el privilegio de contar a su llegada al poder con fuertes alzas de los precios del petróleo y una industria petrolera que era una de las empresas más sólidas del mundo y producía por encima de tres millones de barriles de crudo al día, más una importante gama de productos derivados. Esos recursos fueron utilizados para consolidar aliados. Chávez financió proyectos faraónicos no sólo a los países con gobiernos de izquierda sino también a socios en El Caribe y Europa, figuras políticas e intelectuales de izquierda.
Por su parte, Lula se benefició del entonces fuerte auge de precios de las materias primas, metales, minerales, cereales y productos básicos agrícolas, de los cuales Brasil es un importante exportador mundial.
El panorama actual es totalmente opuesto con países en recesión, cuyos gobiernos de izquierda y populistas padecen fuertes crisis políticas y económicas, presiones sociales, protestas y denuncias de corrupción y rechazo a las gestiones de los nuevos líderes.
Una izquierda sin liderazgo
Venezuela, con Nicolás Maduro al frente del gobierno chavista, no solo carece de liderazgo en la región, sino que además tiene una economía en quiebra y a pesar de medidas de liberación parcial y de relajación de los controles de precios, sigue teniendo la inflación más alta del mundo y el limitado crecimiento registrado en los últimos meses es apenas un rebote de ocho años de recesión, pero sigue teniendo 80% de pobreza.
Más de 19 millones de personas padecen necesidades humanitarias y 10,4 millones afrontan privaciones severas, de acuerdo a los resultados del «Informe de seguimiento a los impactos de la Emergencia Humanitaria Compleja en Venezuela” de la plataforma HumVenezuela.
Se trata de dos países con los modelos socialistas más radicales, lo que los diferencia de los aplicados por la mayoría de los otros gobiernos de izquierda en donde las instituciones democráticas siguen funcionando, aún en contra del deseo de esos gobernantes.
Figuras como Cristina Kirchner, Evo Morales y Lula Da Silva no han podido liderar a los países de la región, debido a sus problemas internos, acusaciones de corrupción y crisis económica.
El chileno Gabriel Boric ha encontrado un fuerte rechazo a su gestión en el poco tiempo que lleva en el poder y su proyecto constitucional de izquierda fue rechazado. Gustavo Petro quien aspira a liderar la región, ya ha encontrado un fuerte rechazo a la reforma tributaria que quiere imponer para conseguir recursos y financiar sus programas de “asistencia social.”
A ello hay se suma que los principales líderes mundiales de la alianza de las autocracias como Rusia, China e irán padecen fuertes contracciones económicas: Rusia por la guerra contra Ucrania y las sanciones internacionales, China por problemas internos en su economía y crisis en el alto poder, e Irán por movilizaciones masivas en contra de la autocracia religiosa y la opresión contra la mujer.
“No hay ningún presidente insustituible”
A diferencia de Chávez, Lula no destruyó la economía brasileña y por el contrario sus aliados fueron grandes corporaciones de su país. Cuando visitaba a Venezuela a su lado viajaban comitivas de no menos de 50 empresarios, así como los más importantes ejecutivos de Odebrecht y Camargo Correa. Nunca se fueron con las manos vacías y obtuvieron los principales proyectos de infraestructura, que resultaron con evidencias de sobreprecios y altas comisiones para figuras del entorno político venezolano y gran parte de esas obras quedaron inconclusas.
Esa “amistad” de mutuo beneficio para los altos jerarcas se fue deteriorando y Lula se ha hecho más cuidadoso en su relación con Maduro. Con cerca de 358.000 venezolanos en su territorio, la mayoría bajo condición de asilados y refugiados, según cifras de Acnur, ha aplaudido el acercamiento que intenta Joe Biden con Venezuela a favor de un cambio hacia la democracia.
“Yo defiendo la alternancia de poder en Venezuela y en todos los países. No hay un presidente insustituible”, ha dicho Lula.
También ha pedido que se celebren elecciones libres en Venezuela y alternancia democrática del poder, como en Brasil.
De ganar la elección, Lula restablecerá las relaciones con el gobierno de Maduro y ha pedido tratar a Venezuela «con respeto». En una declaración a los medios durante la campaña electoral dijo que “cada país cuida de su país. Que Maduro sea lo que quiera, pero quien tiene que ponerlo o sacarlo es el pueblo de Venezuela y no Bolsonaro, que es peor que Maduro”.
Boric cuestiona a Maduro
A pesar de provenir del movimiento radical que lideró las manifestaciones violentas en 2017 en Chile, Gabriel Boric ha visto caer la popularidad que lo llevó a la presidencia y ahora el apoyo llega al 30%. Manifestaciones en su contra y rechazo a algunas de sus políticas lo han llevado a buscar posiciones de centro en busca de mantener la gobernabilidad.
Durante un discurso en la Universidad de Columbia, en Nueva York, expresó:
“Me enoja cuando eres de izquierda y no puedes hablar de Nicaragua y Venezuela. No importa si eres de extrema derecha, de extrema izquierda, esos son mandatos civilizatorios. El respecto a los derechos humanos no debe tener dobles estándares, así que realmente me enoja cuando eres de la izquierda, condenas la violación de los derechos humanos en Yemen o El Salvador pero no puedes hablar de Venezuela o Nicaragua”.
Gabriel Boric, presidente de Chile
Boric contó que cuando era congresista en 2010 “Chávez aún estaba vivo. Comencé a hacerme preguntas cuando vi las represiones a las protestas y la manipulación de algunas elecciones y dije: ‘bueno, esto no está bien. Tenemos que ser capaces de criticarlo’. Y gente de la izquierda en Chile dijeron: ‘no, no, no, no hables de nuestros amigos’ y creo que eso está completamente mal. Para tener un futuro los partidos de izquierda debemos tener un solo estándar moral. No puedes solo condenar a Estados Unidos si no eres capaz de ver lo que tus socios o la gente que crees que son tus socios están haciendo”.
El pasado 20 de septiembre en su intervención en la ONU, Boric expresó su solidaridad con Ucrania y repudió la invasión rusa y los efectos económicos con altos precios del combustible y alimentos y desabastecimiento que ha generado.
También se refirió a la crisis humanitaria en Venezuela “producto de su prolongada crisis política, ha generado un flujo migratorio inédito en nuestra región y en nuestro país poniendo una presión tremenda sobre nuestras instituciones y nuestra sociedad”.
La reacción de Venezuela contra el Jefe de Estado chileno, de Diosdado Cabello, el vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), fue rápida: “sale a hablar mal de Venezuela teniendo tantos problemas en su país, y lo hace para quedar bien con Estados Unidos”. También le dijo: “bobo y gafo. Ir a una instancia de esas por primera vez y en vez de hablar de lo que quiere hacer por su país, habla de los gobiernos y de los pueblos vecinos (…) sale a hablar mal de Venezuela teniendo tantos problemas en su país”.
Petro se cuida de Maduro
Mientras Diosdado Cabello y Nicolás Maduro celebran el regreso de las relaciones entre Colombia y Venezuela, Gustavo Petro recibió el pasado lunes 3 de octubre al secretario de Estado Antony Blinken, y ratificó la disposición de mantener los profundos acuerdos que existen entre ambas naciones, especialmente en los temas de seguridad.
Sobre el tema más preocupante para EEUU, la política antidrogas, expresó el alto funcionario estadounidense “En el combate de las drogas apoyamos firmemente el enfoque integral del gobierno Petro”.
En las nuevas conversaciones que han sostenido Colombia y Venezuela, según publicó El País, fuentes gubernamentales confirmaron que Petro le ha pedido formalmente a Maduro que regrese al sistema de justicia interamericano. Chávez forzó su salida en 2013, después de que la propia institución denunciara el deterioro de la democracia en Venezuela. Petro desea ahora que Maduro dé marcha atrás y permita que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) vuelva a tener jurisdicción sobre Venezuela. Ello implicaría que el gobierno chavista vuelva a tener una supervisión internacional regional.
El gobierno de Petro ha reiterado que Colombia respeta el derecho de asilo y refugio por lo cual mantiene un reconocimiento del carácter de “refugiados” de la diáspora venezolana producto de una crisis humanitaria existente en Venezuela.
Si bien se han abierto los lazos para las nuevas relaciones, al mismo tiempo dialoga con EEUU al tiempo que cuida que ese acercamiento no implique contaminarse con las denuncias de corrupción y violación a los derechos humanos.
La alianza anti-occidente
La invasión de Rusia a Ucrania y la anexión ilegal de algunos territorios han sido puntos de distancia entre los aliados izquierdistas de Latinoamérica. 141 de 193 países agrupados en la ONU aprobaron la resolución que condenó la invasión. Una acción que hasta el momento ha dejado cerca de 15.000 civiles y 50.000 soldados fallecidos, según estimaciones de la ONU.
Cinco países gobernados por autocracias votaron en contra de la resolución: Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea. Cuatro países de Latinoamérica se abstuvieron en la votación: Bolivia, Cuba, Nicaragua y El Salvador. Doce no participaron en la votación, entre ellos Venezuela por no estar solvente con el organismo.
Maduro ha manifestado su respaldo a Rusia en la operación contra Ucrania. Es de destacar que Venezuela envió una delegación a la consulta electoral organizada por Rusia en los territorios ocupados para avalar la invasión.
En comunicado emitido el pasado 24 de septiembre el “Ministerio de Reintegración de los Territorios Temporalmente Ocupados” de Ucrania, denunció que ciudadanos de Bielorrusia, Siria, Egipto, Brasil, Venezuela, Uruguay, Togo y Sudáfrica ingresaron a territorio ucraniano para actuar como supuestos observadores internacionales. Estas delegaciones fueron trasladadas a los territorios ocupados por el gobierno ruso y no fueron enviadas por los gobiernos sino por organizaciones políticas de esos países, como fueron los casos de Brasil y Uruguay en los que activistas de izquierda fueron a título personal.
La guerra de Rusia contra Ucrania; la amenaza nuclear, la opresión contra las libertades y las mujeres en Irán y el control social impuesto en China son elementos que están complicando el objetivo expansionista de las autocracias y sus aliados en Occidente, quienes promocionan el advenimiento de un nuevo orden mundial.
Las ambiciones de la Rusia de Putin que ha auspiciado el nacimiento del tercer imperio ruso, en el que no descarta el uso de la fuerza nuclear, ha generado que algunos de estos nuevos líderes de la izquierda latinoamericana recojan sus banderas y midan el alcance de una alianza de esa naturaleza que barrería con sus propios países.
Las encuestas habían apuntado al expresidente Lula (2003-2010), líder del Partido de los Trabajadores (PT), como amplio favorito para regresar a la presidencia, incluso con una victoria desde la primera vuelta
La vieja dirigencia izquierdista que tuvo su ascenso en los primero 15 años del siglo XXI hoy se encuentra en declive y procesada por corrupción, han dejado a sus países en precarias situaciones económicas y sólo sobreviven las dictaduras más férreas del continente como Venezuela, Cuba y Nicaragua, cuyos modelos no son referencia para el resto del continente. ¿Podrá la izquierda retomar su liderazgo con una nueva generación de dirigentes?