Salud

La crisis toca todas las puertas: un día con un médico venezolano

Las pocas condiciones que hay dentro de los hospitales y centros de salud no son el único problema en Venezuela, pero sí se convierten en el más importante para quienes sufren y aquellos que ayudan a eliminar los padecimientos. Omaira Contreras tiene 30 años ejerciendo la medicina como profesión y esta vez, la pasión y entusiasmo con el que trabaja se topan con una realidad que la atrapa y encarcela: no hay materiales médicos ni quirúrgicos para hacer el trabajo tal como la enseñaron.

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FOTOGRAFÍA: Felipe Rotjes

Eran las 9:00 AM y ya Omaira estaba en lo que llama su “modo lunes”. En medio de una cesárea, tuvo que pedir casi a gritos que buscaran los materiales para suturar a la recién mamá que operaba. La respuesta que le dieron fue simple: no había más suturas.
Tuvo que salir del pabellón y al entrar al cuarto designado para los anestesiólogos -su especialidad, a pesar de que adora la pediatría y la obstetricia- se le notaba el cansancio en los ojos. “Por estas cosas es que yo quiero que me jubilen. Estoy obstinada”.
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Ese día Omaira tenía una guardia de 24 horas en el Hospital Materno Infantil de Petare y a pesar de que solo es cuestión de un día, en su espacio designado con un tirro que arriba tiene escrito su nombre, se encargó de meter todo lo que necesitaba y ya no le dan en su trabajo: un rollo de papel sanitario, un pote de agua, sábanas limpias, una cobija, una almohada, su lonchera con dos comidas, una bolsa de jabón para que la camarera limpie y toallas húmedas que usa para evitar bañarse en el baño que está en el cuarto.
Una litera sin sábanas, un televisor con Telemundo Internacional de fondo, un sofá pequeño, una silla blanca de plástico y una pared llena de lockers de madera son las únicas cosas con las que cuentan los anestesiólogos que deben quedarse un día completo en el hospital.
Abajo del televisor, hay una hoja que lee “Pago del DIRECTV” con una lista de los 13 médicos que laboran en el recinto. A Omaira le toca pagar agosto. “Nosotros tenemos que pagar porque somos los que vemos televisión cuando los días no están tan ocupados”
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Después de 25 años trabajando en el hospital, dice con orgullo sentirse feliz de ser el médico con “más antigüedad”, cosa que se le nota en su caminar seguro por los pasillos y saludar a todo aquel que la ve. Sin embargo, ese récord solo se refleja en una cosa: el trato con los otros médicos.
“Siempre he tenido suerte con mis compañeros de trabajo”, pero fuera del pabellón, Omaira se topa con el obstáculo de una directora que afirma tener todo dentro del hospital y una diferencia de pago entre quienes entran como nuevos y aquellos que ya tienen tiempo trabajando.
“A mí me dicen protestona pero es que me gusta trabajar bien”, se excusa.
Dentro de su trabajo, la mayoría es adepta al gobierno, cosa que no intimida a Omaira en ningún sentido porque ella dice ser opositora “pero trabajadora”; pero no niega que a veces entre los médicos hablan de la situación del país y se quejan entre ellos.
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En medio de la conversación, entra una compañera a decirle que ya consiguieron la sutura que faltaba. “Ya están cerrando a la paciente”, quien tuvo que esperar más de cinco minutos a que llegara el material.
Eran las 11:10 AM y Omaira tenía que entrar a su segunda cesárea del día. Esta vez, era una emergencia y a quien estaban atendiendo no tenía sus exámenes de embarazada.
“En ese caso hacemos las cosas al revés porque primero nace el bebé y luego tenemos que hacerle todos los exámenes, cosa que no debería ser. Últimamente esto está pasando mucho, es común ver a mujeres que llegan sin exámenes e igual tienen a su bebé”, recalcó.

La sonrisa que la caracteriza se borró al momento de entrar nuevamente al pabellón. Omaira toma control de la situación y en menos de 15 minutos anestesia a la paciente y se queda con ella hasta el final de la operación.
“Todo va a estar bien, ya va a nacer tu bebé”, le dice.
El procedimiento empezó a las 11:10 AM y para las 11:47 ya había alguien nuevo en el mundo. Omaira se encarga de pedir que le traigan el bebé a su mamá y se lo acerca para que lo conozca.
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«Antes, siempre daban comida al médico que estuviese de guardia. Nos quitaron eso sin previo aviso, a veces nos traen pero no es la regla. Yo siempre traigo mi comida y cuando me entregan aquí, la recibo y se la regalo a alguna persona que no tenga que comer. Recibo la comida cada vez que me la dan porque siempre hay alguien que tiene hambre”.

Antaño, la profesión del médico tenía como sinónimo una buena vida. “No éramos millonarios pero sí podíamos vivir bien. Yo viajaba todos los años, cambiaba el carro y podía comprar comida. Hoy en día nada de eso se puede. Ni siquiera tengo suficiente dinero para mi vejez”.
En las protestas de 2014, la crisis tocó la puerta de Omaira de una forma irreversible: a su única hija le habían pegado un perdigonazo. Miembro de la Cruz Verde de la Universidad Metropolitana (Unimet) y estudiante de Estudios Liberales, su herida fue tratada a tiempo y frente a la pregunta “¿qué vas a esperar, que la maten?”, ambas decidieron que lo mejor que podían hacer era separarse.
Hoy en día, son 4,502 kilómetros lo que las separa. “Siempre estuvimos juntas, éramos ella y yo nada más. Pero cuando me pongo triste pienso en que prefiero que esté en un mejor país. Al menos está segura”, dice.
A las 2:10 PM, inicia la tercera cesárea del día y se repite el mismo guión. En menos de 15 minutos la anestesia está lista y ella le dice a la paciente que todo va a estar y pide que le traigan a su bebé apenas nazca.
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Sale del pabellón con una sonrisa y le dicen que tiene que ir a hacer un legrado uterino o curetaje. Sigue la misma rutina y al terminar sale a comer. “Hay días en los que no puedo comer sino hasta la noche porque salgo de un procedimiento a otro”, subrayó.
En el pasillo estaba una mujer que buscaba esterilizarse y mientas discutía con la encargada de administración, dijo en voz alta “ya he hablado con todo el mundo. Se supone que el sábado me iban a esterilizar y no había nadie”. La empleada le dijo que hablara con la directora, pero no se vio por ningún lado.
Omaira tiene su título registrado en Colombia y su pasaporte se vence pronto. “No quiero esperar a que me queden menos de seis meses para que se venza pero me da tristeza dejar mi país. Tengo 58 años ¿cómo voy a empezar de nuevo?” , acotó preocupada.
En la Encuesta Nacional de Médicos y Estudiantes de Medicina 2017 se reveló que casi 40% del total de profesionales de medicina que se graduaron en la última década salieron de Venezuela, pero para los médicos que hicieron toda su carrera en el país, la encrucijada se hace más grande por tener que abandonar todo su recorrido y volver a hacerlo en otras fronteras.
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“El postgrado que hice no se me avala en Colombia, es decir que yo tengo que llegar y ver en qué trabajo. Solo sé una cosa: tiene que ser en el área de medicina. Así sea de enfermera, no me importa”, declaró.
En el país, Omaira es Coordinadora de Anestesia en el Hospital Ortopédico Infantil, miembro más antiguo del equipo de anestesiología del Hospital Materno de Petare y trabajó por más de 10 años en la Maternidad Concepción Palacios.
Desde que su hija se fue, busca hacer lo que llama “pijamadas” en su casa con sus amigos o cocinar. “Antes me iba al Parque del Este a caminar pero con la inseguridad deje de hacerlo. Un día estaba por salir, escuché un tiro y resulta que habían matado a alguien. Imagínate, así no se puede”.
A Omaira se le nota la nostalgia mientras camina por las instalaciones. “Estos pisos eran azules y hasta uno se podía ver en el reflejo, ya ni eso porque no hay nada para limpiar, solo le echan agua ya”.
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“Esto no era así. Yo quiero mucho a este hospital”, dice alguien que vivió lo mejor y lo peor del recinto. Para ella, desde que llegó Maduro todo decayó pero no exime al fallecido presidente Hugo Chávez del inicio del declive.
Entre las quejas que hace durante el día, hubo una que dijo con dolor y no con rabia.
¿Tú crees que yo puedo acostar a un paciente en una cama llena de sangre?
–       ¿Y por qué no lo limpian?
No hay nada para limpiar.
Omaira tenía otra cesárea programada. «Después de esto, vengo a ver mis novelas a esperar a que me llamen si sale algo más. Traje galletas para cenar».
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