Migración

Rosario Hernández: Por puro azar terminó encontrando a su maestra de kínder en Camboya

En Camboya poca se habla de Venezuela. Rosario apenas se ha encontrado con un par de venezolanos y no existe, como en otros países, una comunidad ya establecida de latinoamericanos. No es un destino común para migrar, pero fue el que escogió ella

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Según los distintos sitios en Internet que miden la distancia entre los países o ciudades, entre Venezuela y Camboya hay más de 17 mil kilómetros. Es una distancia equivalente a cinco trayectos entre Caracas y Nueva York. Si se le mira desde territorio venezolano no es exagerado decir que queda al otro lado del mundo.

Ubicada en el sudeste asiático, Camboya comparte fronteras con Tailandia, Vietnam y Laos. No figura precisamente entre las naciones hacia donde se registren olas migratorias latinoamericanas.

Encontrar una venezolana allí fue, sin duda, un golpe de suerte. La entrevistada había sido alumna mía en un diplomado. Pero allí no radica el meollo de esta historia, en realidad lo más emotivo y sorprenderte fue saber, cuando le entrevisté, que recién se había encontrado -en tierras tan lejanas- con su maestra de preescolar.

Con Rosario Hernández fue de las primeras entrevistas que hice cuando comenzamos la serie de Radio Migrante. Periodista, interesada en la política global y profesionalmente ligada a entidades internacionales, la entrevistada antes de Camboya ya había ido a Israel, su primer destino al salir de Venezuela, y luego residió también en Guatemala.

Nos centramos en el país del sudeste asiático por lo inusual de encontrar a una venezolana allí.

Cuando le pregunté a Rosario por la presencia de otros venezolanos me dijo que se había topado con un par si acaso. Con algunos latinoamericanos tenía contacto, pero no habitual. Su país de origen, Venezuela, es asociado entre los habitantes de Camboya, y según me confirmó entre otras naciones de esa zona asiática, con las reinas de belleza.

De Venezuela no se sabe prácticamente nada, salvo que el país ha tenido varias reinas de belleza. La referencia es el certamen Miss Universo.

Sin poder comer en Camboya las arepas migadas con mantequilla, que acompañaba en sus desayunos en Venezuela con huevos revueltos, una de esas casualidades que hacen creer que el mundo es un pañuelo le permitió comer arepas en Nom Pen, esta vez hechas por las manos de su maestra de kínder.

Ha sido muy lindo encontrarme acá con mi profesora de kínder. Fue mi maestra cuando yo tenía 4 años, y ahora ya tengo 30, me cuenta.

La maestra de Rosario, también venezolana, se casó años atrás con un holandés y reside en Holanda. A su esposo le salió un contrato temporal como experto, para un proyecto de aguas, con el gobierno camboyano. Cuando sostuvimos la entrevista había transcurrido poco tiempo de este encuentro. “Es lo más increíble que he vivido”, me dijo.

Cuando le conocí como estudiante estaba ya muy enfocada en hacer su vida profesional fuera del país. Además de los tres países en los que ha residido, ha conocido otros tantos. Le pregunto, ya cerrando la entrevista, qué es lo que más extraña de Venezuela, además de su familia y afectos.

Me cuenta que, al volver de visita a Venezuela, estando en Israel, se dio cuenta de cuánto extrañaba el trato que se dan los venezolanos. Ya en el propio aeropuerto empecé a escuchar cómo decían mi reina, mi amorcito y a mí eso me encanta, me comenta Rosario.

Está consciente que a otros venezolanos ese tipo de trato le molesta, pero a ella le encanta. «De las cosas que extraño bastante, es esa calidez que se manifiesta entre los venezolanos incluso sin conocerse. Es lo que más extraño», me dice para concluir la llamada vía WhatsApp que le hago con 11 horas de diferencia entre nosotros.

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