Migración

Sarai Torres descubrió que los rumanos aprenden español con telenovelas latinoamericanas

Cuando Sarai interactúa con rumanos y les dice que es oriunda de Venezuela, por lo general, sus interlocutores ponen cara de confusión. Nuestro país no es una referencia. Hablar el español, en cambio, es una buena carta de presentación

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Conversé con Sarai Torres por allá, a mediados de marzo, en el ciclo de entrevistas de Radio Migrante. Ya habían pasado unas tres semanas del anuncio de Vladimir Putin de que iría contra Ucrania. Y aunque Rumania tiene una frontera de más de 500 kilómetros con el territorio ucraniano, y está el país en el meollo de la guerra, en verdad cuando hablamos meses atrás tanto en mis preguntas como en sus respuestas eludimos, ambos, el tema bélico.

Migrante por más de una década con varias escalas y destinos, ella regresó a vivir en Bucarest -donde ya había estado- a mediados del año pasado, cuando se levantaron las restricciones por la pandemia de la covid-19. No domina Sarai el rumano, salvo para operaciones comerciales, “para ir a la tienda de comestibles” me explica.

Cuando lo habla en la calle o en los comercios inmediatamente le preguntan si su idioma nativo es el español. Y así ha ido descubriendo la pasión que tienen los rumanos de a pie por el español, el cual cultivan por increíble que parezca con el consumo de telenovelas latinoamericanas que transmite la televisión rumana.

El rumano es una lengua romance con fuertes similitudes con el italiano. Sin embargo, aclara nuestra entrevistada, no es tan fácil de hablar. Para un rumano sumergirse en el español es una cosa y para un latinoamericano aprender rumano otra, y en general resulta cuesta arriba.

El alfabeto rumano es un sistema de escritura basado en el alfabeto latino, y eso permite la familiaridad. Consta de 28 letras (8 vocales y 20 consonantes), pero el desafío en verdad está en los 33 sonidos distintos, según he podido leer en Wikipedia. “Ciertas pronunciaciones son muy difíciles para nosotros”, comenta.

Lo más increíble de nuestra conversación giró en torno a esa pasión rumana por las telenovelas latinoamericanas y de cómo éstas devienen en una suerte de escuela de idiomas.

“Pasan telenovelas de muchos países y de distintas épocas”, dice Sarai y pone como ejemplo el caso del culebrón mexicano “María la del Barrio”. Hecha a mediados de los 1990 y protagonizada por Thalía, esta telenovela se pasaba en la pantalla chica de Rumania en las primeras semanas de este año.

Las telenovelas, estas producciones audiovisuales tan genuinamente de América Latina se transmiten en Rumania en español, a cualquier hora y se les colocan subtítulos. “Los rumanos sienten como romántico el idioma español”, dice nuestra entrevistada.

Como tantos venezolanos, cuando le pregunto a Sarai por lo que más extraña de Venezuela, además obviamente de familia y seres queridos, hace un resumen de dos nostalgias que he ido encontrando en diversas entrevistas de Radio Migrante.

“La comida venezolana es lo que más extraño”, responde rápido, sin pensarlo mucho, cuando le hago la pregunta de rigor. En los días que conversamos había estado recientemente en España y allí se había desquitado comiendo arepas, empanadas y tequeños. “Extraño pararme en cualquier esquina y comerme algo que sea venezolano” y este sentimiento está presente aún una década después de haber salido de Venezuela.

En las calles de Bucarest así tipo comida rápida consigue puestos con venta de Shawarma, pero aún estos le saben distintos a los que comía en Venezuela. Los de acá, marcados por la influencia árabe (siria-libanesa fundamentalmente), los de allá con el toque culinario de los migrantes de Turquía.

Lo segundo que más extraña Sarai es el calor y contacto humano al estilo venezolano, “bien de panas” trata de definir aquello que no tiene. “Los venezolanos somos muy cariñosos entre sí, es muy agradable conseguirse otro venezolano, ese calor humano, eso de verdad no lo he visto con otras nacionalidades”, resume.

Cuando Sarai interactúa con rumanos y les dice que es oriunda de Venezuela, por lo general, sus interlocutores ponen cara de confusión. Nuestro país no es una referencia. Hablar el español, en cambio, ha sido una buena carta de presentación. Mucha gente quiere hablar nuestro idioma y aprovechan de practicar con nuestra entrevistada. “El español, en verdad, les gusta mucho”, resume su vivencia con los habitantes de Bucarest.

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