Migración

Zobeida Guzmán y su historia de regreso al país

Para Zobeida, no hay razones de arrepentimiento por regresar: “Aquí retomé mis proyectos con la acupuntura, dar clases que me encanta. He disfrutado mucho del clima y la bondad de ser yo otra vez”

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Zobeida Guzmán es una viajera. En la última década vivió en tres países y cuando la entrevistamos para la serie de conversaciones de Radio Migrante había vuelto a Caracas, su ciudad. Como nos dijo en algún momento, un lugar en el que no debes entregar una tarjeta de presentación porque estás con los amigos y conocidos, con los afectos.

Zobeida emigró, por primera vez, teniendo ya más de 50 años. Cuando reflexiona sobre la experiencia migratoria y la edad concluye que los jóvenes posiblemente pueden adaptarse mejor porque están construyendo su proyecto de vida, en tanto una persona más adulta ya hizo tal proyecto. Ella, personalmente, se define como una persona flexible y lo que nos contó lo demuestra.

“Vivir afuera es una experiencia difícil. Cuando eres joven y no tienes proyectos se te presenta una amplia gama de cosas que puedes hacer, formar una pareja, tener hijos, estudiar una carrera, todo está en los comienzos. Cuando eres adulta y ya has cumplido esos proyectos se complica estar en otro lugar”, explica.

En un arco de tiempo de algo menos de una década, Zobeida vivió en Dublín, en Brasilia y en Budapest. Irlanda, Brasil y Hungría. Tres sociedades, tres culturas, diametralmente distintas. Sin duda, al estar allí y en cada caso insertarse deja en evidencia su flexibilidad y adaptabilidad. 

Su último destino, antes de regresar a Venezuela, fue Hungría. Pese a tener la doble nacionalidad, por un matrimonio con un húngaro, y pese a tener dos hijas húngaras, ella confiesa que la experiencia migratoria más desafiante fue Budapest.

La dificultad de aprender del idioma húngaro fue el principal obstáculo. Después de conversar con ella busco en Wikipedia y allí me dicen que el húngaro sólo es hablado por unas 9 millones de personas en todo el mundo.

El húngaro tiene 25 fonemas consonánticos. Si bien algunos fonemas húngaros tienen correspondencia en español, no ocurre lo mismo con otros muchos. El húngaro dispone de algunos dígrafos (por ejemplo «sz», «zs», «ty») y diacríticos («ű» por ejemplo) inexistentes en castellano. Esto lo leí en Wikipedia para entender la complejidad a la que se enfrentó Zobeida.

En su paso por Dublín, aprovechando la oportunidad que en aquel momento brindaba Irlanda, viajó con una visa para estudiar inglés que le permitía trabajar legalmente de manera parcial. No eran pocos los venezolanos que vivieron una experiencia similar según recuerda ella.

En Brasilia, entretanto, estuvo dedicada a estudiar medicina tradicional china, para certificarse como acupunturista, una actividad de la cual si bien no hablamos en profundidad pude percibir que le apasiona.

Hablé con Zobeida en marzo de 2022, entonces recién había regresado a Venezuela. Como muchos otros migrantes concluye que vivir fuera del país propio es “una experiencia bastante difícil”.

“Volver al país fue también volver a mis proyectos aquí, en Venezuela. Vuelves y te das cuenta de la maravilla del clima que tenemos”, me dice, esto último entre sonrisas.

Para ella la clave del regreso está en el diálogo y encuentro con el otro. “Te encuentras con la bondad de que aquí eres tú, completamente tú. Dado que uno, como ser humano, se completa con el otro, cuando estás afuera el otro no existe mucho, ese otro no sabe nada de ti, no te refleja”.

Todo eso, según su percepción como migrante, te lleva a un momento en el que añoras, como lo es reencontrarte con tus amigos, con la gente que te conoce: “Es la gente a la que no tienes que entregarle una tarjeta de presentación para que sepan quién eres”.

Para Zobeida, no hay razones de arrepentimiento por regresar: “Aquí retomé mis proyectos con la acupuntura, dar clases que me encanta. He disfrutado mucho del clima y la bondad de ser yo otra vez”.

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