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Opinión | Alberto Fernández: a 30 años del gobierno de Carlos Menem

El presidente electo Fernández comienza a polemizar sobre el rumbo económico de su gobierno frente a una anunciada crisis. Como Menem en su momento, abandonará el ideario peronista por una tendencia liberal de un derrotado Mauricio Macri, para enojo de Cristina Fernández.

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Texto: Luis Fidhel | Fotografía: AFP

Han sido varios los estudios sobre el surgimiento de gobiernos con tendencia liberal en América Latina en la década de los noventa, en especial los encabezados por Alberto Fujimori y Carlos Menem en Perú y Argentina, respectivamente. Hace 30 años al inicio del gobierno de Menem, se había planteado dentro del marco ideológico la superación, o incluso el abandono, de la doctrina del “Estado benefactor peronista” de la posguerra hacia una economía liberal de mercado.

El menemismo pretendió abrazar el “lenguaje liberal que siempre había empleado el antiperonismo” e ignorar todo “paliativo de las gratificaciones discursivas” hacia los sectores de tradición peronista.

Otros hablan de una “traición” de Menem al peronismo clásico o, en mejor de los casos, se olvidan los argumentos e interpelaciones construidas para convencer a los sectores peronistas de la necesidad de transformar sus identidades sin abandonar la tradición histórica. Destacan el elevado pragmatismo doctrinario del discurso de Perón a través de los años y sucesivas contradicciones, como la posibilidad de que sectores peronistas transformaran sus identidades como producto de nuevas interpelaciones y situaciones histórico-políticas.

Dos importantes mecanismos implementó Menem siguiendo las recomendaciones liberales de la época de los organismos financieros internacionales: la privatización de los servicios y empresas del Estado y, en lo monetario, la implementación de la “caja de conversión”. Al reemplazar al austral,  moneda de curso legal desde el 15 de junio de 1985 hasta el 31 de diciembre de 1991, se puso en circulación el peso convertible.

La Ley de Convertibilidad definió una tasa de cambio de un peso por un dólar. Ambas unidades circularían a la par y los contratos se realizarían en una de las dos monedas, según acuerdo de los agentes. La caja de conversión sostenía que las reservas internacionales del país debían corresponder al monto de la moneda fiduciaria en circulación. La fuerte decisión política de sostenerla ante cualquier adversidad se constituyó entonces en el eje de articulación de las relaciones entre el Estado y los distintos actores sociales.

También se eliminaron los controles cambiarios y se creó por ley una garantía en dólares a la moneda nacional.  A la gestión de Menem se integraron el economista Domingo Cavallo y un grupo de técnicos no relacionados al Justicialismo peronista.

Destacó el mejoramiento de las cuentas fiscales, basado en el aumento de la recaudación derivada del crecimiento económico y modernización del aparato de control. La eficacia del plan se alimentó del fuerte flujo de capitales extranjeros, lo que creó un importante respaldo en divisas para su funcionamiento. Se registró una sustancial disminución de la inflación.

En septiembre 1991, el oficialismo obtuvo un triunfo casi completo en las elecciones para gobernadores de provincia y para renovar un tercio de la Cámara de Diputados. Esto supuso un importante apoyo a la política económica de Menem y Cavallo. Los peronistas aumentaron unos seis escaños en la Cámara de Diputados y ganaron 10 de los 12 gobiernos provinciales disputados.

Menem se presentaba como el mejor garante de un proyecto económico liberal y alejado de las tendencias populistas del peronismo clásico. El triunfo del entonces vicepresidente Eduardo Duhalde como gobernador de la provincia de Buenos Aires dejó el cargo vacante, siendo su sucesor Eduardo Menem – hermano del presidente – para el momento presidente provisional del Senado.

En mayo de 1995, Menem fue reelecto presidente de Argentina en la primera vuelta de las elecciones generales, al superar por dos o tres puntos el 45% de los votos necesario para evitar una nueva votación, en virtud de la reforma constitucional de 1994. Mantener la paridad peso-dólar y crear 330.000 puestos de trabajo al año con el Plan Quinquenal fueron las propuestas presidenciales.

Sin la “máquina de imprimir billetes”, al Gobierno no le quedaba otra alternativa que financiarse con impuestos o con deuda. En el caso argentino, la deuda pública externa pasó de 60.000 millones de dólares a 105.000 millones de dólares, monto que continuó creciendo a pesar de haberse vendido la mayor parte de empresas públicas y la recaudación tributaria no mejoraba. La tendencia era a la recesión, desocupación y devaluación.

El gobernador de Buenos Aires y próximo candidato presidencial oficialista, Eduardo Duhalde, afirmaría: “Yo soy el cambio, no la continuidad del presidente Carlos Menem». Se instaló en la carrera presidencial con un discurso que daba por superado el programa económico. La propuesta alternativa se denominaba: “modelo de desarrollo humano”. Endureció su postura criticando la falta de políticas sociales y apertura económica «indiscriminada». Reclamó «patriotismo» para defender los productos nacionales y acentuar los controles aduaneros, a diferencia de la liberalización económica menemista. El plan económico está agotado.  Duhalde aseguraba no temer al establishment: «Menem ya pasó a la historia y la historia se aprende en el colegio».

A partir de la derogación parcial de la Ley de Convertibilidad por parte de Duhalde en el año 2002, debido a la fuerte crisis política y económica, el dólar subió su cotización 236,25 % respecto al peso argentino, llegando a perder las tres cuartas partes de su valor frente a la moneda estadounidense y cayendo el 25 de marzo de 2002 al piso de 4,00 unidades por dólar. No obstante, con la recuperación de la economía local en los meses finales de la presidencia de Duhalde el peso experimentó una revaluación, llegando al valor de 2,80 pesos/dólar a principios de mayo de 2003.

Afirma Domingo Cavallo señala que el nuevo gobierno de los Fernández «tratará de que la gente interprete que la explosión devaluatoria e inflacionaria, con su consecuente efecto de deterioro del ingreso real de trabajadores y jubilados, es responsabilidad del gobierno anterior que endeudó al sector público». El equipo económico utilizará herramientas como «controles de precios, controles cambiarios, congelamiento de tarifas y restricciones cuantitativas tanto a las importaciones como a las exportaciones» con el objetivo de «detener el traslado a precios de la devaluación inicial y controlar el ritmo subsecuente de devaluación».

Alberto Fernández se ha definido como «un liberal de izquierda. Un liberal progresista. Creo mucho en las libertades individuales. Creo mucho en las libertades ciudadanas y creo que el Estado debe estar muy presente para equilibrar lo que el mercado desequilibra. Así me siento. Yo soy un peronista liberal. Estoy inaugurando la rama del liberalismo progresista peronista».

Algo similar quizás sintió Carlos Menem hace 30 años.

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