Por un Agujero Negro, y nuestro Epilogo
I
Amo a la ciencia. También lo que va mas allá de ella. La ciencia nos permite darle un sentido, un cauce, un puerto a la imaginación descontrolada. La primera vez que escuché hablar de los agujeros negros fue en el programa Cosmos, de Carl Sagan. Después vendría el libro homónimo, y el tema sería popularizado en 1988 con el libro de Stephen Hawking: “Breve Historia del Tiempo, del Big Bang a los Agujeros Negros”.
Sin embargo, la primera persona que sugirió que podrían existir estrellas tan oscuras, cuya intensa gravitación no dejaría ni escapar la luz, fue el inglés John Mitchell, quien, en 1783, influido por la Teoría de la Gravitación Universal de Newton (1687), supuso que hasta los fotones (partículas portadoras de la luz y de otras formas de radiación) no escaparían tampoco a la ley de gravedad.
Los agujeros negros son estrellas masivas (más de 30-70 masas solares) que colapsan gravitacionalmente al final de su vida. Las estrellas nacen, mueren y podríamos decir que se reproducen, en un proceso que abarca miles de millones de años. Nuestro sol no será nunca un agujero negro. Ha tenido una mejor función que ha sido la de hacer viable la vida en el planeta. Vida ésta, que hoy tiene la capacidad de preguntarse que hace aquí. Vida que también se pregunta ¿por qué estamos así?
Los agujeros negros concentran tanta materia, que el campo gravitatorio que generan curva el espacio-tiempo a su alrededor de forma tal que ni la luz puede escapar. Por un pozo sin fondo, entran los objetos al agujero a la velocidad de la luz. Allí, la densidad es tan alta que equivaldría a algo equivalente al tamaño del planeta tierra concentrado en un guisante.
Un algoritmo creado por la joven experta en ciencias de la comunicación Katie Bouman ayudó a cristalizar en una foto el esfuerzo de muchos años, muchos científicos, y un mega complejo de ocho radiotelescopios ubicados en varias partes del mundo. La foto es de un agujero negro ubicado en la galaxia M-87, ubicada a 55 millones de años luz de la Tierra con una masa que es 6.500 millones de veces la de nuestro sol. El agujero negro más grande conocido es de 17.000 millones de veces la masa solar.
Pero en realidad, la foto no es del agujero negro, sino del disco de acrecimiento (gas y polvo) alrededor del agujero, listos para ser eternamente “engullidos”, y toda la radiación que genera. Alrededor del agujero negro se ubica una superficie imaginaria llamada horizonte de sucesos o eventos, en donde la velocidad de escape para alejarse del mismo es igual a la velocidad de la luz.
No se escucha mucho hablar de ellos, pero también existen los agujeros blancos. Allí sucede lo contrario que en los agujeros negros. La materia y la energía no es absorbida, sino que emergen a partir de una singularidad (lugar donde las leyes de la física dejan de ser como las conocemos). Un ejemplo de ello podría ser el Big Bang (aquella singularidad que dio origen a nuestro universo hace aproximadamente 13.800 millones de años).
Para complicar mas las cosas algunos científicos han desarrollado la idea de los agujeros de gusanos. Estos conectan los agujeros negros con los blancos. Allí, hipotéticamente, por uno de sus extremos se podría salir instantáneamente en otro lugar del espacio y del tiempo. Recordemos que la velocidad de la luz es de 300 mil kilómetros por segundo. La nave más rápida desarrollada en la tierra alcanzó el 0,02% de la velocidad de la luz en 2006. Estos agujeros serían una opción hipotética y remota, para viajar en el espacio y el tiempo.
Estamos metidos en un agujero negro, literalmente a oscuras. La luz ni siquiera escapa del territorio nacional. El deterioro del país ha sido casi a la velocidad de la luz. La estrella del chavismo colapsó. Era una estrella roja, no tricolor.
Un horizonte de eventos nos llevó a la singularidad que hoy vivimos. Singularidad difícil de explicar por alguna ley de las ciencias sociales. En Venezuela dejaron de funcionar como las conoce el mundo.
Hemos descubierto que el pozo gravitacional creado por años de mala gestión, corrupción y desaciertos no tiene fondo. Todo lo engulle con voracidad: recursos, alegrías, vidas, etc., con un hambre insaciable e injustificada.
Añoramos nuestro agujero de gusano. Para viajar al momento en que éramos un país próspero y con futuro. El país que, como una estrella, con una fuerza gravitacional inmensa atrajo, no a miles, sino a millones de migrantes. Nadie quería escapar de su fuerza gravitacional.
Todos esperamos que algún día en una suerte de singularidad surja un agujero blanco, nuestro propio Big Bang. Sólo que el universo no evoluciona de un día para otro, se ha tomado miles de millones de años. A lo mejor a nosotros no nos tocará esperar tanto tiempo… como el que nos llevó ir de nuestro propio Big Bang al agujero negro en el que estamos sumidos.