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Pdvsa y Venezuela hundidas por el chavismo de Maduro

Durante años, el hoy gobernante Nicolás Maduro se ha ufanado de ser el gran timonel de la economía venezolana. Pero el heredero de Hugo Chávez puede exhibir solo muy malos resultados: el país ha sido devorado por la hiperinflación, sufre una crónica depresión económica y la industria petrolera ha sido pulverizada por la pésima gestión de militares y gerentes chavistas.

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El chavismo ha gobernado a Venezuela durante 20 años, seis de ellos bajo la conducción de Nicolás Maduro. En estas dos décadas ha sido imposible pensar en una recuperación económica y  especialistas sostienen que llevar a Pdvsa y la industria petrolera a lo que fue antes será una tarea casi imposible, aunque hubiera un cambio político.

Nicolás Maduro aseguraba en marzo pasado que la recuperación económica postpandemia se sustentaría en los acuerdos que se estaban negociando en alianza entre la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) con Rusia, el gran aliado del régimen venezolano.

Lo dijo después de una conversación telefónica con el embajador de Rusia en Venezuela. A su lado estaba su esposa, Cilia Flores, algunos de sus ministros y la Guardia Presidencial. Maduro  apareció todo vestido de blanco, como para mostrar confianza en lo que hace su gobierno, frente a la inminente paralización del país.

A finales de 2019, antes de que el coronavirus llegase a Venezuela, el heredero de Hugo Chávez auguró en un discurso que 2020 sería “el año de la recuperación económica definitiva de Venezuela”.

Como al final de cada año, apelaba a sus discursos para reforzar la idea de que el paraíso socialista estaba muy cerca, a la vuelta de la esquina. Maduro discurría en generalidades, a veces incomprensibles, otras veces emocionales. Mediante su retórica explicaba que él y su equipo estaban trabajado arduamente para convertir a Venezuela en un país potencia: aquel sueño retórico de Chávez que nunca llegó.

Pasado futuro

Cuando asumió la conducción de Venezuela en 2013 como heredero de la llamada revolución bolivariana, lo primero que ofreció al pueblo chavista fue: “vamos a torcerle el brazo a la inflación, al dólar paralelo”.

Los críticos del chavismo atribuyen estos males al control de cambio, las estatizaciones y confiscaciones de propiedades privadas, la corrupción generalizada, la caída de la producción de bienes y servicios y la destrucción del aparato productivo y de la propia Pdvsa.

Durante años, el discurso oficial atribuía los males de la economía a una supuesta “guerra económica”.

En 2013 Maduro prometía emocionado desde sus nuevas funciones como jefe de la revolución: “vamos a equilibrar la economía verdadera, la economía real”.

Para el mes de septiembre de su primer año anunció la creación del Órgano Superior de la Economía y señaló:

“Esta instancia la voy a dirigir yo personalmente (…) asumo la batalla económica contra los planes de la guerra fascista contra el pueblo, personalmente la asumo frente al pueblo”.

Y en efecto, asumió desde entonces la conducción del autobús llamado Venezuela. Ha estado protegido, no por el apoyo popular que nunca tuvo, sino por el poder armado.

Palabras, tan solo palabras

Así el timonel económico, a un año de su primera oferta de recuperación en 2014 dijo:

“Voy a colocar toda mi agenda de trabajo alrededor de toda la agenda recuperadora del país” (Sic).

En abril de 2014 anunció desde Miraflores, que “la principal tarea que tenemos ahora es la ofensiva económica. Una ofensiva para producir, para abastecer, para los precios justos”.

En 2015 al referirse al bienestar que esperaba a Venezuela pronosticó:

“Dios proveerá, Dios proveerá”.

El 9 de febrero, desde el Poliedro de Caracas, se justificó al no ser escuchado por Dios:

“Ellos («la derecha») saboteando la economía y nosotros preparándonos para una ofensiva productiva, de trabajo, demoledora, para ganar la guerra económica en 2015”.

Así pues, el 6 de diciembre de ese año, Nicolás Maduro perdía las elecciones parlamentarias frente a la coalición electoral opositora Mesa de la Unidad Democrática, que conquistó 112 de los 167 diputados de la Asamblea Nacional (56,2% de los votos).

Esa fue la primera victoria electoral de peso para la oposición después de 17 años de hegemonía chavista. Una derrota histórica que el régimen madurista anularía en el futuro.

Hoy no fío, mañana tampoco

En 2016 confesó: “mi única obsesión que yo tengo aquí (poniendo los dedos en su cabeza) es la recuperación económica de Venezuela. Y llegará 2017 que tiene que ser un año de la recuperación económica. 2017, 2018; es decir ya. Tienen que ser los años que desmontemos, neutralicemos, sustituyamos y derrotemos el modelo económico capitalista salvaje, el modelo de guerra que nos han instaurado al interior de Venezuela, al interior de nuestra economía”.

Pero finalizando aquel año, en que la inflación se hacía indetenible y el bolívar perdía su valor apareció con un tono optimista:

“Estamos a las puertas del año 2018 que estoy seguro va a ser un año de recuperación y superación de los problemas económicos, tengo una gran fe… Calculo unos dos años para lograr un alto nivel de estabilidad económica… A corto y mediano plazo voy a estabilizar la economía del país. ¡Ustedes lo verán. Ustedes me verán!”, reiteró como pidiendo comprensión a la audiencia.

Más adelante lanzó “la fórmula” para lograr el “equilibro revaluador de los salarios y conseguir el equilibrio justo de precios, bienes y servicios del país”.

En otras palabras, su “fórmula” fue la segunda reconversión de la moneda en apenas diez años, que restó cinco ceros al Bolívar Fuerte, que en adelante se llamó “Bolívar Soberano”. La primera realizada por su antecesor, en 2008 había eliminado tres ceros.

Ante la muerte que ya se sentía de la moneda nacional, de los salarios y una dolarización de hecho, Maduro no desfalleció y en 2019 reiteró:

“Arrancó 2019. Este año estoy seguro, va a ser el definitivo de la recuperación económica”.

En manos del chavismo

Así pues, Venezuela sigue hoy en manos del jefe del chavismo que devaluó el bolívar a niveles históricos. El dólar alcanza un precio promedio al momento de escribir esta nota de 200.000 bolívares, en el contexto de un salario mínimo de Bs 250.000, equivalente a $1,25 dólares.

El modelo de Maduro empujó a más de cinco millones de venezolanos a salir del país desde 2016, mientras la economía encadena 28 meses de hiperinflación, una de la más largas y dramáticas de la historia del mundo. La caída consecutiva del PIB (Producto Interno Bruto) suma seis años, y para 2020 el FMI estima que cerrará en -18%. Al cierre de abril la inflación superará el 15.000%.

En sus reiterados discursos dirigidos, fundamentalmente, a la mermada base de seguidores que aún se mantienen con la revolución, Maduro nunca mencionó que desde que asumió el poder en 2013 comenzó a profundizarse el declive de la industria petrolera, la principal fuente de riqueza que siempre tuvo Venezuela, ahora conducida por un militar.

En su primer año como mandatario, por primera vez se registraba un decrecimiento de la producción de Pdvsa. Para ese año las exportaciones petroleras estaban en 2,35 millones de barriles diarios (según OPEP). Pero las caídas se harían consecutivas hasta 2019.

Cuando aún Maduro aseguraba que 2020 sería el año de la recuperación, la producción en manos de Pdvsa y sus socios cerraba en 720 mil barriles diarios. En los primeros tres meses de 2020 oficialmente se ha registrado una exportación de 600 mil barriles por día; pero fuentes secundarias reseñan que para marzo apenas se llegó a 500 mil barriles, equivalente a la producción de la década de los años 30.

Sin petróleo con pandemia

Según el economista y experto petrolero Francisco Monaldi, en esta nueva crisis generada por la pandemia del nuevo coronavirus, la mitad de los barriles que puede cargar Venezuela en este momento no tiene compradores. En el mundo prácticamente se ha paralizado el consumo de petróleo y derivados.

«Venezuela no tiene capacidad de producir gasolina de alto octanaje, ya que se debe mezclar con combustible importado. El desabastecimiento puede mejorar con los excedentes de otros países, porque la demanda mundial ha bajado. Desde la perspectiva de la gasolina, la continuación de la cuarentena favorecerá la situación de escasez” señala Monaldi, profesor-investigador del Instituto Baker de Políticas Públicas de la Universidad Rice en Houston, EEUU.

Cuando Hugo Chávez tomó el control de Pdvsa la producción estaba en 3,7 millones de barriles diarios. Antes del cambio histórico, los técnicos de la para entonces cuarta mayor petrolera del mundo estimaban llevar la producción a seis millones de barriles por día.

Después de que el chavismo tomó control de la industria, Pdvsa rebajó la producción hasta 2,6 millones de barriles al día en el transcurso de una década hasta 2013.

En el año 1998 la estatal venezolana llegó a ser la tercera empresa en el mundo en capacidad de refinación, capaz de procesar 3,3 millones de barriles diarios de petróleo. Por esos años administraba 24 refinerías en todo el mundo, 18 de ellas en el exterior y seis en Venezuela. Para 2020 solo administra nueve refinerías, seis en el país y tres en Estados Unidos. En otras dos, en las islas del Caribe, el régimen de Maduro ha perdido el control.

Tiempos duros

Hoy finalmente, cuando se sufre la pandemia mundial, y el consumo de combustible está en su mínima demanda, con un precio en 12,22 dólares, sin compras a futuro, EEUU y la mayoría de los países del primer mundo tienen copadas sus reservas de crudo.

Venezuela, que fue uno de los principales exportadores de petróleo del mundo, hoy tiene sin producción sus seis refinerías de petróleo y derivados. El país está paralizado por falta de combustibles.

En 2008 todavía el petróleo aportaba a las arcas de la nación 89.000 millones de dólares, para llegar a 2018 con 29.000 mil millones de dólares.

Una fatal combinación de caída estrepitosa de la producción de Pdvsa y ahora de los precios, han dejado al país en la indigencia.

La paralización mundial actual y la reducción del consumo, -que no se sabe hasta cuando se extenderá-, habría significado solo un golpe momentáneo para la industria petrolera venezolana..si hubiera tenido un gobierno con una acertada política económica.

Otra palada de cal

Pero las consecuencias de la pandemia son solo un elemento adicional. En realidad, la crisis estructural de Venezuela redujo la producción de petróleo y derivados de esta ex potencia energética en no menos de 70%.

En 2013 las reservas internacionales de Venezuela fueron de 21.478 millones de dólares. Para el cierre de 2019 bajaron a 6.374 millones de dólares, ligeramente por debajo de las que había en el año 1974.

Las sanciones del gobierno de Estados Unidos contra Pdvsa, arreciaron a finales de enero de 2019. Inicialmente prohibieron transacciones a ciudadanos estadounidenses con la estatal petrolera venezolana.

De acuerdo a los expertos, esas medidas que también alcanzaron a Pdvsa, afectaron las exportaciones y la compra de insumos para la producción de gasolina y derivados.

Sin embargo el daño más severo a la industria venezolana ha sido la durante años acumulada falta de inversión y de mantenimiento. El deterioro sostenido se ha reflejado en frecuentes incendios y explosiones dentro de las instalaciones. De  inmediato el chavismo se limita a tachar esos incidentes como «sabotaje», aunque todas las instalaciones de Pdvsa están militarizadas desde hace años.

No hay recuperación

Con el chavismo gobernando por 20 años, y con otros seis años bajo la conducción de Maduro, los especialistas sostienen que llevar la industria petrolera y a Pdvsa a lo que fue antes será una tarea casi imposible.

No solamente se perdió el talento técnico y científico, la capacidad tecnológica, la innovación y la estrategia de expansión, sino que se suprimió la visión de futuro del país y de esta industria de acuerdo a las nuevas tendencias que se están desarrollando en el mundo.

En la apertura del congreso del gremio de empresarios privados Conindustria (2017), su entonces presidente, Juan Pablo Olalquiaga, disertaba sobre el futuro de la industria petrolera venezolana y planteaba la necesidad de adaptar la estrategia tecnológica y de negocios a las nuevas realidades que se estaban dando.

Acotaba que el Departamento de Energía de EEUU consideraba que para 2050 el petróleo pudiera haber desaparecido por completo del sector transporte.

También planteaba que hay otros factores que pueden afectar la supremacía de los combustibles fósiles, como la mejora en los sistemas de transporte público y el empleo de tecnologías que facilitan el que más personas trabajen desde sus casas.

Petróleo bajo tierra

En Europa los impuestos a la emisión de CO2 (dióxido de carbono) estimulan el uso de energías alternativas, previéndose que habrá ciudades enteras libres de emisión de CO2 por transporte para el año 2050.

Ya existen hoy centros que son no amigables al consumo de combustibles fósiles. El presidente de la anglo-holandesa Shell ha manifestado que para 2050 el 40% de los vehículos serán de tecnologías como electricidad o de hidrógeno. Otros reportes señalan que en California, EEUU, siete de cada ocho vehículos serán de cero emisiones para 2050, explicaba Olalquiaga.

En los EEUU, el sector transporte representa 71% del consumo de petróleo y genera 33% de la emisión de CO2. Este mercado verá en el futuro automóviles muy distintos. La japonesa Toyota ha anunciado una reducción de 90% en la emisión de sus vehículos para 2050; esto hace pensar que gran parte de su portafolio será híbrido, eléctrico o de otro tipo de energías.

Menos fósiles

Simultáneamente, las economías de los países industrializados van disminuyendo su intensidad energética; esto es la cantidad de energía consumida para generar una unidad de PIB. Según datos de la OPEP por la eficiencia energética el mundo habrá pasado de consumir 1,5 barriles de petróleo equivalentes por cada 1.000 dólares de actividad económica producida en 1990 a solo 0,5 barriles para 2040.

No estamos en 2050 y ya un virus paralizó las necesidades energéticas en el planeta.

Sin un cambio del modelo socialista y del gobierno que ha llevado al país a los parámetros de principios de siglo, donde ya los productos del campo comienzan a verse transportados en caballos y bueyes, es impensable una recuperación de la industria petrolera, ni de Pdvsa, aún entregándosela a China y Rusia.

Y en un escenario de cambio, ya esta no será la misma industria, de cara hacia el futuro. Su recuperación pasa por un nuevo orden en donde el conocimiento y las ciencias y la tecnología deberán tener un primer plano frente a lo político. Un escenario en donde el populismo no tendría cabida.

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