Sentencia tramposa
La reciente sentencia trampa del TSJ busca, a juicio de Ramón Guillermo Aveledo, sacar a la oposición no solo del Parlamento, sino del país
La reciente sentencia trampa del TSJ busca, a juicio de Ramón Guillermo Aveledo, sacar a la oposición no solo del Parlamento, sino del país
Al escalar el conflicto, la sentencia del TSJ, redactada en la más estricta (ir)racionalidad de funcionamiento del régimen que no es la de la Constitución, es como un derrumbe sobre el estrecho y culebrero camino de la solución política y por lo mismo, favorece el atrincheramiento en el extremismo irreconciliable que menos conviene a los venezolanos.
El grupo en el poder está convencido que lo que mejor para su aspiración de mantenerse allí sea como sea, sin importarle el precio humano que pague el pueblo venezolano, es el endurecimiento.
Cree que su endurecimiento le es propicio a fin de evitar la alternancia y que para eso necesita despegar a la oposición de la realidad social e impedirle a toda costa que haga política, para meterla junto a él en el torbellino de la violencia donde se sabe en ventaja. Un torbellino aislado del país real de servicios de agua y electricidad decadentes, del país petrolero sin combustible para moverse, un Estado cada vez con menos legalidad que ordene su funcionamiento y la convivencia de su población, una sociedad exhausta donde cada quien sobrevive como puede, con la moneda destruida, más y más dependiente de lo poco que pueda darle o permitirle un poder estable en su agonía.
A Venezuela la van agotando más y más y a los venezolanos que se sienten abandonados a su suerte. Pero cuidado, se equivoca el grupito si se aferra a la creencia de que en el país de los ciegos el tuerto es rey.
No hay que confundirse. Endurecimiento no es fuerza. Porque esos actos arbitrarios no lo fortalecen y al ahondar su ilegitimidad, más bien lo debilitan ante una comunidad internacional que lo considera un caso perdido. Una comunidad internacional que no es la cancha donde se juega este partido, pero que en un mundo globalizado e interdependiente sí influye mucho.
Personalmente me impresionan y me energizan, las muestras de vigor y capacidad que en ese entorno exhiben los venezolanos. Ese venezolano que no se rinde y trabaja, busca, defiende lo que ha hecho, estudia. Empresarios, agricultores, profesionales, amas de casa, pequeños emprendedores. Los veo luchando en medio de una cotidianidad tremendamente hostil. Ellos y ellas son los que me ayudan a resistir y a insistir, a sentir que lo que hago, lo que pienso, lo que escribo, lo que enseño, vale la pena y tiene relación con un país que puede ser. Ellos y ellas se merecen algo mucho mejor. Los venezolanos nos merecemos una vida mucho mejor.
La sentencia del TSJ contra la Asamblea Nacional nos hace perder la oportunidad de una solución sensata a ese conflicto creado por la corrupción, cierto y eso es muy malo para el país entero.
A la oposición la coloca ante la más insidiosa y comprometedora de las pruebas que es la de la tentación, porque busca acorralarla y empujarla hacia la aventura de la violencia donde no puede ganar. La sentencia no es para sacarla del Capitolio, es para sacarla del país.
Es una trampa.