Opinión

Cuando 7x7 no son siempre 49

Carolina Jaimes Branger insiste en este artículo en que el sentido común pareciera indicar que la mejor forma de minimizar los contagios de COVID-19 es decretando una cuarentena radical, no flexibilizándola

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El decreto de Maduro de 7×7 significa una semana de trabajo y una semana de cuarentena. Honestamente, a mí me suena disparatado, porque los casos de coronavirus en Venezuela están subiendo de manera alarmante. El sentido común me dice que, o seguimos en cuarentena, o empezamos a trabajar. Me parece que la cuarentena intersemanal no prevendrá los contagios que se darán durante la semana de trabajo. Y con el aumento alarmante de los casos (según las propias cifras del régimen), lo mejor sería decretar un mes de cuarentena radical, para evitar que se siga propagando. Aplanar la curva, pues. Porque de seguir ascendiendo como va, la Academia de Ciencias se quedará corta con sus pronósticos. Lo que pasó en Guayaquil será un anticipo de lo que puede ocurrir aquí.

Pero la realidad es que en ninguna parte del mundo se tiene la certeza de qué es lo que hay que hacer. En Nueva York están practicando la “flexibilización”, porque es necesario motorizar la economía. Pero no se sabe si esto resultará en que los contagios vuelvan a subir. Es prueba y error. El principal problema del coronavirus es que su transmisión es exponencial. Y vuelvo a preguntarme… ¿será que durante los 7 días de la “flexibilización” nadie se va a contagiar? Aquí, en Nueva York, o donde sea…

Desinformación letal

Que el coronavirus se propague de forma exponencial significa lo siguiente: si partimos de un contagiado que el día 1 contagia a otra persona, el día 2 habrá 2 contagiados. Siguiendo ese promedio conservador de contagios, el día 3 habrá 4 contagiados. El día 4 habrá 8. El día 5 habrá 16. Serán 32 el día 6. El día 10 habrá 512 contagiados. Para el día 20 habrá 524.288. En un mes, más 536 millones. Toda la población de Venezuela, y sus países vecinos.

A mí me alarmó hoy, cuando salí por primera vez en muchos días, ver a un gentío en la calle sin tapabocas, como si nada estuviera pasando. Me topé con los de la chamba de Maduro podando un monte. Ninguno tenía protección y había no menos de veinte. Ninguno estaba cumpliendo con el distanciamiento social. Me paré a decirles que se cuidaran y lo que hicieron fue reírse. La desinformación también mata.

Radical, no flexible

Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos. El mío me dice que la única manera de prevenir que se sigan incrementando los casos, insisto, es decretando una cuarentena radical, no flexibilizando. Flexibilizar puede llevarnos a un estrepitoso fracaso, que costará vidas inocentes y productivas. Y llegará el momento en que habrá que decidir entre la economía y la vida. Para mí la elección es obvia. Porque mientras haya vida, habrá esperanza.

Es por ello que en un país con la situación de precariedad en la que está Venezuela –prácticamente de vuelta al siglo XIX–, suena lógico aplicar la estrategia que se usaba en aquella época: cuarentena para los sanos, aislamiento para los enfermos. Porque si ya estamos sobrepasados con los casos que hay –no es necesario abundar en detalles que ya conocemos: hospitales destrozados, sin insumos y sin protección adecuada para el personal–, si los casos siguen subiendo, hecho que es más probable que posible, deberíamos atenernos a los recursos que tenemos, que son muy pocos. Y esta estrategia novecentesca pareciera la única opción sensata en estos momentos.

Lo cierto es que este no es un asunto de chavistas u opositores. Es un problema que nos atañe a todos. Por esa razón, todos debemos cuidarnos, por nosotros mismos y por los demás. Y tener siempre en mente que 7×7 no son siempre 49…

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