Opinión

"True Detective": la franquicia redimida

Tras el fracaso de su segunda temporada, la nueva entrega de la serie se mueve en tres periodos. El envejecimiento de sus personajes, así como el concepto del tiempo, son los elementos narrativos más destacados en la ficción de Nic Pizzolatto

"True Detective"
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El 7 de noviembre de 1980, los hermanos Will y Julie Purcell desaparecen del mapa. Lo sabemos, porque antes de recibir la llamada de emergencia, el detective Roland West (Stephen Dorff) así se lo anuncia a su compañero, el detective Wayne Hays (Mahershala Ali), mientras ambos, sentados en sillas de playa que desplegaron en un deshuesadero, toman cerveza en el ficticio poblado de West Finger, en el estado de Arkansas.

We almost had a clean night, man, dice el detective West rumbo al domicilio de la familia Purcell a atender la llamada de emergencia.

Si en la primera temporada de «True Detective» (2014) “el tiempo es un círculo plano”, frase inmortalizada por el detective Rustin Cohle (Matthew McConaughey), en la tercera entrega de la serie la memoria está conformada por “un montón de piezas perdidas”, como dice en 2015 y ante cámaras de televisión, el otrora detective Wayne Hays, durante la grabación de un reportaje periodístico (o un documental) en torno al caso que inició hace 25 años.

Y es que el escritor y director de la franquicia, Nic Pizzolatto, aunque vuelve a recurrir a la figura del flashback como recurso narrativo para exacerbar el suspenso de la trama, esta vez no se limita a dos líneas de tiempo, sino que se atreve a una más: tres períodos narrados de boca de un anciano ex detective con inicios de Alzheimer.

El crimen que justifica los ocho episodios es narrado desde 1980, 1990 y 2015.

¿No ficción?

Durante la narración, Pizzolatto, también maestro de literatura, recurre a eso que el escritor irlandés Oscar Wilde afirmó al decir que “la vida imita al arte, más de lo que el arte imita”, haciendo del caso de los hermanos Purcell su versión de la familia Clutter, de la que el escritor y periodista estadounidense, Truman Capote, hizo su carrera con In Cold Blood (1962).

En «True Detective» se repite la fórmula, no desde la pluma de un cronista, sino de una profesora de literatura, Amelia Reardon (Carmen Ejogo) quien da clases en la misma escuela de los hermanos Purcell y poco después, acaba siendo su esposa.

Si en 1980, la aspirante a escritora indaga en las evidencias del caso de los hermanos Purcell, una década después es una flamante escritora de non-fiction, por el libro Life and Death and the Harvest Moon: Murder, a Child Abduction, and the Community It Destroyed, escrito en algún momento entre 1980 y 1989 ya que en 1990, cuando los detectives Hays y West retoman el caso, Amelia Reardon (quien firmó el libro como Amelia Hays) busca hacer una secuela del mismo, una vez que se revela que Julie Purcell, hace diez años dada por muerta, aún vive.

La atmósfera del sur

A pesar de la abierta referencia a Truman Capote, Pizzolatto, nacido y criado en el estado de Louisiana (donde se ambienta la primera temporada) no deja escapar las referencias de la atmósfera criminal en el sur de Estados Unidos, haciendo de Amelia Hays una suerte de Mara Leveritt, autora de no ficción, responsable de diversos libros sobre crímenes reales en el estado de Arkansas en la década de 1980.

"True Detective"

Aunque la ambientación en el sur de Estados Unidos no es accidental, esta nueva entrega de la serie plantea un escenario de metaficción en el que, no sólo se trata a los mecanismos de ficción en sí mismos, sino que problematiza (y devela) nuevas conclusiones en torno al crimen “real” en clave periodística.

La voz poética del detective Rust Cohle de la primera temporada, en la tercera encuentra en Amelia Hays el canal más efectivo para dotar a la narración de una atmósfera literaria sombría, misteriosa y atemorizada. Prueba de ello, la lectura en voz alta de dos poemas de Robert Penn Warren (tres veces premio Pulitzer y fundador de la Fraternidad de Escritores del Sur) cuyos versos sirven no únicamente como ambientación de la atmósfera criminal, sino que rinden homenaje a figuras narrativas clave del sur del país.

Tell me a story.
In this century, and moment, of mania,
Tell me a story.
Make it a story of great distances, and starlight.
The name of the story will be Time,
But you must not pronounce its name.
Tell me a story of deep delight.

El verso “in this century, and moment, of mania”, puede leerse como caduco en 2015, por el cambio de siglo. Sin embargo, en el caso de los hermanos Purcell y su ambientación en la década de 1980, encaja a lo largo de la narrativa gracias al momento de manía vivido en Estados Unidos en esa década a principios de los años 90, cuando la población y la prensa relataban el “Satanic Panic” (pánico satánico) vivido en la población americana tras crímenes que, en apariencia, cumplían protocolos y rituales satánicos.

El caso de los West Memphis Three es sutilmente mencionado en la postal del coche morado en el primer episodio de la temporada y el “pánico satánico” en una camiseta de Black Sabbath.

Let me ask you, dice el detective West mientras le toma la playera negra con el logo de Black Sabbath a uno de los adolescentes de la escuela de los desaparecidos hermanos Purcell: What’s up with this?
I mean it’s just a band, replica el joven nervioso.
Black Sabbath, huh?… What’s a Black Sabbath?, le pregunta West al detective Hays.
It’s a satanic mass.

West vuelve a mirar al adolescente:

Is that true? It’s Satanic?
I think it’s just their name, replica el chico, ya claramente nervioso.

Pero la ficción de la tercera temporada menciona (vía lo que parece ser un viejo artículo de prensa local) a dos ex policías del estado de Louisiana, Rust Cohle y Marty Hart, quienes en 2012 resolvieron un crimen “presuntamente relacionado” con círculos pedófilos.

A pesar de equívoca (la resolución del crimen al final de temporada así lo comprueba), Pizzolatto encontró la manera de rendirle homenaje a la temporada que le otorgó reconocimiento mundial.

Periodismo 2.0

La dinámica del interrogatorio no se remite sólo a una comisaria.

Una periodista/directora llamada Eliza (Sarah Gadon) es el personaje encargado de exponer, en dosis justas, las bondades y bemoles de la cultura millennial y el acceso a la información: páginas enteras y “en todas las direcciones”, dice la reportera, sobre el caso de los hermanos Purcell.

Pizzolatto se mofa no sólo del nuevo modo de acceso y consumo a la información, sino que sitúa las inquietudes periodísticas de la reportera en un tema más técnico, específico y hasta innecesario, como lo es la raza del ex detective Hays, un anciano de color.

Did you ever feel your leads and theories were discounted because of your race?
Not particularly, no. Why?, contesta enseguida el anciano Hays.
I’m interested in the inserctionality or marginalized groups within authoritarian and systemic racist structures, contesta la directora sonriente y entusiasmada,
-(…)

Una intensidad brevísima y muy simpática que con los años dará de qué hablar.

La música sigue estando a cargo de T Bone Burnett, quien en esta entrega destaca no sólo por la elección de Death Letter de Cassandra Wilson, una de las primeras voces del jazz femenino en el sur de Estados Unidos, como tema principal, sino por la composición de la música incidental que a ratos, más que al sur de Estados Unidos, evoca los sonidos de filmes inscritos en el Expresionismo alemán.

Nic Pizzolatto queda reivindicado luego de una muy irregular segunda temporada.

«True Detective» volvió al ruedo.

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