La detención de Freddy Guevara, diputado y vicepresidente de la Asamblea Nacional electa en 2015, y principal dirigente dentro de Venezuela del partido Voluntad Popular, me ha dejado no uno, sino dos sabores amargos.
El chavismo, por un lado, ha demostrado su cinismo y esta vez amplificado. Los señalamientos hechos contra Freddy Guevara por Tarek William Saab, el fiscal designado por una ilegitima Asamblea Nacional Constituyente, acusándole de terrorismo y de traición a la patria, son sencillamente una infamia.
Guevara venía siendo interlocutor con representantes del gobierno en aras de allanar una negociación que ha sido puesta sobre la mesa tanto por Estados Unidos y la Unión Europea como la respuesta de la comunidad internacional para salir de la crisis venezolana, y que tendría la mediación de Noruega.
A Freddy le conozco desde 2007. Año que marcó a la generación estudiantil de entonces cuando se produjo el cierre del canal RCTV. Surgido de aquel movimiento universitario que levantó las banderas de la democracia y la libertad de expresión, se vinculó luego a Voluntad Popular. He tenido infinidad de diferencias, y distancia en los últimos tiempos, pero todo eso es secundario. Condeno de forma tajante esta detención arbitraria, una más del régimen de Nicolás Maduro.
Al momento de escribir, el dirigente político está en condición de desaparecido e incomunicado por más de 40 horas. La fiscalía de Saab confirmó las acusaciones, y por tanto su detención, pero ni sus familiares ni abogados saben dónde está detenido, aunque se supone que está en El Helicoide. No han podido tener contacto con él. Fue detenido por funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN).
Lo que, desgraciadamente, le ha ocurrido a Guevara cumple con un patrón que logró documentar de forma profesional y desapasionada la Misión Internacional de Verificación de los Hechos de la ONU.
Esta misión, con un mandato del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, estableció que por lo general los presos políticos en Venezuela son desaparecidos durante uno, dos o tres días, sin que se revele su paradero. Durante este tiempo los detenidos son torturados, obligados a firmar una declaración que les incrimine, y en no pocos casos se les hacen videos denigrantes o de auto-acusación.
Básicamente se busca quebrar a los detenidos, como se dice en el argot policial venezolano, y al mismo tiempo de forma rápida recabar “pruebas” que permitan llenar los espacios en blanco en el guion de la incriminación. El expediente sobre las violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos, que seguramente dará paso a una inédita investigación contra la jerarquía del chavismo por parte de la Corte Penal Internacional, tendrá ahora un caso más: Freddy Guevara.
Tal como lo hemos sostenido en otros artículos en este espacio de El Estímulo, el partido Voluntad Popular ha tenido serios problemas para encontrar una brújula política para dar respuesta a lo que vive Venezuela. Sin asumir el fracaso de lo que fue la estrategia impulsada por Juan Guaidó desde la Asamblea Nacional, de que otros (Estados Unidos) vinieran a resolver el embrollo venezolano, este partido y muchos más que estuvieron extraviados de la política finalmente entendieron que la crisis tan aguda solo nos demanda respuestas urgentes a nosotros mismos, a los venezolanos.
A regañadientes, no cabe decirlo de otra manera, Voluntad Popular asumió el sendero de una negociación con el chavismo. Freddy salió de su obligado encierro en la embajada de Chile, donde permaneció tres años por las amenazas que le lanzó el régimen de Maduro en 2017, y aceptó el desafío de ser el interlocutor de su partido, hablando incluso con representantes del gobierno como el propio gobernante reconoció.
Apenas el fin de semana separó la detención de Freddy de lo que fue una reunión a la que asistió, el viernes pasado representando a VP, con delegados de la Unión Europea para evaluar si se envía una misión de observación a las elecciones de alcaldes y gobernadores de noviembre próximo. Tanto europeos como estadounidenses consideran levantar sanciones al régimen de Maduro, obviamente si éste garantiza unas elecciones plurales.
Maduro echa al traste esta salida con la detención de Freddy Guevara. Apuesta el chavismo por cimbrar al mundo opositor, colocarlo ante dilemas que le obliguen a tomar decisiones bajo un clima de desasosiego y temor. Se aleja la posibilidad de que se levanten sanciones, sí, pero luego de varios años el chavismo ya ha aprendido a convivir con ellas, trasladando su costo a la población.
Finalmente, el otro sabor amargo que me deja la detención de Freddy es la vileza que observé en las redes sociales. No pocos venezolanos drenaron su arrechera cargando contra él, cuando la respuesta de la sociedad, al menos de la que sí es pro-democracia, era y debe ser la solidaridad y la denuncia ante una flagrante violación de derechos fundamentales.