Dignidad es «la gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse», según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Cuando en Venezuela se habla de dignidad, siempre sale a colación el nombre de Fermín Toro. Desde muy joven, Fermín Toro se había destacado por su estatura moral. Aunque había apoyado a los conservadores a sancionar la Ley del 10 de abril de 1834, en 1845 publicó una crítica llamada «Reflexiones sobre la Ley del 10 de abril de 1834», en la que disertaba sobre la falta de responsabilidad social en dicha ley. Más tarde, empezó a publicar sus escritos en el periódico El Liberal. En 1939 fue a Londres como secretario de Alejo Fortique en una misión diplomática. Fue oficial mayor del Ministerio de Hacienda. Presidió la junta encargada de las pompas fúnebres de los restos del Libertador cuando fueron trasladados a Caracas, y en 1847 José Tadeo Monagas lo nombró Ministro de Hacienda. No duró mucho en el cargo.
Toro era diputado en 1848 cuando el Congreso fue asaltado por turbas enviadas por el presidente José Tadeo Monagas, con el fin de destruirlo. En su peculiar estilo, Monagas, quien decía que «la Constitución era un librito que servía para cualquier cosa», mandó a convocar nuevamente al Congreso que había intentado disolver. Los diputados en su mayoría atendieron la convocatoria. Unos porque eran afectos a Monagas, otros por miedo, algunos por servilismo, otros por sinvergüenzas. Sin embargo, hubo uno que se quedó en su casa: Fermín Toro. Por su trayectoria de intelectual honesto y responsable, Toro era un emblema de la Caracas de mediados del siglo XIX. A Monagas, por supuesto, no le convenía que fuera él precisamente quien no volviera a asumir la diputación. Mandó entonces unos emisarios con la orden de llevar a Fermín Toro de vuelta al Congreso. Fue entonces cuando Toro formuló la famosa frase:
: «(…) Díganle ustedes al general Monagas que mi cadáver se lo podrán llevar, pero que Fermín Toro no se prostituye (…)».
Es difícil denunciar. Más difícil es denunciar a miembros del régimen. Y todavía más difícil es denunciar bajo regímenes que desean silenciar a quienes denuncian, porque resultan incómodos, porque son un estorbo, porque echan para atrás muchos planes que de otra manera pasarían inadvertidos.
Quizás uno de los casos de denuncia más famosos del mundo sea el de Watergate, que en 1974 sacó de la presidencia de los Estados Unidos a Richard Nixon. La investigación fue llevada a cabo por dos periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, quienes, a pesar de las presiones, amenazas y agresiones, lograron demostrar que las más altas instancias del gobierno estaban implicadas en espionaje y ganaron el Premio Pulitzer de Periodismo de ese año.
Otro presidente, Fernando Collor de Melo de Brasil, fue sometido a un «impeachment» a raíz de denuncias de periodistas de medios de comunicación pequeños y autónomos. Y a Fujimori lo saca del poder la denuncia apoyada por videos que hizo la televisión peruana.
Hay que tener fe en la dignidad de las personas, aunque en ocasiones parezca difícil. Hay otras, en las que confiar resulta muy fácil: eso he sentido cada vez que he visto a Javier Tarazona hablar. Él, su hermano Rafael y uno de los directivos de FundaRedes, Omar de Dios García, fueron detenidos por “terrorismo, instigación al odio y traición a la patria” cuando fueron a denunciar persecución y hostigamiento por parte de los cuerpos de seguridad del Estado venezolano. El activista de FundaRedes Jhonny Romero, quien también había sido detenido, fue liberado por estar recién operado de la vesícula.
Una retaliación clara por parte del régimen de Nicolás Maduro por las denuncias de FundaRedes sobre la complicidad con disidentes de las FARC, el ELN y narcotraficantes colombianos y el enfrentamiento de su ejército solamente contra el frente décimo de las FARC y, sobre todo, dicen las voces entendidas, por la foto que Tarazona enseñó donde aparecen Ramón Rodríguez Chacín y su mujer departiendo con dos miembros de las FARC. Fueron a denunciar y quedaron no solo denunciados, sino detenidos. Según Semana de Colombia, a Tarazona lo quieren callar “porque sabe mucho”. Se supone que están en el Helicoide, pero nadie los ha podido ver. Pero a Tarazona lo tendrán que matar para que se calle. ¿Se atreverán?
Tarazona a lo largo de su actuar ha dado al país lecciones de merecimiento, excelsitud y superioridad moral. Eso, que en otras palabras se llama dignidad.