El chavismo sabe de puestas en escena, sin duda alguna. Por un lado, se posterga durante largas horas el primer boletín del Consejo Nacional Electoral. En segundo término, nos ofrecen una narrativa. El mapa de Venezuela es casi completamente rojo, no hay nada más que discutir. Acto seguido, aflora en el ambiente opositor una suerte de torneo de acusaciones y a no pocos les embarga la depresión. No, no hay nada qué hacer.
Los mensajes, que también abundan después de una elección, giran en torno a lo que pudo haberse hecho. Esto, a mi juicio, es un gran error. No podemos discutir sobre lo que pudo haber sido y no fue. La discusión tiene que ser sobre qué sucedió y sus implicaciones.
A la luz de lo que sucedió el 21 de noviembre, sin duda en materia de gobernaciones el chavismo se impuso. Pesaron tanto las divisiones opositoras, la falta de una mirada estratégica sobre la tarea de debilitar al poder que ejerce el PSUV, junto con la desazón y la apatía. En las decisiones políticas que optaron por las rutas en solitario, que esquivaron hacer primarias para escoger candidaturas unitarias, allí poco podemos hacer. Es gente que tiene su agenda propia.
En relación con la alta abstención, como con cualquier fenómeno social y político no hay una explicación monocausal. Lo que ocurre en la vida pública no puede explicarse por un solo factor. En este caso estamos lejos de poder tener un análisis que escudriñe realmente sobre por qué casi 6 de cada 10 venezolanos decidieron no ir a votar. Lo que sí percibí es que la apatía gana terreno y esa desconexión de los ciudadanos con la política envuelve por igual a opositores y chavistas.
Otro asunto no enteramente analizado en Venezuela, según nos recuerda el periodista Eugenio Martínez, tiene que ver con las altas tasas de migración. De los casi seis millones de venezolanos que han emigrado, según las agencias de la ONU, él estima que unos 4 millones están en edad de votar.
Vamos con el mapa del día después. Con los datos del segundo boletín del CNE. Es el mapa multicolor. El PSUV sigue siendo mayoría, pero a nivel local, en las alcaldías de Venezuela ha ocurrido una suerte de remezón. Estamos ante un hecho inédito desde que el chavismo gobierna el país.
De un total de 335 alcaldías (gobiernos municipales) que estaban en disputa este domingo, las fuerzas políticas no chavistas (coexistiendo allí un paisaje variopinto, incluyendo voces disidentes del chavismo), se hicieron con 117 triunfos, mientras que estaban aún por adjudicar otras 13. El chavismo tendrá 205 alcaldes.
En 2017, cuando la oposición llamó a no participar, el antichavismo se hizo apenas con 27 alcaldías. El periodista especializado en temas electorales Eugenio Martínez corrobora que se ha registrado un hecho sobre el cual no existía un pronóstico claro. En su mejor momento, desde 1999, la oposición se había hecho con 76 alcaldías en 2013.
De las alcaldías que perdió el chavismo en este 2021, sólo 59 quedaron en manos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la otrora poderosa plataforma unitaria de la oposición. Analistas apuntan a una recomposición, aún en ciernes, del conglomerado opositor cuya principal referencia para la comunidad internacional sigue siendo Juan Guaidó, quien tuvo por cierto una posición ambivalente sobre estos comicios.
“Que un número alto de alcaldías hayan quedado en manos de partidos y liderazgos locales diferentes al PSUV es lo más significativo del 21 de noviembre. Es un número importante que refleja la importancia de los liderazgos locales. Por allí debería comenzar la reingeniería política venezolana”, nos comenta el politólogo Piero Trepiccione.
En una conversación con corresponsales de prensa internacionales, la analista Carmen Beatriz Fernández apunta en la misma dirección: el chavismo debe estar leyendo con lupa los datos a nivel municipal, dado el cambio significativo ocurrido.
Un voto entubado que no funcionó
Tradicionalmente, el chavismo impuso el voto “entubado” que no era otra cosa a llevar a que el elector escogiera de forma automática a los candidatos de un mismo partido. Este esquema en las últimas dos décadas benefició al chavismo en el poder. En otras ocasiones el mapa de gobernaciones estaba rojo, y el mapa de alcaldías también bastante rojo. Es la primera vez desde que Hugo Chávez llegara al poder en 1999 que el mapa de municipios será, en realidad, multicolor.
En términos prácticos, en esta oportunidad, el voto fue “cruzado”, posiblemente una persona votó por un gobernador chavista, pero por una figura de alcalde, que es el gobierno más cercano, de otra corriente o incluso por un líder exclusivamente local sin formar parte de un partido nacional.
La desvinculación de los ciudadanos en ese nivel municipal, tanto del chavismo como también del referente tradicional de oposición, que venía siendo la MUD, es una señal de cambios más profundos. La polarización no es tal cosa. Hay gente que votó por opositores que no son “puros” y otros tantos que votaron a chavistas que se definen antimaduristas. Nada de esto puede despacharse como si nada.
“Se ha modificado la estructura tradicional en las últimas dos décadas, donde los dos bloques situacionales asociados al oficialismo y a la oposición, que dominaban el espectro político. Esto, ahora, se ha minimizado dando paso a un gran centro”, sostiene Trepiccione.
En otra acera, en relación a estos comicios, Estados Unidos emitió un comunicado que debe leerse con detenimiento. Por un lado, aseveró que las elecciones del 21N en Venezuela fueron viciadas, pero no por ello alentó la abstención. Al contrario, felicitó a los candidatos no chavistas que decidieron participar.