El telón de fondo para el ejercicio del periodismo, en Venezuela, seguirá transcurriendo en 2022 con una combinación de factores negativos. Por un lado, la perpetuación en el poder del chavismo es sinónimo de restricciones y controles para la comunicación libre y plural; mientras que la prolongación de un estado generalizado de crisis económica y social genera dificultades para la sostenibilidad del periodismo independiente.
En general se asume que las crisis son oportunidades. Y efectivamente, para el trabajo periodístico desarrollarse en un contexto de dificultades ofrece un terreno fértil para una cobertura que cuente lo que ocurre en la sociedad. Estamos hablando de un periodismo que narre la crisis, como una respuesta profesional y ética ante el estado de cosas de la vida nacional.
Sin embargo, la ausencia de una perspectiva firme de cambios en Venezuela también afecta negativamente a las empresas de medios, a los emprendimientos periodísticos y a los propios periodistas venezolanos.
En lo político. Que el 2022 sea sinónimo de que Nicolás Maduro permanecerá en el poder, sin que se visualicen opciones genuinas de un cambio democrático, eso en sí mismo es una mala noticia para el periodismo venezolano. El chavismo en su conjunto, pero en particular los años de lo que podríamos llamar el madurismo, ha sido sinónimo de restricciones, acoso y amenazas para el periodismo independiente.
Más allá de la discusión leguleya sobre la ilegitimidad de Maduro, éste ocupa el poder. En los hechos preside la nación y controla de forma bastante evidente al conjunto de instituciones públicas, incluido el aparato de justicia.
La perpetuación de este poder, que ha sido dañino para el periodismo venezolano, puede constituirse en nuevas situaciones -en este 2022- que menoscaben el ya reducido espacio cívico y democrático que persiste en Venezuela. El periodismo necesita de un marco amplio de democracia y libertades para su desarrollo y, no es esto, precisamente, lo que se avizora en los meses por venir.
En lo económico. Si bien algunos economistas proyectan un leve crecimiento económico en 2022, este será bastante reducido en comparación con la acumulación de contracción económica que se ha registrado, especialmente a partir de 2015. La mejoría leve que pueda ocurrir, por otro lado, no parece que tendría un impacto general sobre la vida nacional, sino que favorecería a sectores o segmentos específicos.
La fotografía que no debemos olvidar para este 2022 la proporcionó, creo yo, la Universidad Católica Andrés Bello con sus resultados de la encuesta de condiciones de vida. Más del 90 por ciento de la población venezolana, en este momento, o no come completo o literalmente pasa hambre.
Apenas un reducido porcentaje de habitantes de este país no tiene entre sus preocupaciones diarias saber qué va a comer este día o el día siguiente. Esto, sin duda, es terrible para los millones de venezolanos golpeados por esta crisis económica prolongada y severa, y, al mismo tiempo es una muy mala noticia para el periodismo venezolano.
Empresas reducidas o inexistentes son sinónimo de que no habrá anuncios publicitarios, que ha sido históricamente una vía que financió a medios de comunicación. Una población empobrecida y concentrada en ver qué come o cómo cocina lo poco que consigue no tendrá entre sus prioridades informarse, y menos aún pagar una suscripción para respaldar al periodismo independiente.
Dos de los modelos de negocio de las empresas periodísticas (publicidad y suscripciones) no resultan precisamente viables en el momento país.
Finalmente, en lo social. Como correlato al drama del hambre, la respuesta en muchos casos del venezolano de a pie es migrar. Seguir en Venezuela se ha hecho inviable para millones de personas. Todo apunta a que en este 2022 nuestra crisis migratoria pase a ser, en número de migrantes y refugiados, la mayor de todo el mundo, superando incluso la de Siria.
La imperiosa necesidad de salir, para poder comer, para poder mejorar económica, para poder sentirse en libertad, alimenta un éxodo que no se detuvo ni con la pandemia ni con el cierre de fronteras.
En esta oleada migratoria sin precedentes en la historia nacional se han sumado innumerables periodistas. Algunos han logrado insertarse profesionalmente en otros países, otros se han dedicado a actividades diferentes. Para el país, para el periodismo que se hace en el país, esto ha sido sinónimo de merma. No es poco el talento profesional y humano que ya no está.
Este conjunto de situaciones y realidades condicionarán el trabajo periodístico en Venezuela. No hay buenas noticias para el periodismo, sin duda alguna.