Hace unos seis meses leí en “Crímenes sin castigo”, el portal del periodista Javier Ignacio Mayorca, sobre el caso de un señor detenido por dos PNB que iban en moto, en la autopista de Prados del Este, a la altura del Hotel Tamanaco. ¿La razón? No tenía placa en la parte trasera de su vehículo. Cuando el conductor mostró los papeles del INTT que certificaban que la placa había sido robada y por lo tanto estaba en trámites de obtener una nueva, el policía le dijo: “Lo que sucede es que ustedtambiénatropelló a un motorizado antes de entrar al túnel de La Trinidad y se dio a la fuga”. ¿La detención entonces era porque no tenía placa o porque había atropellado a alguien, en ese orden de importancia? El punto es que fue amenazado con una detención. “Pero usted sabe, doctor, nosotros no queremos joderlo… si usted nos ayudara… Es que no nos alcanza lo que ganamos”. El señor sacó su cartera y apenas la abrió, el primer policía, hábilmente, introdujo dos dedos en forma de pinza y le sacó $150. “Le salió barato, jefe”, dijo.
No habían pasado dos semanas desde que había leído esa historia, cuando bajando por Maripérez desde la Cota Mil, un PNB me pidió que me detuviera y me pidió los «papeles”. “¿Puedo saber por qué me detuvo si no cometí infracción alguna?”, le pregunté. No me respondió. Fue viendo un documento tras otro, con mucha atención. Todo estaba en orden. Entonces empezó a barajarlos. Cédula, licencia, certificado médico, seguro de responsabilidad civil, carnet de circulación. La tercera vez que empezó el proceso, saqué el celular y encendí la cámara. “¿Qué está haciendo?”, preguntó. “Soy periodista y estoy documentando que usted no sólo me mandó a parar sin razón, sino que tampoco me devuelve mis papeles que están todos al día”. Sin mediar más palabra, me los lanzó dentro del carro y dijo: “Váyase, señora”.
Al parecer, según mi sondeo, hay muchas víctimas, sobre todo médicos, de estos “procedimientos” por las alcabalas que se instalan en San Bernardino, donde hay varias clínicas.
Mi compadre Luis Felipe Blanco, médico pediatra,refiere que la primera vez que fue víctima de estos chantajes fue hace como mes y medio, saliendo del Centro Médico, adonde ha ido frecuentemente este año.
–¿Qué fue lo que sucedió?
–LFB: Llegué al semáforo diagonal al Hospital de Clínicas y giré a la izquierda, un giro que está permitido. A media cuadra estaba una parejita de policías como fungiendo de alcabala, y me hicieron señas de parar. Tengo todo en orden y me paré. Uno me preguntó que por qué yo no reduje la velocidad al ellos hacerme señas y uno añadió que «venía muy rápido». Le pregunté que como sabía él a qué velocidad venía yo, que qué forma de medición tenía. No me respondió. Con mis papeles en mano me dio un discurso que ya he oído unas tres veces, que se aprenden de memoria, sobre seguridad, los accidentes en el país y un largo etcétera. Me dijo que debía ir a una charla en la alcaldía, a lo que le respondí que no tenía tiempo. En eso me tuvo un rato, pero ya no hablaba de las infracciones, ni de la charla en la alcaldía. Lo que repitió varias veces fue «¿Cómo vamos a arreglar esto?», hasta que me harté y le di 20 dólares.
Dos semanas después en el mismo sitio, la misma parejita me vuelve a parar sin motivo. Esta vez la razón que arguyeron era que estaban haciendo un «control general » o algo así. Otra vez la misma charla, la misma historia de que debía ir a la alcaldía. Pero esta vez rehusé darles el dinero que me pedían para salvarme de la misma forma de la vez anterior ante el infaltable «¿cómo podemos resolver esto?». Les dije que fuéramos a la alcaldía, que ya no iba a seguir en eso, que estaba muy enfermo (cosa que es cierta) y que por su culpa iba a perder una operación. Entonces me tiraron los papeles sin decir mas nada y me fui.
–Me comentaste que la última vez (por ahora) fue la peor…
–LFB: Sí, la última vez fue hace tres semanas, ¡y claro que fue peor!. Al pasar frente a la Cruz Roja, sentí un golpe en la parte trasera del carro como si alguien le hubiera dado un manotazo. Como no vi nada seguí avanzando y al entrar en la Libertador, una moto con dos funcionarios me indicaron que me parara. Uno de ellos, muy agresiv,o me dijo que si yo no veo, que no uso retrovisor, que lo acabo de atropellar. Yo le digo que no he golpeado a nadie, pero él señaló a un tipo con pinta de vagabundo que estaba en al acera de enfrente que, según este policía, era testigo. Vino cojeando y me mostró su bota rota, que, según él, yo le acababa de romper. La historia era «vamos primero al hospital para que le hicieran una radiografía», que yo debía pagar. Y luego al comando, porque “esto es muy serio: hay un herido, a lo mejor te dejan detenido». Y esa bota vale mínimo $100. Estuvimos más de una hora parados ahí, alegando su discapacidad, mi indolencia y otro largo etcétera.
Total, y ya harto de tanta indefensión ante la “ley”, le mostré la cartera donde tenía $30. Él literalmente me los arrancó y me dijo que con eso no compraba ni media bota. Como esto se alargaba le ofrecí hacerle un Pago Móvil. Pero con los nervios hice algo mal y el banco me bloqueó la cuenta. Al final, tuve que ir a casa para hacerle una transferencia para completar los $100 y me devolviera mis papeles.
Otro médico víctima de los uniformados ha sido el doctor Amadeo Leyba Ferrer, tambiénpediatra, con un extenso currículo que incluye las presidencias del Colegio de Médicos del Edo.Miranda, del Dto.Federal, de la Federación Médica y del Hospital de Clínicas Caracas. También fue Jefe de Servicio y de Departamento del Hospital de Niños J.M. de los Ríos. Profesor de la Cátedra de Pediatría con reconocimiento de 4 promociones universitarias.
El doctor Leyba accedió de buena gana a contarme sus experiencias, recordando que ha sido condecorado varias veces por el Estado. Y, “aunque resulte paradójico”, advierte, una de ellas fue el premio «Al buen Ciudadano».
–Los buenos ciudadanos como que son los más martillados
–ALF: No acostumbro vanagloriarme de mi currículo, pero es intolerable que se haga esto a tantos ciudadanos que servimos con orgullo al país. He denunciado por las redes y medios de comunicación, sin ninguna respuesta del Estado. Si bien no he dado ningún emolumento, me han retenido con pérdida de tiempo importante.
–¿Cuántas veces lo han detenido, doctor?
–ALF: He sido víctima en por lo menos en siete oportunidades en los últimos cinco años. Ninguna de las veces he cedido a la matraca o extorsión. En escritos por WhatsApp he dicho que reúno el perfil para ser víctima de este abuso: viajo solo porque soy viudo. Tengo cuatro hijos y cinco nietos en el exterior, soy de la cuarta edad, tengo pinta de extranjero aunque soy nacido en La Pastora y tengo un automóvil que está en buen estado.
La primera vez fue en La Guaira. Me pararon porque aunque iba solo y con los vidrios subidos, me dijeron que “el tapaboca no me cubría la nariz”. La segunda vez fue también en La Guaira, por casi, según ellos, arrollar a una moto que iban los dos policías que me pararon. El argumento del arrollamiento como que lo usan todos. Falsedad extrema. La tercera vez fue frente al Teresa Carreño, por “dudas” en los documentos que presenté, aunque nunca supe cuáles eran esas “dudas”. La cuarta y la quinta fueron en la Cota Mil. En ambas oportunidades el argumento era que “tenía pendientes multas que pagar”, que nunca tuve. Y la sexta y séptima en la Avenida Vollmer de San Bernardino, supuestamente porque mi carro “estaba reportado como robado”, a pesar que lo retiré directamente en la Toyota. Todas las veces me dijeron que tenían que retener el automóvil a menos que se llegara a un “acuerdo”. Todas las veces tomé el celular y les dije que me comunicaría con la Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. E increíblemente, la respuesta todas las veces fue muy parecida: “Viejo, parece un hombre honrado” y “Viejo, váyase”.
Una historia común
En X pregunté si alguien tenía alguna historia parecida y me llovieron respuestas. Todas con historias muy similares a la que reportó Javier Ignacio Mayorca y las de los doctores Blanco y Leyba: el cuento del atropellamiento, del carro reportado como robado, del punto de control, que si se comió el semáforo… pero todas, absolutamente todas, tienen como denominador común la frase final: “¿Cómo arreglamos esto?”. Algunos dan excusas como “es que no nos alcanza lo que ganamos”, como si los ciudadanos fuéramos responsables de subirles los sueldos (que, en efecto, son miserables) o estuviéramos en la obligación de “colaborarles”. Otros piden “para los frescos”.
La conclusión de estas historias es que para que un país se desarrolle deben funcionar, como relojes suizos, la educación, el sistema de salud y la seguridad pública. Aquí no funciona ninguna de las tres. Los ciudadanos de a pie tememos -y con todas las razones para hacerlo- que nos detenga una de esas alcabalas. Porque hay gente que por no tener dinero o no ceder ante la extorsión, ha terminado en la cárcel. Y todos sabemos el horror que son las cárceles venezolanas.
¿MI consejo? Este 28 de julio estamos ante la única posibilidad real de un cambio de gobierno que hemos tenido en casi veintiséis años. Vota para que los maestros, el personal de salud y el de seguridad recuperen su dignidad.