Venezuela

Rendirse no es opción

La rendición no es opción para la mayoría venezolana que quiere un cambio, porque este desgobierno sencillamente no se aguanta, y la conducción política responsable de hacer esa tarea, de un modo que nos ahorre traumas, dolores y sangre que ahonda las amarguras.

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Andrea Hernández
Texto: Ramón Guillermo Aveledo / Foto: Andrea Hernández

En esta lucha cívica por el derecho de los venezolanos a vivir y progresar en paz, la única opción que no existe es rendirse. Hay rendiciones obvias, evidentes, como el famoso no more de Mano e’piedra en la segunda pelea con Leonard. Ya vencido por la superioridad de estilista de habilidad prodigiosa, se quiso ahorrar unos rounds de humillación, indignos de una carrera como la suya. Y hay otras rendiciones que aunque lo son, no lo parecen, como el “boto tierrita y no juego más” de las competencias de nuestra niñez, con aire de protesta y/o desafío pero al final resultan en lo mismo: dejar el terreno libre al adversario.

Ni lo uno ni lo otro. La rendición no es opción para la mayoría venezolana que quiere un cambio, porque este desgobierno sencillamente no se aguanta, y la conducción política responsable de hacer esa tarea, de un modo que nos ahorre traumas, dolores y sangre que ahonda las amarguras. Para eso, el camino más limpio es un cambio que sea pacífico, democrático, constitucional y electoral. Aquel que permite que las heridas sean de cicatrización menos costosa.

Es verdad que no toda la oposición venezolana, enorme y multiforme como es, se siente expresada en la política de la Unidad. Eso le cuesta más a los costados más radicales, como a los que ahora desde la izquierda no ven la hora en que este grupito deje el poder, para relanzar una política decente desde esa perspectiva. Como quienes desde la derecha hace tiempo le hacen swing abanicando la brisa, aunque sea con los ojos vendados como en las piñatas. Eso es cierto, como también lo es que la única política nacional alternativa al régimen es la de la Mesa de la Unidad Democrática, así que no estamos a tiempo de ponerle peros y creer que esta o aquella inconformidad puede ser el centro del debate. Y no lo es ni lo será.

El CNE la puso chiquitica. Puras desventajas. En cada renglón tomó la decisión más restrictiva, más mezquina con el derecho de los ciudadanos ¿podía esperarse otra cosa? Ahora, hay que librar esa batalla cívica y ganarla. E irse preparando para las siguientes jugadas. Por cada paso avanzado nos atravesarán nuevos obstáculos. Nuevos retos para demostrar de qué estamos hechos. Y mientras más avancemos, más difíciles se pondrán las cosas. Eso, claro, nunca lo comprenderán los managers de tribuna.

El empeño del grupito en mandar, como sea, contra todo un país, carece de porvenir. La realidad los tiene rodeados.  

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