Si no es bullying, el aplique del chavismo a la oposición se parece igualito
Con la suspensión del referendo revocatorio, volvió una práctica regular entre los dirigentes del partido gobernante: la burla y el cinismo. No basta con la victoria, así sea mediante mecanismos fraudulentos. Meter el dedo en la llaga del "escuálido" es el principal placer del chavismo. Todo comenzó con este tuit:
Luego se sumarían los gobernadores de Carabobo (Francisco Ameliach), Bolívar (Francisco Rangel Gómez) y el primer vicepresidente y diputado del PSUV, Diosdado Cabello. Este último, en un acto en una concentración política.
Tribunal penal de Carabobo deja sin efecto la recolección del 1% de firmas hechas por la MUD, al cometer fraude electoral — Francisco Ameliach (@AmeliachPSUV) 20 de octubre de 2016
Tal y como lo veníamos diciendo, un Referéndum Revocatorio plagado de fraudes debía ser anulado. Hoy se hace justicia! #GolpeDeTimonPaVencer — Francisco Rangel G. (@rangelgomez) 20 de octubre de 2016
El Consejo Nacional Electoral no tardaría en apoyar la versión de los oficialistas. El ente comicial, en un comunicado, indicó que esperaría una nueva orden judicial para activar otra vez el proceso de recolección del 20% de manifestaciones de voluntad. Luego de ello, llamó al «diálogo». La Mesa de la Unidad Democrática y los ciudadanos, que le respondieron al gobernador de Aragua por la red social, encontraron esta réplica:
Digan lo que les de la gana escuálidos, pero les llegó la hora de la JUSTICIA!! Tribunal anula recolección de firmas en ARAGUA por FRAUDE!! — Tareck El Aissami (@TareckPSUV) 20 de octubre de 2016
Cabello no usó las redes sociales, aunque retuiteó a sus compañeros del partido. En un acto en Maturín, sin embargo, dijo: «Pataleen si quieren o chillen, pero referéndum no hay». ¿Extraña tal comportamiento si forman filas en un partido cuyo máximo líder llamó en su momento una «victoria de mierda» al triunfo de la oposición en 2007, cuando la reforma a la Constitución fue rechazada?
«De los males más conocidos, la violencia y el odio, y de los más naturalizados, la violencia simbólica. Pareciera que logramos transformar la capacidad creativa de los seres humanos en sofisticadas formas de violencia que se expresan de maneras poco visibles y que son ‘socialmente’ aceptadas. También es de sospechar, que estas maneras de relacionarse y de ejercer control de unos sobre otros, es posiblemente la forma más fácil que hemos encontrado para canalizar el miedo a lo diferente, al otro, a lo nuevo y al cambio entre muchos otros activadores de los temores sociales», analiza Gina Sibaja Quesada en su artículo «Bullying Político» para la revista-red de estudios sociales «Iberoamérica Social». La profesional, con doctorado en Ciencias Sociales y Máster en Ciencias Políticas en la Sorbona, ahonda: «Al considerar las múltiples expresiones de la violencia simbólica como fenómenos ‘comunes’, se genera una tendencia al silencio, con el fin de no desentonar con el resto, lo que impide su visibilización y facilita su consecuente reproducción. Estos silencios terminan banalizando el acoso callejero, los insultos online, las mentiras y las humillaciones a todos aquellos que simplemente no ‘gustan’, todas formas de violencia simbólica y en específico, indicadores del denominado bullying (pacer.org), muy lejos por supuesto de cualquier racionalidad democrática humanista».El 30 de septiembre, Cabello utilizó Twitter para burlarse de la oposición, luego de que no pudiera concretar el esfuerzo para realizar el referendo. El escrito tuvo más de 3 mil retuits y más de mil likes.
Se va septiembre y la oposición amenaza con octubre, se lo repetimos otra vez, no podrán con un Pueblo que decidió ser libre y vivir en Paz — Diosdado Cabello R (@dcabellor) 30 de septiembre de 2016
«Sospecho que los bravucones ganan adeptos cuando los ciudadanos -o por lo menos un sector de ellos- se sienten desesperados y a la deriva, cuando la economía sufre y los ingresos se estancan, y cuando un país está perdiendo su estatus y la influencia que ha tenido en otros tiempos», escribe Andre Sele, Vicepresidente ejecutivo del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, en Washington, al analizar por qué el candidato presidencial Donald Trump, Vladimir Putin y Recyp Erdoganbullean a la prensa o a cualquier enemigo que se les cruce en el camino y generan simpatía. Sin embargo, el profesor y sociólogo Damián Melcer, colaborador en la página argentina libresdebullying.wordpress.com, sospecha del concepto «bullying político». Para él, el «matoneo» solo puede aplicarse en un contexto: el de las instituciones educativas o/y entre pares (alumnos, por ejemplos). «Quien gobierna y por lo tanto posee el control del órgano estatal, nunca está en una relación de igualdad ante los ciudadanos o los restantes organismos políticos. Es por eso que las exigencias ante las faltas o problemas sociales se dirigen a quien controla al Estado. Por eso, la acción del Estado sobre las restantes fuerzas sociales no es bullying, ya que parte de una instancia de desigualdad. El Estado posee los instrumentos jurídicos y las fuerzas del control social, por lo que su accionar cobra una diferencia cualitativa. Se vuelve Juez, parte y verdugo». Ricardo Sucre, sicólogo social, tampoco comparte el uso del término bullying para describir las acciones de abuso de poder que el Estado pueda emprender contra algún grupo específico de la sociedad. «Podríamos hablar de hostigamiento, de un intento de promover la resignación colectiva», explica. «Es obvio que buscan generar un control mediante una cadena de acciones. Yo no creo que esto es aleatorio, sino más bien siguen la estrategia del Blitzkrieg (en alemán, ‘guerra relámpago’, que implica un bombardeo inicial, seguido del uso de fuerzas móviles atacando con velocidad y sorpresa para impedir que un enemigo pueda llevar a cabo una defensa coherente). Primero vemos cómo obligan a conseguir el 20% por Estado, luego la objeción a las firmas y después las declaraciones de cada uno de los gobernadores y la aceptación en tribunales de las denuncias por fraude».Sucre, no obstante, sí reconoce que los efectos de ese hostigamiento se parecen mucho a los del bullying. «Como el estudiante en el colegio, el opositor al chavismo siente que no puede responder. Sufre el estigma o el famoso chalequeo. Al no formar parte de la Misión Vivienda o de los CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción), va renunciando a sus derechos porque piensa que no los merece». Las consecuencias también son similares: «Pueden ir de la autoagresión al suicidio o lo que sucede ahora, que aumentan las consultas personales por la depresión. Incluso se presentan cuadros de violencia doméstica, porque descargas en casa una violencia no controlada. En estos casos, la catarsis no cura».
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